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« Previous Page Table of Contents Next Page »fuera, contestó el P. Las Casas, si no tuvieran embe– bida en sí la Ley de Dios y un acto de justicia tan grave como la libertad de un inocente injustamente opreso y cautivo, como lo están los indios que se ven– den y compran públicamente en esta Ciudad". En conclusión, nada se pudo conseguir de una parte ni de otra. Y el odio y la adversión crecieron contra el Prelado, disfrazándose bajo el escarnio y la mofa más irreverentes, sufriendo todo el P. Las Ca– sas con angélica paciencia y mansedumbre. Pero supo que el Domingo de Ramos, el Jueves Santo y
el primero y segundo día de Pascua dió el Deán la comunión a algunos españoles que era notorio tení~n
indios esclavos. Entonces convidó a comer al Dean para el tercer día de Pascua, con el fin de pregun– tarle los motivos de su manera de proceder, y repren– derle en presencia de los otros clérigos si preciso fue– se. El Deán prometió venir: pero no cumplió su pro– mesa, temiendo sin duda la reprensión. Entonces mandó el Sr. Obispo a buscarle; mas volvió el men– sajero diciendo que el Deán estaba enfermo. Man– dóle nuevo aviso, y entonces el Deán negándose. a o– bedecer, mandó a decir que estaba en cama. VIendo esto el P. Las Casas mandó a su Alguacil ya dos clé– rigos para que se lo trajesen preso, si no se prestaba a venir de otro modo. , Con el ir y venir de los recados ya se habla reu– nido mucha gente en la calle, quienes a la vo~ del Deán: "Señores, ayudadme, que yo os confesare, yo os absolveré" acudieron unos a la puerta del Con– vento de Padres Dominicos para que no salies.en a defender al Sr. Obispo en tanto que otros acudIeron a ayudar al Deán, que logró huir y esconderse. A continuación los alborotados en tropel se entraron por la casa del Sr. Obispo clamando: "Aquí del Rey". Un Religioso Dominico y un caballero de Salaman– ca llamado Gonzalo Rodríguez de Villafuerte, que estaban en la antesala, hicieron lo posible por sose– gar a la gente.
Mas oyendo las voces, salia el Sr. Obispo a la sa– la para hablarles; pero el Padre Dominico hizo que se volviera adentro, adonde le siguieron los cabeci– llas del alboroto, e insultándole le dijeron cuanto qui– sieron, y aún le amenazaron de muerte. Todo lo oyó el animoso Prelado con una serenidad impasible, que sólo podía darle la convinción hija del cumplimiento del deber; quedándose aquellos energúmenos asom– brados viendo el sosiego y la tranquilidad con que les despidió, aunque sin darles esperanzas de ceder en nada.
Comenzaron desde este día los Padres Dominicos a aconsejar al Sr. Obispo, para que se ausentase, te– merosos del peligro que le amenazaba, habiendo lle– gado las cosas al grave estado en que se encontraban.
y la respuesta que les dió Fr. Bartolomé fué la si– guiente:"¿A dónde quieren, Padres, que me vaya? -¿Dónde estaré seguro, tratando del negocio que tra– to, la libertad de estos pobrecitos? Si la causa fue– ra mía de muy buena gana la dejara, porque cesaran estos ruidos y se sosegaran todos; pero es de mis ove–
jas, de estos indios oprimidos y fatigados injustamente,
y con tributos incomportables que otras ovejas mías les han impuesto. Aquí me quiero estar; esta Iglesia es mi esposa, no la tengo de desamparar. Este es el alcázar
de mi residencia; quiérole regar CoOn mi sangre.. si me quitasen la vida, para que se embeba en la t,ler:ra el celo del servicio de Dios que tengo, y quede fertll pa– ra dar el fruto que yo deseo, que es el fin de la injus– ticia que la manda y. posee. Este es .mi deseo, e~ta és mi voluntad determmada; y no sere yo tan dIChoso que permita Dios a ~9s moradores de esta ciudad ~ue
la pongan en ejecuclOn, que otras veces me he VIsto en más peligros y por mis deméritos me quitó Dios la corona del martirio de las manos. Son antiguos con– tra mi estos alborotos y el aborrecimiento que me tie– nen. Yo no siento sus injurias, ni temo sus amena– zas, que según lo que ha pasado por mi en España e Indias el otro día anduvieron muy modestos". SÓpose a los pocos días que el hombre que había insultado a Fray Bartolomé de las C~~as y j.urado ~a
tarle estaba herido de muerte. Corno el mIsmo sen 01'
Obispo a asistirle acompañado. de algun?s Reli~iosos,
que procuraron curarle las hendas. Sano el hendo, y fue después el mejor defensor que tuvieron.
