Page 53 - RC_1968_07_N94

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presentarse a la Audienc,ia de los Confines, que estaba en Honduras, para formular alli su queja y exigir el pronto remedio de tales y de tantas injusticias. Con este deseo y propósito púsose el P. Las Casas en camino el 22 de Octubre de aquel mismo. año de 1545. Mas el Presidente de dicha Audiencia, sinies– ti'amente prevenido por los enemigos del Prelado, al verle delante de sí se descompuso de tal manera que. sin atender a las razones del P. Las Casas Y sin tener en cuenta su dignidad episcopal, prorrumpió en un to– rrente de injurias y vilipendios contra él (1): "Sois un bellaco, exclamó ardiendo en ira. soiS un mal hombre, mal fraile, mal obispo y merecéis un severo y ejem– plar castigo".-"Yo merezco muy bien todo eso que V. S. dice, señor Licenciado Alonso Maldonado". con– testó tranquilamente el P. Las Casas; pero con cierta ironía, indudablemente aludiendo a que siendo él quien había puesto en aqUel (,argo a un hombre tan grosero. temerario e imprudente, se reconoció merecedor de to– dos aquellos denuestos.

Pero a pesar de este tan descortés recibimiento. el P. L~ Casas no se desanimó, bien convencido de que la razón estaba de parte suya. Hízose oír. al fin. del Presidente de la Audiencia, quien ya más sereno no pudo menos de ver las múltiples razones que asistían al bondadoso Prelq.do en sus tan justificadas quejas. En consecuencia, y ,a propuesta del P. Las Casas. de– terminó la Audien~~\enviar un Oidor a Ciudad Real para que corrigiese los abusos que según las Leyes de Indias debían de estirparse.

,supieron esto los habitantes de Ciudad Real. con lo que su indignación no tuvo límites; proponiéndose abiertamente hacer oposición a los planes de su Pre– lado, y aún impedirle que entrase en la Ciudad; a cu– yo efecto, teniendo noticias de su pronto regreso, pu– sieron gran número de indios de atalayas y centinelas en el camino para acechar la venida del Prelado. Llegó el P. Las Casas a Copanabastla; y los Reli– ?:iosos que' alli residían. sabedores de la actitud hostil de los habitantes de Ciudad Real. trataron de impe– dirle continuase su viaje a dicha Ciudad para no ex– ponerse a las iras de tan irreconciliables enemigos. Y el Prelado, con su acostumbrada benignidad contestó– les: "Si yo no voy a Ciudad Real. quedo desterrado de mi Iglesia, y soy el mismo que voluntariamente me ale– jo; y se me puede decir con mucha razón: "Huye el ma– lo sin que nadie le persiga". Además. ¡.cómo sabemos que me quieren matar y que los centinelas no están puestos para otra cosa? Que no sea mucha verdad 10 que los Padres de Cinamatlán dicen, yo no lo dudo; pero ahí están las palabras del Señor que, impidiéndo– le sus discípulos la vuelta a Judea porque el día antes le querían matar, les dijo: QUe tenía doce horas el día,

y en cada una, en cada momento y en cada instante se podían los hombres mudar. Sé que no son demonioS los de Ciudad Real para tener siempre la voluntad obs– tinada en el maL ..En conclusión. Padres, yo me re– suelvo, fiado en la misericordia de' Dios y en las bue– nas y santas oraciones de vuestras Paternidades. a par– tir; porque el quedarme aquí o irme a otra parte tiene todos los inconvenientes que se han visto".

Se puso luego en pie con gran resolución, recogió el hábito como ·para que no le impidiese el caminar.

y despidiéndose de los Religiosos con gran cariño. em– Drendió la marcha por aquellas soledades sin más com– pañía que un Religioso, su báculo y su Breviario. Llegaron por fin a donde estaban algunos de los Gentinelas apostados, sin que éstos se apercibiesen de su llegada sino cuando ya estaba junto a ellos el P. Las Casas. Al verle los indios, por el gran respeto y reverencia que le tenían, pusiéronse de rodillas pidién– dole perdón. Aseguróles el Prelado que por parte suya nada tenían que temer; más. adivinando el peligro que corrían de que fuesen castigados por no haber avisado su llegada, para eximirlos de toda responsabilidad. y

a~í se ló hizo entender a ellos. ayudado de su c()mpa– ñero de viaje, Fr. Vicente Ferrer. los amarró 'unos a

otros y los llevó tras sí como si fueren prisioneros su– yos (2). Y así, camina~do .de estt; modo toda aquella no– <:he, al amane~er del SIgUIente día entró en Ciudad Real s10 ser advertido de sus habitantes.

