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« Previous Page Table of Contents Next Page »Padre un gran recibimiento, saliendo al encuentro de Fr Luis el mismo cacique y queriendo se hospedase en' su misma morada.
Dispuso el P. CanCel' celebrar misa al día siguien– te, pues iba proveído de todo lo necesario, e invitó al cacique para que asistiese a ella. Admiróse éste de ver tantas cosas Y ceremonias para él tan extrañas; tanto que hubo de indicárselo al Padre. Tomando de aquí motivo Fr. Luis para darle una explicación acer– ca de los principales misterios de nuestra fe; lo que hizo con tal acierto y unción, que al terminar le dijo el cacique, a su modo, que a él le gustaría también ser cristiano. No esperaba Fr. Luis una conversión tan pronta; pero Dios en sus amorosos designios así lo hizo para bien del cacique y de toda aquella co– marca. El cacique abrazó, pues, el cristianismo; y al ser bautizado recibió el nombre de Juan, con el que le designaremos en adelante.
Pasó allí algún tiempo Fr. Luis Cáncer, no sólo para confirmar más y más al cacique Don Juan en sus nuevas creencias, sino también para predicar y
enseñar a los demás indios las verdades cristianas. admitiéndolas ellos de tan buen gusto que, a ejem– plo de su cacique, comenzaron en gran número a pe– dir se les bautizase:
Viendo esto Fr. Luis, y con el deseo de que se predicase el Evangelio en toda la comarca, fuese a Guatemala en bu~'de algún otro Padre que le ayu– dase en tan santa empresa. Ya en Guatemala, die– ron los Religiosos gracias a Dios por el buen resulta– do de aquella primera expedición a Tuzulutlán; y con más entusiasmo se propusieron continuar lo que tan felizmente habían comenzado.
Cuando los Religiosos volvieron a la región ha– llaron destruida la choza que Fr. Luis había destina– do para el culto del verdadero Dios. Mas luego dis– puso el cacique Don Juan se levantase otra mejor acondicionada que la primera, comenzando enseguida los Padres aquella santa misión que a la Orden de Predicadores había de colmar de gloria y al país de incalculables bienes espirituales y materiales. Las buenas disposiciones de los indios demostrábanlas llevando ellos mismos sus ídolos a los Padres para que los destruyeran, suplicándoles al mismo tiempo les bautizasen, a 10 cual contribuyó poderosamente el ejemplo y consejos del cacique Don Juan, cuya con– versión fué tan sincera que desde el principio se mos– tró siempre dispuesto a ayudar a los Padres en todo, gozándose mucho con tenerlos a su lado.
La valiosa cooperación que Don Juan prestó a los Religiosos, no se concretó solamente a sus súbditos, procurando por medios suaves que todos se hiciesen cristianos, sino que también la llevó a procurar que lo fuesen los indios sus vecinos comarcanos, con quie– nes él mantenía paz. Y llevado de este deseo man- 'dó a decir a los principales indios de Cobán que, si querían conservar su amistad, no debían ofrecer más sacrificios a los ídolos, que no eran sino dioses fal– sos, de quienes ningún bien se podía esperar. Los de Cobán pensaron que el cacique se había entregado a los españoles, y le amenazaron con hacerle la gue– rra; mas, sabiendo luego que solo había recibido a los Padres en paz, se aquietaron, aunque no del todo. Todo esto tenía lugar por el año 1537; de modo que en el transcurso de unos cuantos meses, dieron los Hijos de Santo Domingo el feliz comienzo que va– mos refiriendo a la conquista pacífica de Tuzulutián con no menos feliz resultado. En vista de esto quiso el mismo Fr. Bartolomé de las Casas, que como he– mos dicho era el Vicario de los Dominicos en Guate– mala, visitar por sí la región para la que partió a fines del mismo año. Tan pronto como llegó quiso visitar la comarca, tratando de impedírselo Don Juan por el peligro que podía correr su vida; mas, en vis– ta de lo decidido que estaba el P. Las Casas, ofreció– le Don Juan algunos de sus indios para que le acom– pañaran, sirvieran y, en caso de necesidad, le defen-
dieran. Por s~r. los caminos tan escabrosos, ofreció– les no po~a.s dIfICultades la excursión que a distintos lugares hICIeron; mas de ella volvieron todos feliz– mente, y Fr. Bartolomé lleno de las mejores esperan– zas. 8:cerca de toda aquella gente, de la que fué bien reCIbIdo y tratado ep todos los lugares por donde pa– saron.
