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« Previous Page Table of Contents Next Page »cia religiosa", como consta por el folio 9 del Libro de Defunciones del Convento de Santo Domingo de Guatemala, en 6 de Junio del año 1861, a los dos y
cuarenta minutos de la mañana, después de haber recibido los santos Sacramentos con edificación de la Comunidad. Tenía al morir setenta y nueve años,
siete meses y un día; y su Guerpo fue sepultado en el nicho N9 1~ del. P~?teón del Convento, sobre el que se ~ee esta mscnpClOn: "El P. Mtro. y Sub-prior, Fray Jase. 19nacio Mén.d~z, de 97 años, 9 meses y un día, muna lleno de mentas en el Señor y fue sepultado en el Panteón el 6 de Junio de 1861".'
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EL DOMINICO EXCLAUSTRADO P. MANUEL SERRANO. NOTABLE ORADO'R SAGRADO, SALVADORE– ÑO. - BIOGRAFIA DEL BENEMERITO PADRE MIGUEL FUNES, FERVOROSO y ENTUSIASTA TER–
CIARIO DE NUESTRO PADRE SANTO DOMINGO. Antes de terminar la presente obra queremos dar a conocer, siquiera sea brevemente, a estos dos ilus– tres salvadoreños: al Padre Manuel Serrano, Reli– gioso Dominico exclaustrado y al Padre Miguel Fu– nes, Terciario de Santo Domingo.
FR. MANUEL SERRANO.-Entre los oradores sa– grados más notables que ha habido en la República de El Salvador, figura el P. Manuel Serrano. Aunque originario de Iza1co, nació en la Capital de la Repú– blica en el año 1813. Sus padres, procedentes de fa– milias nobles españolas, diéronle la más cristiana edu– cación.
Se dice que, desde pequeño, se complacía el niño Manuel Serrano en predicar a otros de su edad 10
que leía en las "Glorias de María", escritas por San Alfonso María de Ligorio. Ya mayorcito recibió edu– cación e hizo sus primeros estudios en el Convento de Santo Domingo de San Salvador, bajo los auspi– cios de su padrino el R. P. Fr. José Ignacio Méndez, quien le envió después a Guatemala para que hicie– se el noviciado de la Orden de Predicadores, cuyo hábito tomó en aquel gloriosísimo Convento domi– nicano.
Hecha su profesión religiosa, comenzó los estu– dios eclesiásticos, en los que Se distinguía notable– mente entre sus condiscípulos, por lo que los Supe– riores le pasaron a la sección especial del Colegio de Santo Tomás, donde se daba más esmerada instruc– ción en las ciencias sagradas y profanas. Mas antes de terminar su carrera eclesiástica sobrevino la ex– pulsión religiosa de 1829, pasando entonces Fr. Ma– nuel Serrano al Convento de Santo Domingo de Ciu– dad Real de Chiapas, en donde coronó felizmente sus estudios y recibió la ordenación sacerdotal.
Pasado algún tiempo, volvióse a San Salvador, su patria, en donde Se dedicó con gran celo al minist~
rio de las almas, siendo notable por su celo y predI– caüÍón. Cuando en 1843 celebró su primera misa pon– tifical el Iltrmo. Sr. D. Jorge Viteri y Ungo, primer Obispo de San Salvador, fue el P. Serrano el des~gt:a
do para predicar en tan solemne acto, al que aSlstle– ron todo lo principal de la sociedad salvadoreña y las autoridades civiles y militares. Y tan a satisfacción de todos desempeñó el P. Serrano su cometido, que el nuevo Prelado quiso premiarle nombrándole Canó– nigo del Cabildo eclesiástico que iba; a establecerse en la nueva Diócesis, y el que por vanas causas no se formó entonces, quedando el P. Serrano dedicado a la administración parroquial.
Prestó sus buenos servicios a la República como Consejero de Estado; y en el tiempo que gobernó el General D. Gerardo Barrios fue nombra~o Vicario Ge– neral del Ejército, por 10 que ap!ovecha~dose de esta circunstancia daba todos los dIas festlvos notables instrucciones religiosas al cuerpo militar, a las que asistían también toda clase de personas, tanto que no cabían en el templo, admirando todos lo qUe decía y la eJegancia en el decir; su voz so~ora, agradable y majestuosa, y todas las buenas cualIdades que ador– nan a un excelente orador sagr~~o, por. los que, co– mo nos dijo persona que le con OCIO, yayo, Se le llama– ba ordinariamente "Pico de Oro".