. Fuese el ~ltrmo. Las qasas' directamente a su igle– SIa, donde oro por. largo tlempo. y cuando le pareció oportu,no, por medIO de ~n. ,clérigo avisó a los Alcaldes y RegIdores su l~egada, dlclendo~es que viniesen al tem– plo a verse con el. No se atreVIeron éstos a negarse' y unos tras .otros fuero~ llegando. acompañados de ~l­

gunos vec1Oos, y sentandose en la iglesia según lle– gaban. Cuando al Prelado le pareció Gonveniente sa– lió, y po!' todo saludo dirigióles un no largo pero tier– no sermono

Al termina~ se. ~evantó un escrib!ino, y en nom–

b~e de los demas, ~IJO: que estaban dISpuestos a reci– brrle como a su. ObISPO SIempre que les tratase como :iI

personas de calidad que eran, y los favoreciese y ayu– dase a conservar sus. haciendas. El Prelado entonces con la. mayor ~odestla y dulzura, respondióles: que es: taba slempre dIspuesto. a dar' su sangre y su vida por ellos, que eran sus <?veJas, y a ampararlos y socorrerlos en todo lo que pudIese; pero que en nombre de Dios les suplicaba que se f;losegasen y que mirasen las co– sas con calma y sin pasión.

<;:on oir esto parece que se sosegaron. y aún se de– term10aban a obedecerle en adelante en todo lo que

le~ mandase; per~ un Regidor, más terco qUe los de– mas, desde sl! a~~entol sin leyantarse, dijo Con la ma– yor arroganCIa: Que, se .habla de contar por muy di– c:t lOSO con tener por subdIJos a unos caballeros tan prin– clpales como aquellos senores que allí estaban y que

e~t,::ndiese sentían mucho no les tratase con ei come– dImIento y respet? con que era razón, que el término que con ellos ,habla usado aquel día era muy de sen– trr.. Que ¡.que cosa era, siendo un hombre particular, enVIar a llamar a un Cabildg tan grave y de personas

~an n~bles <:omo el de aquella ilustre ciudad?; que el. habIa .de rr a s~~ casas y de alli a la de Ayunta– mIento SI algo qUIslera, y alli con mucha cortesía v humildad proponer su Gausa". . Entonces el Sr. Obispo, revistiéndOse por así de– cirlo de toda su autoridad, dijo: "Mira fulano y mirad todos los que estáis aquí, en cuyo nombre ¿l' ha ha– blado; cuando yo os quisiere pedir algo de vuestras haciendas, yo os ir~ a hablar a

vuestras casas; pero cuando lo que hubIere de tratar con vosotros fuesen cosas tocantes al servicio de Dios y de vuestras ;lImas

y conciencias, héos de enviar a llamar, v mandaros que vengáis donde yo estuviere, y habéis de venir mal que os pese, si sois cristianos". Al oír estas imponentes pa– labras todos se quedaron perplejos; tal era la autori–

d~? y la vehemencia con que las dijo; y nadie se atre–

VlO a responderle.

Retirábase ya el Sr. Obispo para la sacristía, cuan– do comenzó a hablar el SeGretario, y dijo: que en nom– bre de la ciudad toda le pedía el Cabildo que se digna– ra señalar confesores que los absolviesen. Quiso con– descender un poco el Sr. Obispo, y volviéndose a ellos dijo, que señalaba por confesores al canónigo Juan de Perera y a todos los Religiosos de Santo Domingo que estuviesen en el obispado. con licencias suyas. No estando los asistentes satisfechos con tales nombra. mientos, Se lo manifestaron. Quiso el Prelado mos– trarse aún más condescendiente; y así señaló confeso– res a un clérigo de Guatemala. que alli estaba. y a un Padre de la Merced de los que residían en la ciudad. Parecióle a Fr. Vic-ente era esta demasiada condescen– dencia; y así, tirando al Señor Obispo suavemente de la capa, le dijo: ''No haga Su Señoría tal cosa más que para en la hora de la muerte". .

Advirtieron los presentes este consejo de Fr. Vi– cente, e indignados se alborotaron. amenazando al Re– ligioso, si tales consejos daba al Sr. Obispo. Mientras el alboroto, el' P. Las Casas y su compañero, pasáronse a la sacristía; y, saliendo por la puerta de ésta. fuéron– se prontamente al convento de los Padres Merceda-

(1) Sr. Gutiérrez, Obra cit. Cap. X. (2) C. Gutiérrez, Cap. XI.

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