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A principios de Diciembre de 1530 se puso en ca– mino el bendito Padre; y caminando siempre a pie, en la misma forma que había venido, entró en México el 24 de Febrero del siguiente año. Mas el blanco hábito dominicano, símbolo de la paz, se había dejado ya ver en el suelo centroamericano, "no en compañía de guerreros, escribe el guatemalteco Don Jesús Her– nández, (1) ni aliado a empresas menos nobles y re– pugnantes, sino edificando; no le trajeron consigo los conquistadores en su arriesgada empresa, lo trajo un humilde religioso, apoyado en el celo apostólico que le animaba y con la mira de fundar una Casa que fuera el centro de futuras empresas pac.íficas que cam– biarían el país de salvaje en civilizado. No ~ guiaba la adquisición del oro, ni venía a cooperar a los planes ambiciosos de algunos capitanes y soldados; más altos

'Y más nobles eran sus ideales, los ideales de la pro– pagación de la fe, que pretende salvar a todos los hombres reduciéndoles al redil de Jesucristo, al seno de la verdadera Iglesia, único centro en la tierra de donde parte la verdadera civilización".

Por este mismo tiempo llegó a Guatemala Don Fran– cisco Marroquín, que fue su primer Obispo. Séanos, pues, permitido dar a conocer aquí, si bien sea sólo a grandes rasgos, la biografía de este tan ilustre personaje, que tan brillante papel desempeñó en la civilizac,ión centro americana. A ello nos obliga la gratitud, puesto que fue él quien con preferencia puso los ojos en los Religiosos Dominicos, tan pronto como fue nombrado Obispo, para que llegaran a ayudarle en el desempeño del cargo pastoral que Se le había encomendado en la tan extensa diócesis de Guatemala, ofreciéndose él mismo a costearles el viaje.

Nació Don Francisco Marroquín el año 1478 en el Valle de Toranz'o, Provincia de Santander (España). Desde su juventud aplicóse a la práctica de las vir– tudes y al estudio de las ciencias eclesiásticas, habiendo obtenido muy joven aún el grado de Doctor en Sagrada Teología, de la que fue luego profesor en Osma, en donde se hizo notar por su talento olaro y dedicación a las letras.

Siendo ya sacerdote dispuso la divina Providencia que se encontrase en la Corte de España el año 1528

con Don Pedro de Alvarado, quien le habló deteni– damente de las cosas del Nuevo Mundo, manifestán– dole su deseo de que le acompañase a su vuelta a Gua– temala. Aceptó Marroquín la propuesta, de modo que en 3 de Junio de 1530 ya fue nombrado por Alvarado, en nombre de Carlos V, párroco de la ciu– dad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, en lugar del Pbro. Don Juan Godínez.

Para la legítima colación del beneficio acudió Ma– rroquín al Sr. Obispo de México, quien no sólo dio su beneplácito, sino que, por la ausencia del P. Fray Domingo de Betanzos, nombróle también su Vicario General en toda la provincia de Guatemala. Desde los principios dióse con empeño al estudio de la len· gua del país, la que aprendió en poco tiempo y con tal perfección que pronto la pudo enseñar a otros y de hecho la enseñó a los primeros ministros del Evangelio que a aquellos países fueron sucesivamente llegando.

El año 1533 le propuso Carlos V para primer Obis– po de Guatemala y el Papa Paulo Ir le confirmó en el cargo pastoral por Bulas qUe expidió el 18 de Di– ciembre de 1534. Mas no se consagró sino hasta el día 7 de Abril de 1537 en la ciudad de México. Dio leyes prudentísímas para el buen gobierno de su diócesis; procuró enviar por toda ella sacerdotes,

y aún visitarla personalmet;lte. en cuanto le fUe po– sible. Sus desvelos no se limItaron solamente a pro– curar el bien espiritual de sus ovejas, sino que también extendiéronse a promover por todos los medios el en– grandecimiento y progreso de Guatemala, que tanto le debe.

"Dedicóse el ilustre Don Francisco, escribe el señor Batres Jaúregui, (2) desde que pisó la tierra de Goa– themala, a la protección de los naturales; fundó la primera escuela; levantó un hospital; se empeñó en la erección de la Universidad; fundóse, a su memoria consagrado, el pueblo de San Juan del Obispo; legó dinero para favorecer la enseñanza superior; y vivió Llna vida de virtudes que harán siempre venerable su memoria".

