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« Previous Page Table of Contents Next Page »ga, dispuso Fr. Vicente con la autoridad de Vicario de que estaba revestido, juntar Capítulo, pensando que así podria alcanzar lo que de Fr. Domingo perso– nalmente no había podido conseguir. Pero salieron fallidas sus esperanzas; porque, en virtud de las ra– zones que Fr. Domingo expuso ante el Capítulo, fué confirmado Fr. Vicente en el cargo de Superior, con mucho contento de todos y en especial de Fr. Do– mingo, que se vió, no sólo exento de aquella carga, que le era tan pesada, si que también más libre para dedicarse de lleno a la evangelización de los indios, que era lo que él más quería.
Fué el P. Fr. Vicente de Santamaría quien co– menzó en aquella tierra a enviar Religiosos Domini– cos por todas partes, para que instruyesen a los in– dios en la fe cristiana y fundasen nuevos conventos; y en tanto que Fr. Domingo de Betanzos se fué a fundar a Guatemala, como lo veremos más adelante, otros Religiosos establecieron las Casas de OaxtepE;c, que fué la primera, Chimaloacán, Chalco, Coyoacan y otras; cuyas fundaciones fueron apoyadas por !a Audiencia, según lo dispuesto por Carlos V que habla ordenado que, a cada Convento de la Orden que se estableciese en la Nueva España, se le diese d su r~l
hacienda un cáliz de plata, una campana, todo el aceI– te que fuese menester para una lámpara que ardiese continuamente ante el Santísimo Sacramento, Y la harina y 'lino que fUeJ;en necesarios para las misas; todo lo cual se cumplió.
Entonces surgió una cuestión; y era que el p. Fray T'omás de Berlanga, Provincial de la Provincia de Santa Cruz de la Española, pretendía visitar con carácter de tal los Conventos fundados en la Nueva España por pertenecer a aquella Provincia su primer fundador el P. Fr. Domingo de Betanzos. Para ello pidió los' competentes despachos, que le dió el Vica– rio General de la Orden, Rdmo. P. Fr. Pablo Botigela, quien los confirmó más tarde siendo ya Maestro Ge– neral sin tener en cuenta que su predecesor, el Rdmo. P. F~. Francisco Silvestro, había ordenado con au t 9– ridad apostólica que la Provincia de Santiago de Mé– xico como independiente de la de Santa Crcz de la Española, procediese e:n las elecciones con la, misma libertad e independencJa que en todas las demas de la Orden' y con esta autoridad había sido elegido Vica-rio el ·P. Fr. Vicente de Santamaría. . . No estaban muy claras las cosas; y para su dilUCI– dación mandó éste a Roma al P. Fr. Domingo de Be– tanzos para, en atención a las letras apostólicas y del General de la Orden que a su favor tenían, con– seguir se determinase de manera absoluta la indepen– dencia de la Provincia de Santiago de México. Acep– tó sin réplica el bendito Fr. Betanzos, que entonces se hallaba en Guatemala, lo que se le ordenaba, sa– liendo con este fin de Méjico en el mes de Marz
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del año 1531, llevando en su compañía al Hermano lego Fr. Diego Marín, con quien llegó felizmente a Roma. Estaba el Maestro General de la Orden en Nápoles, y a esta ciudad dirigi.eron sus pasos. hallán– dole tan enfermo que, sin haber resuelto nada, falle– ció en Octubre de aquel mismo año. Por esta causa Fr. Domingo de Betanzos esperó al Capítulo Gene– ral que se celebró en 1532 y en el que fué electo Ge–
ne~al el Rdmo. P. Fra. Juan de Fenario. Trató con él sus negocios Fr. Domingo, mostrándole los despa– chos que traía, y pidiéndole humildemente que los favoreciese. Ofrecióle el General su favor y le man– dó presentarse aquellos despachos al Definitorio, de donde saUó todo determinado y acordado tal como Fr Domingo lo pedía, declarando independiente a la 'Provincia de Santiago de México, y revocando cua– lesquiera orden que se hubiese dado en contrario. Con tan buen resultado, después de recibir la bendición del General de la Orden, partió para Ro– ma, pus no quería marcharse sin recibirla también del Sumo Pontífice, l'J.ue entonces 10 era Clemente VII. Recibióle éste con suma benevolencia; y des– pués de haberse enterado de los progresos de la fe en el Nuevo Mundo, holgándose mucho por ello, con-
cedióle especiales gracias a Fr. Domingo. Pidióle éste que diese su confirmación apostólica a la inde– pendencia. de la Provincia. de ~antiago, que ncababa de determmar el General deía Orden y su Capítulo a lo que aíccedió gustoso el Santo Padre; con lo cual:
y con haber recibido la bendición apostólica, partió contentísimo camino de España.
