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puesto de primeros ocupantes respecto de las demá,s Ordenes religiosas, puesto que cuando a Guatemala llegaron los primeros Hijos de San Francisco (1540), hacía ya años que la Orden de Predicadores tenía fun– dado Convento en nuestra tierra" (1).

Estos cuatro Dominicos, continuando la obra que había dejado comenzada su hermano el P. Betanzos, fundaron el primer convento que existió en Almo– langa. Llamáronle de Santo Domingo, y fue uno de los principales centros de donde irradió la cultura y

civilización en estos pueblos, como lo veremos en la continuación de esta historia.

Demasiado sabía el Iltrmo. Sr. Marroquín que las Ordenes religiosas son el gran elemento civilizador con que Dios ha socorrido en todo tiempo a su Iglesia para la difusión del santo Evangelio. La Historia le ofreció el caudal de sus conocimiento; y el Señor le propor– cionó los hijos de la Orden de Predicadores, la Orden apostólica por excelencia; así es que en la fundación del primer Convento de Santo Domingo de Almolonga, vio el Sr. Marroquín el grande auxilio que Dios le proporcionaba para la evangelización de su diócesis de Guatemala. Así, pues, a este tan ilustre Prelado debe el pais esos apóstoles, a quienes él mismo preparó para el ministerio, puesto que personalmente enseñó a los primeros Rel~osos la lengua del país, que él tan bien conocía, y quk ellos aprendieron a maravilla, sin cuyo requisito el celo apostólico de los Hijos de

Santo Domingo se hubiese encontrado a los principios con poco menos que insuperables ostáculos.

"Los naturales del país, inferiores en conocimien– tos y aun, ~n inteligencia a los conquistadores, no les era tan facll el aprender el oastellano' y de ahí que los Religiosos se viesen en la necesidad' por así decirlo

~e ap,render los idiomas del país que p~nsaban evange: hzar. Preparados, pues, aquellos pnmeros Dominicos que a Guatemala llegaron con el conocimiento del idioma que hablaban los naturales, comenzaron la ar– dua empresa de evangelizarlos, con tanto celo y entu– siasmo por parte suya, y con tanto fruto por parte de los indios, que bien pronto la Ciudad y sus contornos ofrecieron pequeño campo a su acción apostólica. y

he aquí a nuestros cuatro Religiosos Dominicos prepa– rarse para la mayor de las empresas evangélicas qt10 se registran en los anales de la Historia del Nuevo Mundo, que fue la conquista pacífica ere Tuzulutlán cuyos feroces habitantes nunca habían podido ser sub– yugados por las armas de lo:;; conquistadores, a pesar de haberlo intentado en varias ocasiones, y que ahora lo iban a ser por la evangélica voz de los frailes Pre– dicadores.

Mas, antes de pasar adelante en nuesJra narración, queremos reservar un lugar para dar el), él cabida a la biografía del célebre Dominico F'r. Bartolomé de las Casas, héroe principal, por así decirlo, de la evan– gelización de, los indios en Centro América, y aun en todo el Nuevo Mundo.

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BIOGRAFIA DEL CELEBRE PADRE FRAY BARTOLOME DE LAS CASAS, COMUNMENTE LLAMADO EL "DEFENSOR DE LOS INDIOS". - SU NACIMIENTO Y ESTUDIOS. - PASA A LA ISLA DE SANTO DOMINGO. - SUS RELACIONES CON LOS RELIGIOSOS PREDICADORES, CUYO HABITO TOMA. -

PASA A LA NUEVA ESP~A, LLEGA HASTA EL PERU Y VUELVE A GUATEMALA.

Fray Bartolomé de las Casas nació en la ciudad de Sevilla (España) el año 1474. En la famosa Uni– versidad de Salamanca hizo sus estudios hasta llegar a obtener el título de Licenciado.

Su padre había sido marino, y uno de los que

acompañar~n a Colón en su ~e~undo viaje a A~érica;

circunstancIa por la cual qUlza le entraron a el tam– bién deseos de embarcarse como lo hizo el año 1502 en compañia de Obando que estaba nombrado Go– bernador de la isla de Santo Domingo. Tenía enton– ces Fr. Bartolomé veinte y ocho años.

En 1510 ordenóse de sacerdote y celebró su pri– mera misa en la ciudad de La Vega; siendo el prime– ro que recibió el orden del presbiterado en América. Al año siguiente pasó a la isla de Cuba como Conseje– ro de Velásquez que era su Gobernador. Este como

l'l1 agradecimiento a los buenos servicios que le pres– tara en el gobierno de la Isla le asignó una parte del repartimiento que hizo de los indios; "favor que, se– gún un cronista, lloró todos los días de su vida". Habiendo salido Pánfilo de Narváez a la pacifica– ción de algunos pueblos, fué testigo de algunos de Jos abusos que se cometían con los indios; abusos que d'eron ocasión para que se comenzase a despertar en su alma noble la idea de consagrarse a la defensa de 2-quellos desgraciados. Mas todavía no estaba del to– do desprendido de las cosas de la tierra, puesto que consta que aun después de esto hizo muy buenos ne– gocios asociado a un tal Rentería.

,Pero la noble idea ya había prendido en su al– ma, y se iba desarrollando poco a poco en lo interior de su espíritu, comenzando a dar sazonado fruto en el sermón que predicó en la fiesta de Pentecostés del año 1514, en el que puso ya de manifiesto su pen-

samiento acerca de la conducta qUe debía seguirse en el trato con los indios. Desde aquel día se propuso renunciar a la parte que le había cabido en suerte en los repartimientos; y así se lo comunicó al Goberna– dor Velásquez. No le creyó éste a los principios' mas, llegando a sospechar pudiera hacerlo, le dijo:

~lue "si tal hiciera se había de arrepentir"; a lo que Las Casas contestó: "Plegue a Dios que, cuando ven– ga yo a pediros con lágrimas de sangre que me vol– váis mis indios, y vos por amor mío lo hiciéredes, El sea quien os castigue este peoado". (2) Y como lo ha– bía pensado así lo hizo Las Casas en mismo año de 1514; y a su ejemplo también Pedro de Rentería Desde entonces comenzó Las Casas a combatir' los repartimientos, no sólo en conversaciones con par– ticulares, mas también en público, como lo hizo pre– dicando el día de la Asunción de dicho año. A este sermón siguieron otros varios; mas todos sin fruto alguno práctico, sino es la animosidad que contra él se formó por aquellos que se juzgaban perjudicados en sus intereses materiales, y que no se cuidaban gran cosa de los del espíritu, que eran los que para ellos buscaba el P. Las Casas.

La oposición que entonces tantos le hicieron, le– jos de desanimarle en su santa empresa, sirvió para (me con más empeño tomase la defensa de los indios. Por entonces llegaron a la Isla cuatro Religiosos Do– minicos, que había mandado desde la Española el P. Fr. Pedro de Córdoba. Conferenció con ellos el Pa– dre Las Casas, coincidiendo todos en el modo de pen– sar acerca de los repartimientos; y todos de común acuerdo se dieron a predicar contra tal abuso, aun– que sin alcanzar mejor resultado.

Entonces con el Dominico Fr. Gutiérrez de Am-

(l) "Historia del Desenvolvimiento intelectual de Guatemala" Cap. XXIII.

(2) Don Carlos Gutiél'rez en su obra "Fray Barioll mé de las Casas, sus tiempos y su apostolado".De esta obra tomamos la mayor parte de los datos que a Fr. Bartolomé se refieren.

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