Page 89 - RC_1968_06_N93

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Con el objeto de recla,marlos, el General Cood envió a Guatemala a un cabalelro de apellido West. by con notas para el Gobierno en que se ie indicaba la necesidad de devolverlos. El Supremo Poder Ejecutivo, compuesto en aquel enonces de Valle Cerda y O'Horan, se inclinába a entregar los deser– tores y sometió el asunto al Congreso, recomendando la devolución. Por motivo de la oposición sus. citada, se pasó el asunto a nna comisión que en su dictamen apoyó el parecer del Ejecutivo. Ha– biendo convenido el Congreso en entregarlos, el partido que opinaba en contrario, fundándose en que el Decreto violaba uno de los artículos de la Constitución, pidió que se sometiese al Senado, sin cu– ya aprobación no podía tener efecto legal. DeSPués de volver el asunto al Ejecutivo y de ser re– considerado por el Congreso, se perdió por cuatro votos que faltaron para completar los dos tercios re– queridos en el caso.

Es preciso confesar que el asunto fue resuelto Con mucho espíritu de partido y contra los deseos del Ejecutivo; y para hacer justicia a las autoridades, se debl} decir que las causas ,de un resultado tan poco satisfactorio tuvieron su origen en la intervención gratnita y perniciosa de un caballero in–

glés que estaba viviendo en el país cuando el asunto fue sometido a la Asamblea y aconsejó a uno o más de sus miembros, en términos resueltos y plausibles, que no accediesen a la devolución solici– tada por el inetndente de BeIi~e. Mr. Hines, el caballero a quien aludo,' no abrigaba ninguna malá in. tknción; pero todo inglés, cualquiera que sean su categoría o su situación, se cree autori~ado y llama. do a meterse en política, sin saber el daño Que puede hacer, y ese señor no pudo resistir a la tenta– ciSn. Cuando vio el cari2'; que había tomado el asunto se mostró muy sorprendido y pesaroso de las di· fiClultades que había causado inconscienteJJlcnte. Al salir yo de 'Guatemala noté que el pobre hombre estaba muy triste, y murió en Beli~e durante su viaje de regreso a Inglaterra.

Sábado, 11 de Junio. - Estando uno de los señores Aycinena en vísperas de emprender un viaje a Inglaterra, escribí una carta al General Codd para informarlo de que yo llegaría a Izabal el 20 de julio y pedirle que me enviara su goleta a fin de que me llevase de allí a Belize, para poder regresar en uno de los barcos de la temporada que van convoyados; precaución sumamente necesaria según te– nia entendido, a causa de las horribles piralerías que diariamente se cometían en el golfo de la Flori· da y las islas vecinas.

Domingo, 12. - Pasé la mayor parte del día en Jocotenango, áldea situada a una milla de la ciu– dad. Había regular concurrencia en la fiesta. Después de la función religiosa hubo grandes fuegos ar– tüiciales, cuyo efecto se perdió completamente por el brillo deslumbrante del sol; sin embargo, pare– cían ser valiosos a juzgar por las complicadas armazones, los estallidos y el hUnlo. Había bancos de pie– dra en la Plaza, sombreada no sólo por el gran árbol del centro, sino también por enramadas en dos de sus costados. Debajo de éstas habían también asientos para la concurrencia que los aprovechaba o se paseaba por las verdes callejuelas en torno de la Plaza. Habiendo llegado al final de una de éso tas, conversando con un caballero inglés que había estado en el Perú, Chile, Guayaquil y otras pat– tes de aquellas repúblicas, me divirtieron mucho los informes que me dio.

Habíamos llegado a la orilla de una ancha y ondulante pradera, tachonada aquí y allá de boscajes de hermosos árboles. Mi compañero me había estado dando detalles sobre el comercio del añil y de la cochinilla y de los beneficios que repol'ta. Sus observaciones estaban llenas de datos, pero COn mezcla de disparates, y eran muy incoherentes y desatinados. El mismo no parecía darse cuenta del valor de sus informes, pero seguía charlando y amontonando observación sobre observación, como si fuesen piezas de seda o de pana sobre el mostrador de unmercader de paños. Su lengua era tan profusa co– mo retentiva su memoria. Por fin hizo una pausa: "Este es un hombre bastante observador -pensé– y quizás pudiera yo aprovecharlo para mis investigaciones". De suerte que poniéndome a mirarlo con tanto respeto corno pude, le dije:

-Ya veo que usted ha viajado mucho. -Si, señor; así es en efecto.

-Presumo que usted habrá tomado notas en BUS ViaJes.

"-¡Notas, señor, notas! _ contestó mirándome con mezcla de lásti~a y perplejidad. - No, señor no he tomado más que pesos y doblones.

Ya era tiempo de regresar, Al pasar por una de las callejuelas oí el sonido de unas guitarras y tra– té de abrir un postigo en que estaba una marrana vieja con el hocico metido entre dos barrotes. No pude desalojarla sin emplear mayor severidad de lo que yo deseaba, tan grandes parecían ser su con– fianza y su afición a la sociedad de los hombres. Pasando por el patio del cortijo llegué al sitio de don– de salía la música. El cuarto estaba llen(} de gentes, todas con sus trajes de los días de fiesta. Algu– nas de las mujeres llevaban una falda corta colorada con una orla de espesos vuelos blancos lisos y tupidos pliegues en torno de las caderas, con un ceñidor blanco. Por lo demás sólo tenían una camisa; pero como ésta era plegada y muy almidonada, suplía hasta cierto punto el corpiño. Sobre la frente

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