Prueba de las buenas cualidades oratorias de que estaba adornado el P. Serrano, es el grandioso pa– negírico que predicó en las fiestas patronales de San Salvador, el 6 de Agosto del año 1861, que ha sido
impreso varias veces, y que le mereció el hono~ de que el General Barrios, Pr~~i~ente de .la República, que le estuvo escuchando, le dIrIgIera la SIguiente carta' - "Sr. Vicario General del Ejército Salvadoreño D. Manuel Serrano. ' Mi amigo y señor:
Dios me preserve de la adulación al escribir a Ud. estas líneas. El sermón que Ud. ha predicado hoy hon– ra, no sólo a Ud., sino también al pueblo salvadoreño su patria y a su Gobierno. Fué santo y poético como' el Evangelio; es decir, aquella poesía divina Qll>":-'lsólo se enc?entra en !a obra del ~ijo de Dios. lY.IjI!e'CÓl,u y Fe– nelon se habnan hoy admIrado encontrand.'''~~i','i.-el Nue– vo Mundo, en un rincón del globo, que para'" .~~gunos es– tá habitado por caribes, un orador digno émulo de los más afamados apóstoles del cristianismo.
"Mi Padre Serrano: estoy entusiasmado, y permí– tame decirle que hoy en su oración ha sido elocuente. Su voz fue santa, poética y edificante. Si todos los ministros del altar tuviesen la capacidad necesaria pa· ra optar por el sacerdocio, la Relil;ión Cristiana, en los diez y ocho siglos que contamos, habría llenado su ini– sión, que es civilizar el mundo; más, por una fatali– dad sucede, como Ud. dijo, que las verdades encerra– das en un libro no pueden extenderse.
Por eso yo, mísero gobernante, pero que tengo en mi alma el buen sentimiento e instinto claro de los salvadoreños, anhelo, quiero, diré mejor, que nuestro clero sea ilustrado. ¿Para qué? para que él ilustre a mi pueblo, único medio de conservar nuestras institucio– nes, de vivir en paz, y oe amarnos con ese amor de Jesuscristo, que es la caridad y la tolerancia evan-gélica. .
Doy a Ud. mil enhorabuenas, y me queda el orgu– llo de ser su paisano, y además amigo que le ama".
G. Barrios.
El Prelado diocesano, por su parte, quiso premiar también los buenos servicios del P. Serrano, que jus– tamente era amado y admirado de runos y de otros. En virtud del Concordato, celebrado por el Gobier– no de El Salvador con la Santa Sede, ya pudo orga– nizarse el Cabildo Eclesiástico en 1866; y el Iltrmo. Sr. Saldaña, segundo Obispo de la Diócesis, nombró al P. Serrano Arcediano de la S. 1. Catedral, cargo que desempeñó con la dignidad que requería, contri– buyendo no poco con sus buenas cualidades al progre– so y severidad del culto sagrado.
Mas no pudo la Iglesia Salvadoreña gozar ya por mucho tiempo del influjo y autoridad que el P. Se– rrano se había conquistado entre sus paisanos; peno– sa y dilatada enfermedad fue acortando su vida, que se le acababa por momentos. Estando así, llegó a vi– sitarle un día un sacerdote, amigo suyo, quien para consolarle al verle con el ánimo tan abatido, le re– cordó la gloria y hermosura de los cuerpos resucita– dos después del juicio universal; a 10 que el P. Se– rrano lleno de fe, contestó aquellas palabras del Santo' Job: Creo que mi Redentor vive, y en el último día he de resucitar de la tierra, y en mi carne veré ¡¡¡
Dios mi Salvador".
Con estos sentimientos de fe y de esperanza, mu– rió en el Señor en Noviembre del año 1874; siendo su cuerpo sepultado en la Iglesia de Cuscatlancingo, próxima a la Capital, de dap.de había sido párroco,
y en donde reposan los restos mortales de este escla-
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