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« Previous Page Table of Contents Next Page »lugar donde sospecharon podría escucharles su anti– guo amigo y comenzaron a tocar y a cantar, como en otras ocasiones lo habían hecho juntos, dando la preferencia a una canción llamada "La Malagüeña", favorita en otro tiempo dé nuestro aspirante al blan– co hábito dominicano.
Mas todo fue en vano; y llegado el 2 de Febrero del año 1855, cuando tenía 26 años de edad, recibió el hábito de Santo Domingo el distinguido Juan. El mismo día comenzó su noviciado, durante el que se hizo notar por su fervor y observancia religiosa, y
de modo especial por su amor a la pobreza. Esta1;>a entonces aquella C'omunidad de Santo Domingo ne– cesitada, aún de las cosas más imprescindibles para su mantenimiento, y Fr. Juan autorizó para que se dispusiera de sus bienes aún antes de haber hecho su profesión; la cual tuvo lugar al terminar el año de noviciado, o sea el 2 de F'ebrero de 1856.
Como había hecho Fr. Juan sus estudios eclesiás– ticos en el Colegio de Santa Cl'UZ de su patria, con el aprovechamiento que dejamos dicho, no tuvo ne– necesidad de repetir de nuevo sus estudios, por lo que el 19 de Septiembre de 1857 ya se ordenó de sacpr dote. Recomendáronle luego el cargo de Procurador de aquella Comunidad, el que desempeñó con el más laudable acierto; lo cual sirvió de no poco alivio al P. Fr. Pedro Mártir Salazar, que en él puso toda su confianza para cargo tan delioado, sobre todo en aquel entonces que tan necesitada se hallaba dicha Comu– nidad, desposeída años antes de todos sus bienes. Ejemplar y modelo de virtudes, entre las que so– bresalía la caridad, juzgaron sus Superiores el gran bien que podría hacer en el ministerio de las almas, por lo que le nombraron párroco de San Pedro Car– cha; cuya parroquia, que tenía entonoes unas quince mil almas, sirvió algún tiempo. Pero las buenas cua– lidades de que estaba adornado para el m¡mejo de los negocios, fueron causa de que los Superiores, con grandísimo sentimiento de los fieles de San Pedro Carchá, le llamaran a la Capital, en donde nueva– mente le encomendaron el cargo de Procurador, el que desempeñó tan bien que pudo decirse que en su tiempo, "adquirió el Convento lo que no tenía y se aumentó lo que anteriormente existía".
Mas por el constante trabajo de quince años em– pleados, ya en la administración de los bienes de la Comunidad, ya en la parroquia de San Pedro Car– chá, al fin llegó a enfermar de bastante cuidado. Esto le movió a pedir a sus Superiores le concediesen al– gún tiempo de descanso, escogiendo a este efecto el Convento de Santo Domingo de Sonsonate (Repúbli– ca de El Salvador), en donde fue bien recibido por aquellos fieles a principios de Abril del año 1872.
En esta simpática Ciudad se hallaba Fr. Juan Ma– ría Martínez, cuando el Gobierno de Guatemala ex– pidió el Decreto del 10 de Junio del mismo año, ex– pulsando a todas las Comunidades Religiosas que mo– raban en la República. Tan inesperada notioia afli– gió de tal modo el ánimo de Fr. Juan, que sin dete– nerse a considerar, las circunstancias, y aún el peli– gro que podía correr, determinábase a volver a Gua– temala, cuando recibió orden de que permaneciese en Sonsonate hasta nueva disposición.
El Sr. Obispo de San Salvador, aprovechó la oca– sión que se le presentaba de utilizar los buenos ser– vicios de tan ejemplar sacerdote como F'r. Juan en beneficio de su Diócesis, y así le nombró coadjutor del párroco de la iglesia de la Santísima Trinidad de Sonsonate, que a la sazón lo era el también exolaus– trado, Fr. Patricio Ruiz', Religioso Franciscano. Des– de entonces, como dos hermanos, vivieron en el aban– donado Convento de Santo Domingo ambos Religio– sos, trabajando por el bien espiritual y material de aquella parroquia, cuanto no es fácil ponderar. "Pá– lido sería, escribe en el Pabellón del Rosario el Iltrmo. Sr. Arzobispo de Guatemala, D. Fr. Julián Raimunno Jacinto y Riveiro, hablando del P. Fray Juan María Martínez, cuanto me atreviese a decir de su vida ocul-
ía y pública en la Ciudad de Sonsonate; sólo puedo asegurar que, según opinión general, fue de sacerdotes modelo y de párrocos espejo".