:J;.as conyersiones de los naturales aumentaban de ~l!l en dra; por lo que no pudiendo ya los pocos RellglOsos que habia atender a las necesidades espi– rituales de los indios, que diseminados se hallaban Po! aquellos montes, pensaron en sacarlos de las mon– tanas y formar con ellos pueblos. Manifestaron este pensa!l1iento a D';ln Jua~, pon~erándole las grandes
v~ntaJas que conSIgo t:ala la VIda de sociedad. Agra– do la propuesta al CaCIque, y can su valiosa coopera– ción, si bien con gran trabajo, consiguieron al fin los Padres formar el pueblo de Ravinal, en donde llega– ron a reunir como unas cien familias, que en 1542 formaban ya una bonita población con sus casas en orden, su iglesita, etc., dando el aspecto de una ciu– dad civilizada. Ravinal fué, pues el primer pueblo formado en aquella región gracias a los esfuerzos de los Religiosos Dominicos coadyuvados por el cacique Don Juan.
Luego de esto, propuso Fr. Bartolomé de Las Ca– sas a Don Juan le acompañase en el viaje que pen– saba hacer a la ciudad de Santiago de los Caballeros asegurándole sería en ella muy bien recibido por to~
dos los españoles. Tan familiarizado estaba ya el cacique con los Religiosos, que no puso la menor di– ficultad, antes bien mostróse muy gustoso de ello. Previamente avisados en Guatemala, hicieron a Don Juan solemne recibimiento a la entrada de la ciudad colocándole en medio del Gobernador y del Iltrmo' Sr. Marroquín, quienes procuraron llenarle de aten-ciones. . Enseñáronle cuanto de bueno había que ver en Guatemala; y en los comercios, según orden que de hacerlo así tenían,· ofrecíanle cuanto le agradaba Pero nada le llamó tanto la atención como un cua– dro de la Virgen María, que mostró deseos de tener, y el que, como buen cristiano, quiso recibir de rodi– llas de manos del Sr. Obispo.
Vista y conocida por Don Juan la ciudad dispu– sieron los Religiosos la vuelta, en la que le acompa– ñaron los Padres Fr. Bartolomé y Fr. Rodrigo de La– drada, llegando todos felizmente a Ravina1. Después de pasar aquí algún tiempo, empleados en el ministe– rio apostólico, dispusieron los Padres continuar su predicación evangélica por tierras de dos caciques ve– cinos, de quienes fueron bien recibidos, y a quienes lograron convertir y bautizar, tomando uno de ellos el nombre de Miguel y el otro de Pedro.
Ayudados de estos dos nuevos y poderosos cris– tianos, que en todo imitaron la conducta de Don Juan en ayudar a los Religiosos, consiguieron estos entrar en las montañas de Cobán, en donde encontraron gen– te tan buena, dócil y entendida, que el Padre Las Casas aseguró haber entre aquellos indios quienes observaban la ley natural. Por esta buena circuns– tancia el fruto de la predicación fué allí muy abun– dante, deteniéndose los Padres en aquella comarca más tiempo del que habían pensado, catequizando a unos y administrando los Sacramentos a los ya con– vertidos; hasta que, llamados por el Ilustrísimo Sr. Marroquín, volviéronse a Guatemala, no sin antes pa– sar por Ravinal para saludar y despedirse del bueno de Don Juan.
De este modo realizaron Fr. Bartolomé de las Ca– sas y sus compañeros, entre los que se distinguió el P. Fr. Luis Cáncer, la conquista pacífica de la región de Tuzulutlán, que los españoles habían denominado tierra de Guerra, y que después Carlos V, al tiempo que con su regia autoridad confirmó el contrato he– cho entre los Religiosos Dominicos y el Gobernador de Guatemala, quiso se llamase Verapaz.
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