Page 54 - RC_1968_07_N94

This is a SEO version of RC_1968_07_N94. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

rios. Habíase retirado el Sr. Obispo a descansar un rato, cuando a poco llegaron los alborotados con armas al convento; más no ya por lo del nombramiento de con– fesores, sino por la prisión de los indios que tenían de centinelas, a quienes atados como estaban había deja– do el P. Las Casas a la entrada de la oiudad en la ma– ñana de aquel día.

Al ruido salió el Prelado, y enterado del motivo de aquel alboroto, explicóles cómo había sido; y confir– mando los indios ser verdad cuanto decía, se tranqui– lizaron; aunque no faltó quien dijera: "Veis aquí, el salvador de los indios, ata los indios; y enviará memo– riales contra nosotros a España". Tras esto, otro desa– tóse también en injurias contra el Sr. Obispo, emplean– do palabras las más soeces; al que dijo el P. Las Cas?,s: "No quiero, señor, responderos, por no quitar a DIOS el cuidado de castigaros, porque esa injuria no me la hacéis a mí, sino a Dios". . Con esta respuesta, y las buenas reconvenCIOnes que al pueblo hicieron los Padres de la Merced, se re– tiraron todos. Y cosa extraña, los que poco antes, lle– nos de ira, estaban dispuestos a cometer los mayores desmanes, se apaciguaron, sosegaron y calmaron como por milagro; hasta el punto de que, arrepen~idos, ll~­

garon muchos, incluso las autoridades, a pedll' perdon al Sr. Obispo, quien vio en este cambio inesperado de sus diocesanos una señal visible del dedo de Dios, que dispone del corazón de los hombres.

Pero parecía designio de la divina Providencia que F'r. Bartolomé de Las Casas no gozase de tranquilidad por mucho tiempo; y de ella vino a privarle ahora el mismo Rey, quien, viendo la resistencia que en todas partes se hacía a las Nuevas Leyes de Indias,. s~ vio obligado a suspender temporalmente su cumphmlento. El dolor que causaría esta resolución en el perseguido Obispo de Chiapa no nos es fácil exponerlo; si bien tra– tó de resignarse, pues sabía muy bien que la Corte de España había hecho siempre cuanto estuvo de su parte por el bien general del Nuevo Mundo, y que al obrar ahora de este modo no podía ser sino en virtud de po– derosísimas razones.

De todos modos, así pensó él que en aquellas cir– cunstancias, no podía continuar en sus funciones de Prelado; y así se determinó a renunciar al obispado, como consta por carta que dirigió al príncipe Don Felipe el 9 de Noviembre de 1545. Y si inmediata– mente no lo hizo, fue por esperar el resultado de las gestiones del Licenciado Rogel, comisionado por la Audiencia de los Confines, que le anunciaba su próxi– ma llegada a Ciudad Real.

El Licenciado Rogel era hombre letrado y cuerdo, amigo de la paZ' y de la justicia, y lleno de buenas intenciones. Así lo demostró desde los principios de su actuación en Ciudad Real. procediendo oon mucho tacto y prudencia, tanto con los Religiosos como con los seglares. Y con los mismos dictó disposiciones que mejoraban la situación de los indios, a quienes eximió de gran parte de los tributos y de muchas cargas Per– sonas; y esto bajo severas penas para los infractores. Con el gran consuelo que tan acertadas resolucio– nes produjeron en el ánimo de Fr. Bartolomé de Las Casas, partió éste para México, en donde ~l año 1546 había de tener lugar una gran Junta de Obispos y otras personalidades para tratar precisamente de los asuntos de Indias, y para la que previamente había sido convocado. Hospedóse con sus hermanos en el Convento de Santo Domingo, a donde lle~ó acompa– ñado del P. Fr. Rodrigo de Ladrada, siendo muy bien recibido de todos, y visitado del Virrey de México y de los Oidores de aquella Audiencia.

Comenzaron, pues, las deliberaciones de la Junta, cuyas resoluciones finales no dejaron satisfecho. ni con mucho, a Fr. Bartolomé de Las Casas. En vista de esto, se renovaron sus anteriores deseos de renun– ciar a su obispado; y en consecuencia ya no pensó

(1) La América Central ante la Historia, Cap. XV.

en volver a Chiapa, sino en dirigirse nuevamente a España, como lo hizo, llegando en 1547 a la Madre Patria, en donde le esperaban nuevas luchas y nue– vas pruebas en su labor infatigable de Defensor de los indios.