Así fue en efecto; porque, después de pasados cu:;– renta años; aún hemos conocido en Sonsonante a per– sonas que nos han hablado con grandísimo elogio de las virtudes y actuación de Fr. Juan en dIcha Ciu– dad. Una de esas personas, allí muy conocida y res– petada, es la fervorosa Terciaria de Santo Domingo, Srta. Juanita Campos. "Se habla mucho, me decia cierto día, de Fr. Patricio Ruiz, y con justicia, porq
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es mucho el bien que hizo en Sonsonate; pero se hace injusticia a Fr. Juan cuando no se le recuerda, par– la principal y única Casa, conviene a saber, del Con~
de cuarenta y cuatro abas, lleno de méritos y con la Juan hacía vida .más oculta, dedicándose de modo especial al confesionario y a la asistencia de enfermos y administración de Sacramentos con celo apostólico,
y un espíritu de sacrüicio tales que rayaban en he– roísmo. Fr. Patricio atendía, pues, más a lo que pu– diéramos llamar la parte material de la parroquia; mientras que el cuidado inmediato de las almas, la parte espiritual, ocupaba toda la ·atención de Fray Juan María Martínez". Completábanse el up'_~.,al otro; y entre ambos realizaron una obra de prp2~'có) y mo– ralización que nunca debieran olvidarse en,q~~f'<1sonate
Con todo, no era la vida parroquial la más confor– me con el espíritu de Fr. Juan, pues al fin y al cabo era religioso, y como tal deseaba vivir en alguna Comunidad. Con este deseo, en el año 1876 solicitó permiso del Prelado diocesano para irse a Espafla, lo que le fue concedido; más negóselo el Rvdmo. P. Maestro General de la Orden, Fr. J. María Sanvito,' quien le ordenó permaneciese en Sonsonate hasta nuevo aviso. Y el aviso que recibió poco después fue, que quedaba nombrado Vicario de la Orden de Predicadores en Centro América; facultándole a la vez para recibir a la profesión solemne del qUe fu~
más tarde Arzobispo de Guatemala y entonces se fir– maba Fr. Julián J. Riveiro, a cuya pluma debemos la mayor parte de los datos qUe nos han servido para hacer la presente biografía.
Con la muerte de J. R. Barrios, Presidente de Gua– temala y causa de la expulsión religiosa en aquella República, pensó en volver allá Fr. Juan María Mar– tínez; y al efecto, el primero de Mayo de 1885 salió de Sonsonate, en medio del gran sentimiento de aque– llos fieles, que le amaban como a su verdadero pa– dre. Llegó, pues, a Guatemala; y la prudencia, que en todo dirigía sus pasos, le aconsejó aceptar el hos– pedaje que le ofrecía entonces la familia de La Vega, la que en manera alguna consintió en que Se fuese a vivir en una mala habitación, úniCa de que se dispo– nía en el Convento de Santo Domingo, por temor de que morando en ella enfermase.
Era entonces Capellán de la Iglesia de Santo Do– mingo su Hermano en Religión, también exclaustra– do, el P. Fray Julián J. Riveiro, a quien comenzó a ayudar cuanto podía en el culto de nuestra Iglesia. A poco de llegar, asumió Fr. Juan la dirección de la Vble. Orden Tercera, que tenía entonces unos tres– dentas, entre Hermanos y Hermanas; número que ad– quirió pronto notable incremento debido a las cua– lidades y actividades del nuevo Director. En el minis– terio sacerdotal, una de las cosas más pesadas es el confesonario; y a éste atendía F'l'. Juan con cuanta asiduidad, prontitud y constancia le era posible, sien– do no pequeño el fruto que por este medio hacía en las almas: "fue tan asiduo en este Sacramento que raro día se quedó sin administrarlo".
Pidieron nuestros Religiosos al nuevo Gobierno dos de las antiguas celdas del Convento de Santo Do– mingo que les fueron concedidas, pasándose los d03 a vivh- a ellas. Pero a un nuevo cambio de Gabinete en el Gobierno se las volvieron a quitar; consiguien– do que a duras penas les cediesen una, la que quedó habitando el P. Riveiro. F'r. Juan, previamente invi– tado, aceptó agradecido el hospedaje que en su casa
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