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pendencia; y de que no obstante ser la más joven de las nuevas rePúblicas, le fuera dado superar en honor e importancia a todas sus rivales, del mismo modo que José se había levantado por encima de sus hermanos.

La conversación giró después sobre la situación céntrica de la República y las consiguientes facili. dades para comerciar y mantener relaciones no sólo con Jamaica, sino también, por medio de ésta con el Perú y Chile. Se discutió también acerca de la proyectada navegación por el lago Nicaragua, me. diante la cual se facilitaría tanto el comercio británico con la China y las Indias Orientales, asi como sobre otros· asuntos de tanta importancia comercial para la República como para el Imperio de la Gran .Bretaña. Tuve el placer de oírle decir al Presidente que D. Juan de Mayorga, el Ministro en M~xico,

le había informado del interés que tomé en favor de su país. Dijo que había sabido que en muchas oca– siones yo había defendido la nueva organización de éste, contestando en México a personas que desea– ban que Guatemala siguiese dependiendo de aquella República, y terminó brindando por mí y mani· festando la esperanza de que yo volviese y me radicara (tal fue su expresión) en el país. Respondí que no creía merecer estos sentimientos; que nada podía ser para mí más grato que volver para quedar· me a vivir en el país; pero que habiendo dedicado hasta aquel momento toda mi vida, por humilde que ésta fuese, a servir a mi patria en mi patria, no podía abrigar la esperanza dé poder~olver como no fuese con un cargo oficial, siendo igualment~ dudoso que yo tuviese la buena fortUna de obtenerlo. La conversación tomó después 'i1n giro menos serio, tal vez mucho más interesante p¡¡ra mis lectores si yo la repitiese; pero me permito decirles que no lo puedo hacer. 'C'onvendrán conmigo en que los momen· tos que se pasan en el seno de la amistad y del buen humor debieran considerarse siempre como sa– grados, aun estando en compañía de nuestros iguales; pero revelar las confidencias de los superio– res cuando nos dispensan el honor de hacérnoslas, delata algo así como flaqueza de entendimiento y

mal corazón. Sirvieron té y café sin alzar el mantel. Luego pasamos a un cuarto contiguo en que había una mesa con licores y cigarros y allí estuvimos otra hora en muy amena conversación. Hacia las· seis de la tarde nos retiramos.

Lunes, 20 de Junio. - A las cinco de la mañana monté en mi caballo con el propósito de ir a visitar la vieja ciudad de Santiago de Guatemala que ahora llaman la "Antigua". Está situada a unas nueve leguas al Suroeste de la nueva capital, en dirección del Mar del Sur, y en .ella se reune el Con– greso del Estado. A pesar de haber sufrido frecuentes terremotos, su población ha llegado siempre a 8,000 o 12,000 almas, poco después de cada una de esas calamidades. :&1 canónigo Dighero, que con– sagraba sus trabajos científicos a la apertura de una buena comuni«lación por una carretera a un ca– nal entre la capital y el Pacífico, me refirió que se acordaba del terremoto del 29 de Julio de 1'773, el que siguió otra sacudida el 2 de diciembre del mismo año. En ninguna de estas ocasi·ones desertó de la ciudad toda la población, y a la larga se quiso obligarla a salir de ella mediante una real orden, pero sin efecto. Tampoco abandonó la vieja capital el Cabildo Eclesiástico hasta el año 1779, a pesar de las advertencias de otros fuertes temblores de tierra en 1775. Los incorregibles, (1) como llaman con razón .a los habitantes actuales, alcanzan a unos 18,0611 y las casas son pocas y caras. A lo largo de las primeras cinco millas, saliendo de la ciudad nueva, el camino corre por bonitas laderas cubier– tas de césped; después se ven más árboles; luego se pasa por profundas cañadas y se sube por las fal– (las de barrancas escarpadas que continúan hasta entrar en la Antigua. Al acercarme a ella me impre· sionó mucho la romántica belleza de la ciudad y del paisaje que la rodea. Intent~é describirlo.

Al Sur y al Este la ciudad está limitada por las tres grandes montañas cónicas de Guatemala, y al Norte y al Oeste por sierras (2) escabrosas y exuberantes de menor altura, al través de las cuales ser– pentea el camino que conduce a la nueva capital. La más hermosa de las tres grandes montañas se encuentran al Este; la llaman el volcán de Agua, porque a veces despide agua fría por el lado del Nor· te. Las otras dos, que están al Sur, también emiten agua, pero como siempre es caliente, esto les ha valido el nOlllbre de volcanes de Fuego. El agua caliente que sale por su falda del Oriente es muy medicinal y se llama de Bartolomé Acatenango. Hay una montaña más grande, al Sur de estos volcanes, llaniada Pacaya, y otra al Oeste Q.ue lleva el nombre de Atitlán. En realidad, las tres mono tañas más grandes se encuentran muy inmediatametne a la población y sus faldas arranCan en sua· ves y uniforme pendiente de las mismas calles de la ciudad y están cubiertas de plantaciones de no– pales o cochinillas y de añil casi hasta la mitad de su altura, con jardines exuberantes y grotescos pueblos de indios esparcidos en ellas. De allí hasta la propia cumbre ostentan árboles muy corpulen· tos. Las planicies en que están situadas la Antigua Y la Nueva Guatemala tienen una altura de unos 1,800 pies sobre el nivel del mar (3). Las cimas de las montañas, medidas desde el nivel del mar, es-

(1) En castellano en el texto.

(2.) En español en el texto. .

(3 El autor comete aquí un error, pues es bien sabido que estas dos ciudades están situadas a unos 5,000 pies sobre el nivel del mar. N. del T.

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