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barcos de 400 toneladas. Como Q.uiera que fuese, b cierto es que ahora no se puedeu hacer allí em· barcaciones de más de 'JO u 80 toneladas, porque el agua no es bastante honda para llevarlas al Jagüey, el gran puerto en que fondean los barcos; pero a unas tres leguas más allá hay un lugar llamado la Va· ca Borracha, donde pueden fondear buques que calen doce pies, amarrándolos a los árboles de una y otra orilla. En el pueblo la marea sube doce pies 1 se podrían construir allí muelles para barcos de buen tamaño; pero la dificultad estriba en llevarlos al Jagüey. Me procuré un plano y una descrip· ción del puerto.

La ciudad de León tiene por lo menos 3,000 habitantes y es la que le sigue en importancia a la de Guatemala. Actualmente sólo exporta dos clases de madera, caoba nicaragüense y otra excelente para mástiles, pimienta a Jamaica, zarzaparrilla traída de Costa Rica, bálsamo de copaiba en abundancia, caucho de 500 clases diferentes, cera silvestre exportada a Lima con un beneficio de 500 por ciento, carey muy bueno, cueros muy livianos con un peso de 14 a 15 libras por término medio, y añil en pe– queñas cantidades, pero de la mejor calidad; también camas portátiles de granadillo o ronrón, una madera casi tan dura como el hierro y parecida a la teca, pero que se puede charolar bien como el me· jor palo de rosa.

En Granada sólo hay ahora unas 1,000 casas; la mitad de las que tenía hace un siglo. Sus fortifi· caciones no valen gran cosa. Exporta carne salada, cueros y sebo a La Habana; también algunas perlas, carey y cedro a Jamaica. Produce bastante cacao para su consumo, pero no exporta ninguno, por ser de tercera calidad y venderse de veintitrés a veintisiete pesos el fardo o tercio (1) de 130 libras españolas. De las diferentes clases de cacao, el de San Antonio es el mejor, el segundo el de Soconusco y el tercero el de Granada. De 2,000 a 2,500 quintales de cacao de Guayaquil se consumen en los cinco Estados de Guatemala, no obstante haber sido llevada allá la semilla de este último país. El cacao de Soconusco se llevaba hace siglo y medio de allí a Veracruz a espaldas de indios, exclusivamente para el rey, el cual solía enviarlo de regalo a las cortes extranjeras. En las islas del lago de Nicaragua, habitadas en parte por indios, hay actualmetne algunas haciendas de ganado y de cacao; y en cuanto al territorio compren· dido entre el lago y el mar, no obstante ser muy fértil y haber sido calificado de paraíso por algunos autores, D. Simón, que nació en él, me asegura ser el más cálido de todo el país, tanto como El Rea· lejo y Sousonate, el puerto en el cual desembarqué. Si no lo hubiese hecho ya, diría que en el últi· mo de estos lugares sentí tanto calor, especialmente de noche, como en el más cálido de los sitios don· de haya estado; pero añadiré que lo considero muy soportable.

Sábado, 4. - Fuí al convento de San Francisco. La iglesia es uno de los edificios más hermosos de la ciudad. Los frailes no pasan de cincuenta, pero Son ricos y superan a los demás monasterio~ en la grandeza de sus procesiones y la ornamentación interna de su templo. Algun.os de los cuadros al óleo me llamaron mucho la atención, especialmente uno que representa a Lázaro en el momento de levantar· se de la tumba. No sé si era por la disposición de la luz o por la excelencia de la ejecución; pero me costó persuadirme de que no estaba contemplando un hombre de carne y hueso. Con frecuencia vol· ví después a la iglesia expresamente para mirar aquella pintura. La impresión de que me causó su excelencia fue aumentando cada vez más. Conservaba su aspecto de realidad con el brillo del mediodía y las sombras del anochecer, y no recuerdo haber visto nada más aterrador ni impresionante en las iglesias de los Países Bajos que después he visitado. Lo más extraordinario del caso es que dicen que ese cuadro 10 pintó un artista natural del país.

~ábado, 5. - Estuve de nuevo en casa de Valle. LI) encontré sentado en un sofá que ocupaba todo el ancho de la extremidad de un salón. conversando con ires o cuairo señores que habían ido a visitarle. Entre ellos estaban dos Ingleses; uno era MI'. John Hines que habían venido a proponer un empréstito de parte de los señores Slmmonds, y dos franceses. Después de que se fueron me hizo pasar a una pe–

queña biblioteca tan atestada de libros, no sólo a 11) largo de las paredes, sino también amontonados en el piso, que con dificultad pudimos alJrirnos paso. Valle se sentó ante una mesita de escribir pro–

fusamente cubierta también de manuscritos y papeles impresos, de los cuales escogió algunos documen· tos que había estado formulando o reuniendo para con un celo, un empeño y un placer avivados por su carácter entusiasta. Entre ellos habia uu Inlorme detallado sobre las rentas públicas, antes y

después de la revolución, las bases de la Constitución, el plan de una factoria de tabacos en Gualán

y otro para colonizar con extranjeros el territorio Dmítrofe del puerto y río de San Juan en Nicaragua. Estaba rodeado de todo lo que delata la manía ~e los que escriben: pruebas de imprenta, hacinamien. tos de manuscritos, libros en follo, en cuarto y en octavo, abiertos o señalados con tiras de papel ano– das, esparcidos en profusión sobre la mesa. Parecía tener un apetito intélectual desordenado. Me dio papel tras papel y documento tras documento, hasta quedar yo saciado con sólo mirarlos. Eran más de los que yo podía digerir como Se debe, a~n quedándome en el país doble tiemno del Que me DrODO-

(1) En espafiol en el testo.

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