Pero la mala voluntad de algunos habitantes de Ciudad Real continuaba. cada día más manifiesta, no sólo contra el señor Obispo, sino, también contra sus Hermanos los Religiosos Dominkos, que en asunto tan trascendental para la evangelización del. Nuevo Mun– do estaban del todo identüicados con el parecer del santo Prelado. Y llegó a tanto el encono contra los Religiosos, porque apoyaban al Ilt~üo. Las Casas. que llegaron a negarles toda clase de limosnas; aún más, ni lo más necesario les querían vender, por 10 que la si– tuación de los Religiosos se llegó a hacer insostenible en Ciudad Real. Los siguientes datos, que nos propor– ciona el Sr. Gutiérrez, nos dan idea de la terrible situa– ción en que llegaron a encontrarse.
Como les faltase un día vino para decir misa, Fray Luis de Cuenca fUe muy humilde a pedir a uno de los Alcaldes que se lo proporcionase a cualquier pre– cio; y la c,ontestación que recibió fue ésta: "Padre, decid a vuestros frailes que la provincia es muy gran– de, que pasen adelante a predicar y convertir a los indios, que para esto salieron de España, y el Rey ha gastado con ellos tanta hacienda. Aquí somos cristia– nos, no los habemos menester, sino para que a nues– tra costa hagan grandes edificios. y aún tienen talle de dejarnos con sus sermones sin hacienda que les poder dar si nos quieren quitar los indios. Andad, Pa– dres, idos con Dios; buscad vino fuera de la Ciudad". Otro, a quien pidieron les diese un poco de trigo para hacer las hostias, contestó secamente: "No se lo quiero dar".-Replicó el Padre: "Cierto, señor, que no sé que nos hemos de hacer en esta Ciudad en donde tan mal nos tratan, viniéndolos a predioar y a ense– fiar, que ni aún por nuestros dineros no nos quieren dar el sustento necesario, sino salirnos della; y, como manda el Evangelio, sacudir sobre los vecinos el polvo de nuestros zapatos".-Dijo el hombre: "Si os queréis
11', aunque yo soy viejo, os sacaré uno a uno hasta aquellos pinares, porque no se os pegue el polvo de la Ciud?d en los zapatos, y así no tendréis trabajo en sa– cudirlos".
En tales circunstancias los Religiosos Dominicos optaron por abandonar Ciudad Real, y la abandonaron; yéndose unos a Copanabastla, otros a Cinacantlán, y los más de ellos a Chiapa.
ENTRAN LOS RELIGIOSOS DOMINICOS EN CHIAPA. E,N DONDE SON BIEN RECIBIDOS. - PASA EL ILTRMO. LAS CASAS A LA AUDIENCIA DE LOS CONFINES. - LO QUE LE ACONTECIO A SU VUEL– TA A CHIAPA. - PIENSA EL P. LAS CASAS RENUNCIAR A SU OBISPADO. - CONDUCTA DEL LICEN– CIADO HOGEL. - EL P. LAS CASAS EN LJA CONFERENCIA DE MEXICO, DE DONDE PARTE PARA
ESPAÑA. - MUERTE DE FRAY BARTOLOME DE LAS CASAS.
Los Religiosos Dominicos, que llegaron a Chiapa, fueron tan bien recibidos de aquellos moradores. que ho dudaron en invitar al !trmo. P. Las Casas, para que trasladase su residencia a esta ciudad, como lo hizo, preparándole sus naturales extraordinario recibimiento,
Pero en Chiapa, como en Ciudad Real, no Se oía a los indios más que quejarse de sus desventuras. No pudiendo, pues, el ilustre Prelado permanecer por más tiempo en vanas lamentaciones, y ya que por sí mi.s– mo no podía poner remedio a tantos males, resolvió
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