Al Iltrmo. Sr. Marroquín se debe la venida a Guatemala de Religiosos de distintas Ordenes. Edificó la iglesia parroquial de la Vieja Guatemala, así como la Catedral en la Antigua, para la que impetró y consiguió de Su Santidad Julio II! el año 1551 las mis– mas gracias y privilegios concedidos a la de Santiago de Galioia en España. Asistió personalmente a la Junta que el 1546 tuvo lugar en México para tratar del bien de los naturales del país; y por un delegado al Concilio Provincial Mexicano celebrado en 1555

F'inalmente, después de haber hecho todo esto y otras muchas cosas más, algunas de las que iremos viendo en el decurso de esta historia, amado de todos y de todos sentido, murió lleno de méritos el Viernes Santo 18 de Abril del año 1563. '

Este varón apostólioo "digno de parangonarse, es– cribe Juarros, con los obispos de la primitiva Iglesia'" "exemplo y dechado de Prelados'~p '::omo le llama Re~

mesal; "hombre de grande humil\l[d y caridad", como le apellida el P. Fr. Tomás de la Torre; "pastor des– tinado por Dios para la Iglesia de Guatemala, como dice otro autor, y piedra fundamental de su espiritual edificio"; "que a todo 10 bueno que hubo entonces va ligado su nombre", como escribe Batres Jaúregui; gobernó la Iglesia de Guatemala, por espacio de 33

años, cuatro como Vicario del Sr. Obispo de México y 29 como su Obispo propio.

Cuando el Iltrmo. Sr. Marroquín fue nombrado Obispo no había en Guatemala otros clérigos más que él y el P. Godínez. Por esto, aun antes de haber re– cibido la consagración episcopal, ya pensó en traer a su diócesis Religiosos que le ayudasen en la ardua empresa de evangelizar al país.

No tuvo el Sr. Marroquín la menor duda sobre qué Religiosos había de llamar. A su paso por México había conocido y tratado a los beneméritos Hijos de Santo Domingo de Guzmán; y a uno de estos, al san– to Fr. Domingo de Betanzos 10 había tenido en su compañía en Guatemala durante algún tiempo. Por otra parte, el año 1530 había conocido a Fr. Bartolomé de las Casas, cuando éste junto con los Padres Fr. Bernardino de Minaya y Fr. Pedro de Santamaría (An– gulo), se detuvo algún tiempo en Guatemala a su paso por El Realejo (Nicaragua), en donde debían embar– carse para el Perú (3). Todas estas circunstancias hicieron que el Iltrmo. Sr. Marroquín pensase desde luego en traer a su diócesis Religiosos Dominicos. A esto se añadió una circunstancia más: y fue que habiendo ido Fr. Bartolomé de las Casas y sus com– pañeros al Perú con ánimo de fundar allí una Casa de la Orden, y no habiéndolo podido realizar por entonces, dióronse la vuelta a Nicaragua, a donde se encontraban. Tan pronto como esto supo el Sr. Ma– rroquín, escribió amistosa carta a Fr. .Bartolomé, en la que le invitaba, mejor dicho le suplicaba, qUe con algunos Religiosos más se viniese a Guatemala, a ocu– par el Convento que había dejado comenzado el P. Fr. Domingo de Betanzos, ofreciéndole al mismo tiempo

~ufragar todos los gastos del viaje.

Aceptó Fr. Bartolomé la invitación: de suerte que a fines del año 1535 ya llegaron a Guatémala tres Re– ligiosos Dominicos, y a principios del siguiente año otro más. Fueron estos cuatro Fr. Bartolomé de 13S

Casas, Fr. Luis Cánoer, Fr. Pedro de Angula y Fr. Rodrigo de Ladrada (4). "Los Religiosos Dominicos escribe el Sr. Salazar, ganaron en Centro América el

(1) "El Pabellón del Rosario", de Guatemala. (2) I,a. América Central ante la Historia, Parte 11, Cap. VIII. (3) Remesal Libro III, Cap. IV. (4) Id. Cap. V.

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