AqUÍ, con la licencia que para ello traía del Rdmo. Maestro General, reunió a varios Religiosos varones insignes en santidad, tales como los Padre~
Fr. Pedro Delgado, Fr. Tomás del Rosario, y otros' y con ellos embarcó de regreso para la Nueva EspaÍía, adonde llegaron felizmente, si bien después de ha– berse visto amenazados de furiosa tempestad en el mar, el año 1543. Manifestó a los otros Padres, que ansiosos esperaban la vuelta de Fr. Domingo, los bue– nos despachos que traía; y para su cumplimiento anuncióse Capítulo Provincial electivo para el si– guiente año de 1535. Reunióse este C'apítulo en el Convento de Santo Domingo de México, y en él fué elegido de común y unánime acuerdo por primer Pro– vincial el mismo P. Fr. Domh~o de Betanzos, para que él, que habia puesto la primera piedra de aque– lla Provincia, la moldease ahora a su gusto y confor– me a su buen espíritu. Negábase el santo Fr. Do– mingo a aceptar el cargo, que si siempre pesado, para él lo era más por ser ya bastantp,. anciano; pero fue– ron tantos los ruegos que se l{::"''hicieron que al fin hubo de aceptar.
No nos detendremos aquí a ponderar el gran cui– dado y prudencia con que el P. Betanzos comenzó a gobernar la nueva Provincia de Santiago, ni el espe– cial interés que puso en la evangelización de los in– dios. Sólo, pues, haremos constar el gran servicio que a los indios y a la Iglesia hizo durante su pro– vincialata. Comenzaron en aquel tiempo algunos a propalar la idea de que los indios no tenían alma ar– :.:Íonal y, por consiguiente, que eran incapaces de re– cibir los Sacramentos. No es posible decir el gran sentimiento que esto causó en el ánimo del P Be– tanzos, quien, bien convencido de lo contrario, 'man– dó a Fr. Bernardino de Minaya que, sin pérdida de Sumo Pontífice, que entonces lo era Paulo III, de la verdad del caso. Lo cual dió ocasión para que el Santo Padre despachase sus Bulas apostólicas del año 1537, por las cuales se determinaba que los indios eran verdaderos hombres, y como tales capaces de recibir los Sacramentos de la Iglesia. "Este benefi– cio que a la Iglesia y a los indios hizo el P. Fr. Do– mingo de Betanzos no tiene primero, y es tanto ma– .vor cuanto es más universal y categórico, y cuanto fueran mayores los perjuicios si aquel mal no se hu– biera cortado tan a tiempo".
Por fin, después de terminar su provincialado con tanta gloria, cargado de méritos y de años, ha– biendo renunciado, como lo afirma Remesal (1), el Obispado de Guatemala, determinóse a volver a Espa– ña, cuyo viaje emprendió acompañado de Fr. Vicente de las Casas en el año 1548, con gran sentimiento de todos así de indios como de españoles, y de Religio– sos de todas las Ordenes, y en especial de tantos hi– jos suyos espirituales a quienes había dado el hábi– lo dominicano.
Llegado a España, dirigióse al Colegio de San Gregario de Valladolid, en donde fué recibido de sus hermanos religiosos con muchísima alegría en aten– ción a sus muchos y extraordinarios méritos. Mas poco tiempo gozó de la grata compañía que le ofre– eían sus hermanos en Religión, porque una fuerte ca– lentura que le sobrevino dió a entender a todos, y así lo entendió él mismo, que estaba próxima su muer– te. para la que quiso disponerse pidiendo le admi– nistrasen los santos Sacramentos. Recibiólos con gran devoción y edificación de aquella Comunidad' y negada la hora, rodeado de los Religiosos que l~
hacían la recomendación del alma, levantando las ma– nos y los ojos al cielo, con valerosa voz dijo: In ma· nus ,tuas, Domine, commendo spiritum meum... y en– irego su alma al Creador.
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