Por las múltiples y reiteradas acusaciones de sus muchos y poderosos enemigos, tuvo que comparecer ante el Consejo de Indias. Nada más fácil para Fray Bartol?mé que el hacer ver la falsedad de aquellas acusaclOnes; por lo que completamente sincerado ante el. Co~~ejo, encargó1e éste pusiese por escrito una ex

phcaCl.~n de sus doctrinas. En treinta proposiciones

rt::~uml~, el P. Las Casas su disertación, a la qUe aña– dIO su Tratado a los confesores del Obispado de Chia– pa", que había sido causa de no pocas acusaciones Con– tra él, y todo junto presentólo al Consejo.

Las sanas doctrinas y conducta de F'ray Bartolomé de Las Casas quedaron plenamente justificadas ante dicho Consejo; más sus poderosos enemigos no ceja~

ron, y procuraban buscar un hombre de reputación que combatiera las teorías de Fray Bartolomé, y este

hom~re lo encontraron en Juan Ginés de SepÚlveda. a q~nen llamaban el Tito Libio español. Mas como el fm que nos hemos propuesto en esta historia no es hacer una biografía completa del P. Las Casas, no nos detendremos aho~a en detallar la «~ontroversia, de pa– labra y por escrIto, que se ent~~ú entre el Defensor de los indios y Sepúlveda. Por lo anteriormente di– cho sabemos cuales eran las doctrinas de Fray Bar– tolomé sobre Indias, y por consiguiente pueden supo– nerse las que defendería su adversario.

La cuestión entre ambos contendientes se prolon– gó por varios años, tomando cada vez más serias y

trascen~~ntales proporciones, tanto que toda Españá, y tamblen el Nuevo Mundo, estaban por así decirlo pendientes del resultado. Entonces tomó el Rey cartas directamente en el asunto, de modo que en 1550 man– dó reunir en Valladolid una Junta, compuesta del Con– sejo de Indias, teólogos y letrados más prominentes 'pa– ra que diesen solución definitiva a aquella cuestión. Habló Sepúlveda ante la Junta reunida en Valladolid

t~as él habló F~ay Bartolomé de Las Casas; y, por úl~

tuno, se encargo a Fray Domingo de Soto. célebre teó– logo dominico y confesor del Emperador. que hiciera el resumen. Este fué en todo favorable al P. Las Ga– sas; si bien la Junta, por razones de alta política no publicó fallo alguno. . Desde que a España llegó Fray Bartolomé, año de 1547, fijó su residencia en nuestro célebre Colegio de San Gregario de Valladolid, de donde sostuvo su con– troversia con Sepúlveda, y en donde preparó algunas de sus obras más importantes, todas encaminadas al bien de los indios. Por fin, estando en el Convento dominicano de Nuestra Señora de Atocha de Madrid. en donde escribimos estas cuartillas, sintióse grave– mente enfermo, y pidió los últimos Sacramentos, que le fueron administrados, y él recibió con gran consuelo de su alma y no poca edificación de sus hermanos. Agonizante en Atocha Fray Bartolomé de Las Ca– sas, escribe el Sr. Batres Jáuregui (1), "pedía a todos que continuasen en defender los indios, y arrepentido de 10 poco que había hecho en esta parte, suplicaba le ayudasen a llorar esta omisión: y con la candela en la mano para partir de este mundo, protestó que cuanto había hecho en esta parte. tenía entendido ser verdad". A los noventa y dos años de edad, sesenta de los cuales había dedicado al bien de los naturales del Nue– vo Mundo, falleció Fray Bartolomé de Las Casas el 31 de Julio de 1566 con la muerte de los justos. "Su glo– ria, escribe un autor guatemalteco, que jamás pudieron empañar sus muchos y poderosos enemigos contempo– ráneos, vivirá siempre en la América Española como Unida al recuerdo de uno de sus principales bienhe– chores".

24

Page 54 - RC_1968_07_N94

This is a SEO version of RC_1968_07_N94. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »