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chos conventos de la Orden, para que así se exten– diese tan santa devoción y los fieles ganasen las gran– des indulgencias que están concedidas a los que la frecuentan, y que desde luego su Señoría se decla– raba cofrade". A continuación declaró que quedaba canónicamente establecida dicha Cofradía; quedando como primer Director de ella el M. R. P. Sub-prior del Convento de Santo Domingo Fr. Tomás de Vitoria. Al terminar esta .fiesta se abrió el Libro de cofra– des, siendo el Sr. Obispo el primero que escribió su propio nombre en dicho libro, sembrando de este modo, por así decirlo, en el dilatado suelo centroame– ricano, del que era primer Obispo, la semilla de la devoción a María, poniendo el Santísimo Rosario co– mo piedra angular de la civilización y evangeliza– ción de tan vasto territorio.

Firmaron el Acta de dicha fundación, como testi– gos, el Lícenciado Landecho y el doctor Mexia. Y se dispuso que en adelante cada año se hiciese pro~e­

sión con la Imagen del Rosario el día de la AnuncH~­

ción, la que debería salir de la Catedral para termI– narla en el Convento de Santo Domingo, como re– cuerdo, señal y pacto de esta Cofradía.

La fundación de la Cofradía del Santísimo Rosa– rio en la AntigUa Guatemala es anterior a la institu– ción de la fiesta del Rosario, pues ésta no tuvo lugar sino después del año 1571, en que se efectuó la fa– mosa batalla de los cristianos contra los turcos en Lepanto, que fue lo que dio motivo a l~ institución de la Fiesta del Rosario el primer dommgo de Oc– tubre. Por esta razón, al establecerse la procesión de la Cofradía del Rosario en La Antigua, no se señaló el primer domingo de Octubre, sino el día 25 de Mar– zo fiesta de la Anunciación de Nuestra Señora, que en'tonces era una de las fiestas de la Virgen que con mayor solemnidad se celebraban.

Con tan buenos principios, y siendo lo.s Religios.os Dominicos quienes tanto como dejamos dICho se dIS– tinguieron en la civilización y evangelización de Cen– tro América no hay necesidad de ponderar los ma– ravillosos p;ogresos que esta devoc,ión hizo en toda aquelal tiera. Con todo no dejaremos de poner aquí algunos datos que nos den a entender esto claramen– te. Concretémonos por ahora tan sólo a las dos ciu– dades, la Capital de Guatemala y Que~altenango.

No podemos precisar la fecha; mas no hay duda que, a propuesta de los Religiosos Dominicos, fUe cons– truida la artística Imagen, de plata, de Nuestra Señora del Rosario, de que ya hemos hecho mención. Esta Imagen, a la vez que la más rica joya que ~n todo tiempo ha adornado el templo de Santo Dommgo, es una prueba evidente de la grandísi!l1a devoción d~ los fieles guatemaltecos a Nuestra Senara del Rosano. Por espacio de unos do~cientos año~ Jue esta Ima– gen objeto de especial y tIerna devo~HiJn de lo~ ha– bitantes de la Antigua Guatemala, qmenes acudIan a ella no sólo para satisfacer su devoción a la Santí–

sim~ Virgen, si que también e~ ?usca de remedio pa– ra todas sus necesidades espIntuales y }emporal~s,

siendo maravillosos los frutos que consegman los fIe– les por medio de la nunca bien ponderada, deyoción del Santísimo Rosario. Con esto su Cofradla Iba en aumento de día en día, de suerte que en todo tiem– po ha sido una de las más florecientes, y lo es en el día de hoy de las de Guatemala.

Mas c~ando a consecuencia del terremoto de San– ta Mart~ del año 1773, se trasladó la Capital de G~~­

temala al sitio que hoy ocupa, fue trasladada tambIen esta venerada Imagen de Nuestra Senara del Rosa– rio; y en tanto que se edific!,!ba el nuevo templo ~e

Santo Domingo, estuvo. deposItada en ~a casa de!. MI' nistro de la Real HaCIenda, D. FranCISCO de Na]era, de donde fue trasladada solemnemente al nuevo tem– plo la víspera de la inauguración de éste, la que tuvn lugar el 6 de Noviembre del año 1808.

(1) La A. C. ante la Historia, Tomo U, Cap. IX.

Trasladada la Imagen de la Virgen del Rosario a la N;~eva Gyatemala, tr~sladóse también la antiquísi– ma Cofra0Ia del Rosano", con todas las prerrogati– vas y graCIas que le son propias. Con tal motivo ce– 1ebróse solemne fiesta en la iglesia de Santo Domingo el 7 de Abril de 1822, firmando el Acta de la nueva erección de dicha Cofradía, el M. R. P. Fr. Anselmo Ortiz, y como testig? Don Domingo Gómez de Segura y Don Pedro de NaJera, quedando como Director de la misma el M. R. P. Fr. Juan Indacochea.

A pesar de las dificultades político-religiosas por que se ha pasado en Guatemala, la devoción a la Virgen del Rosario no ha decaído en los fieles de todas las clases; bien podemos asegurar que es la de– voción más popular. De esta popularidad nos pueden dar idea, no sólo los cultos que constantemente en su honor se celebran en el templo de Santo Domingo de modo espec..ial los particu1arísimos y muy solem~

ne~ del mes de Octubre, si qUe también el caso si– gUlente.

Cuando en Guatemala se efectuaba la consolidación 0e los bienes eclesiáticos, fue p. Valerio Irungay, Jefe del ramo y hombre muy energico, a dar cuenta al G~neral Barrios, Presidente de la República, de que Iba a mandar por la imagen de lY,é':¡lirgen del Rosario al Convento de Santo Domingo~';- para fundir– la y sacar gran cantidad de plata. Pero el Presidente Barrios le contestó inmediatamente: "Cuidado como me toca a la Virgen del Rosario". Lo que demuestra que Barrios, con ser quien era, un perseguidor de la Iglesia, aún respetaba a la Virgen del Rosario como algo que era para él sagrado; acaso le quedaba el recuerdo de que su grado de bachiller lo había dedi– cado a Ella cuando era joven (1).

Mas no sólo en la Capital de Guatemala, sino en toda la República se ha tenido siempre particular devoción a la Virgen del Rosario, a lo que esta celes– tial Patrona ha correspondido con innumerables fa– vores, y aún obrado milagros. He aquí uno de, éstos que en el número 71 del "Pabellón del Rosario" s~

halla redactado en estos mismos términos por Don T. Coronado..

"El día 15 de Mayo de 1812 amaneció triste, som– brio y nebuloso para los tranquilos habitantes de las diez colinas, la hermosa Xelajú, como es llamada Quezraltenango, la metrópoli de Occidente, en idio– ma Quiché. El cielo, regularmente despejado, vióse entonces velado por espesos nubarrones que oculta– ban los fulgores del astro del día, y sobre la alta cima del volcán inmediato aparecían densos penachos de humo, que 'subían hasta los cielos y alternaban con espantosas llamaradas, que salían por intermitencias del cráter del citado volcán.

El fenómeno alarmó a los sencillos moradores de aquella ciudad, y más cuando, como de ocho a nueve de la mañana, se comenzaron a sentir grandes retum– bos, seguidos de estremecimientos de la tierra. Cre– ció el espanto cuando se advirtió que el enorme vol– cán, distante apenas dos o tres kilómetros de la po– blación, ardía por más de cien bocas, y que el cráter se convertía en una inmensa hoguera, por donde sa– lían espantosas llamas.

Pero, lo que aterró sobre manera a los atribulados moradores de la ciudad fUe la lluvia de enormes pie– dras que el volcán arrojaba por varias de sus bocas, las que su caída sobre cualquier edificio lo hubieran podido sepultar y con él a sus habitantes. Algunas de estas piedras enormes pueden observarse todavía en los barrios llamados de Los Chocoyos, San Anto– nio, El Calvario, &.

Todos querían huir de aquel diluvio espantoso de fuego, ceniz'as y pedriscos de todos tamaños; pero temían ser aplastados y aniquilados, y así fue que buscaron el refugio en los árboles y en los templos de la Ciudad. Desde luego surgió el pensamiento pia-

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