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ce reinar la conVlCClon de que los metales precio 50S deben de haber padecido una desorganización física interna ,a consecuencia, por decirlo así, de la revolución moral que reciéntemente ha agitado la vida de- aquellos magníficos e interesantes países. (1). Por motivo de los derechos de acuñación que se pagan en México, el Perú y Chile, se suelen enviar de allí cantidades considerables de metales preciosos para ser acuñados en la Casa de Moneda de Guatemala. El valor de éstos metales transo portados alcanza según un documento oficial, a 2,326 marcos y 5th onzas de ázogue, y 2,120 marcos de ulata en barras. En Tegucigalpa, provincia de Honduras, hay una Casa de Moneda que acuña sema· nalmente unos 1,400 pesos de moneda macuquina. Por no estar montada como se debé la principal ca· sa de la moneda, las piezas acuñadas por particulares y las de baja ley son muy comunes, especial– mente en Nicaragua.

La mayor parte de los metales que se extraen de las minas de Honduras Se exportan en barras y de contrabando en Jamaica, pasando por Belice y la Costa de Mosquitos. Lo probable es que a la principal casa de la moneda no llegue más de la tenera parte de los metales que produce todo el país. En México el total de la moneda acuñada allí an tes de la revolución alcanzaba a veinticinco millo– nes de pesos al año; después ha caído a diez millcnes. En Santiago de Guatemala la acuñación, que fue de 428,661 pesos en 181'7 y de 554,564 en 1818, se redujo en 1820 a 351,12'7 pesos. El valor total de la moneda acuñada en la casa principal, desde 1820 hasta 1825; es de un millón y medio: unos $300,006

anuales. (2).

CAPITULO 15

UNA FAMILIA GUATEMALTECA. ESTADO DEL COMERCIO DE ESCLAVOS. - FIESTA EN

JOVOTENANGO. - NOCIONES POLITICAS DEL PUEBLO.

Jueves, 9 de Junio.-Por ser hoy la octava del Corpus hubo de nuevo grandes festejos y ruidosos regocijos en toda la ciudad. Fuí con mis amigos a comer en casa de una familia respetabilísima de apellido Gutié·rrez. La comida fue enteramente española por la calidad y el nómero de platos. Las se· ñoritas de esta familia eran muy aficionadas a la mlÍsicaj cantaron, acompañándose recíprocamente con el piano y la gUitarra, y lo hicieron tan bien como lo mejor que yo había oído en aquellos países. Ade· más, el piano era regular. El padre Ramón Solís, collfesor de la familia, Diputado al Congreso y hombre que gozaba de mucho aprecio por su talento, era también de los convidados y contribuyó mUcho a ame– mar la reunión, porque cantaba notablemente bien y era un ltlaestro consumado en la guitarra, acom· pañándose él mismo unas veces con este instrum.ento y otras con el piano o el violoncelo. Los dos hi· jos podían tener veinte años y eran unos caballeritos de buena instrucción que mostraban muchos deseos de aprender más.

Paseándose por los corredores, después de comer, me hicieron muchas preguntas pertinentes so· bre las costumbres inglesas y parecían suspirar por tener la ocasión de ir a Europa. Cualesquiera que fuesen su suerte y sus esperanzas en su país -y éstas no eran malas por ser de los más ricos del

l~r-, no haeían al pareoer una vida enteramente ajustada a sus propósitos y deseos. Al final de su casa babía. eomo de costumbre, una tienda que creo atendían por turno. Cierto es que esto no se considera degradante, porque, como lo he dicho ya, es la única manera que las gentes acaudala· das tienen de emplear su dinero, con excepción de la agricultura. Al día siguiente visité al Vicepre· dente D. Mariano Beltranena y éste me presentó a su hermano, que durante cuatro años había sido gOl

bernador de Nicaragua. Habitaba D. Mariano una casa grande en el centro de la ciudad; dos cuartos los llenaban 10$ archivos del antiguo Gobierno y se estaba buscando en ellos cierto tratado que al fin se encontró. Era el de Versalles, de fecha 3 de septiE'mbre de 1786, entre la Gran Bretaña y España, relativo al establecimiento de 1786, entre la Gran Bretaña y España, relativo al establecimiento de Honduras y a la facultad de cortar palo de Campeche.

La cuestión referente a este tratado surgió de un asunto muy difícil que estaba agitando al Congre· so. Algunos esclavos pertenecientes a mercaderes de Belize se habían fugado, refugiándose en terri· torio de Guatemala, por creerse protegidos l)Or un Decreto del Congreso, de fecha 17 de abril de 1824, que después de dar libertad a todos los e:;clavos en el territorio del país y abolir la futura servidumbre. "ratifica las cédulas y órdenes del Gobierno español, por las que se dispone que se hacen libres los. esclavos que de reinos extranjeros pasen a nuestros Estados". Se estaban buscando también otros documentos, entre otros el tratado con España de 1795; pero el más importante era la Carta .le lIrru· tia de 1818; y aun cuando aquellos a'l"í'hivos parecían estan tan en orden como suelen tenerlos en cualquiera otra parte, éste era precisamente el documento que no podían encontrar. Los esclavos en cuestión se habían amparado a dicho Decreto, a fines de 1824 y a principios de 1825.

(1) Una de las minas de Herrera, la de TabllDco en San Salvador, ha sido posteriormente explotada con provecho por los señores Benndett de Be lize. Los minerales se van a remitir a Inglaterra por falta de un aparato de fundición. N. del A.

(2) Véase en el Apéndice la lista de las acuñaciones. N. del .A.

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