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« Previous Page Table of Contents Next Page »cuerdan íntlmamente y es en el de querer aventajarse el uno al otro en el fomento de ios intereses de su patria. Ambos se mostraron igualmente asiduos en suministr~me a todos los datos que yo deseaba reunir. El señor de Sosa, actual Ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, es también una pero sona de mucho talento y le estoy muy agradecido por el auxilio que me prestó. . Valle había rehusaáo ya tres veces la vicepresidencia cuando fue electo por unanimidad D. Manuel Beltranena, quien había sido miembro de la Asamblea Constituyente. El Presidente tiene 10,00 pesos de sueldo al año, el Vicepresidente 4,000, los Senadores 2,000 y los Diputados al Congreso, 1,200. Los miembros de la Corte Suprema de Justicia eran Tomás O'Horan, Presidente y uno de los triunviros que antes formaban el Poder Ejecutivo; D. Marcial Zebadúa, ex Secretario de Estado y aho· ra Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en la Gran Bretaña; Antonio Rivera Cabezas, De· cano; Justo Berrera y Alejandro Díaz Cabeza de Vaca, Decano; Justo Herrera y Alejandro Díaz Bel· tranena, Presidente, y Vicepresidente de la RepÚblica; isidro Méndez; (1) Juan Esteban Milla; José Jerónimo Zelaya; Alcayazu, eclesiástico; Barrundia, opositor del Presidente en política; Méndez, eC)le· siástico; (2) Alvarado, eclesiástiCJo, y Hernández. En el Apéndice se encontrará una lista de los Dipu. tados al Congreso. Al escribir la futura historia de la República y relatar lo que le reserva el desti· no, será un documento al cual se podrá hacer referencia con interés y agrado. ¿Qué no daría algún bibliómáno anticuario por un catálogo de los primeros estadistas que "dieron las leyes del peoJleño Senado de Roma?"
19 de Junio. - Esta mañana visité de nuevo al Presidente. Le expliqué con más detenimiento el objeto de mi visita. Le dije que deseaba poder presentar al Gobierno de Su Majestad una información completa sobre los recursos financieros, comerciales y militares de Guatemala; y de conformidad con e:¡¡to se mostró tan complaciencia que me prometió ordenar a las oficinas competentes que formula· sen y me diesen los documentos necesarios.
Al día sigueinte toda la ciudad estaba en movimiento con motivo de la gran procesión del Corpus. Todas las casas se abrieron de par en par. Guinaldas de cintas y flores colgaban de las ventanas o se, extendían al través de las calles. En cuatro diierentes puntos, situados en el ángulo más lejano del centro de la ciudad, habían erigido altares provisionales. oroados con objetos de' cristal tallados, espe· jos, grandes bandejas de plata y otros ro'tículos de oro y plata; en suma, con todo lo valioso y fino que poseía el vecindario. Las principales familias que habitan cerca de cada uno de los puntos donde Se colocan los altares, se encargan por turno de aderezarlos; pero todos· acostumbran contribuir al adoro no con alguna cosa. Estos altares, sobre todo durante la procesión, están iluminados profusament~
con cirios que arden en ellos desde uno o dos días antes, y las señoritas de las familias encargadas de ellos suelen despabilarlos y ocuparse en todo lo r.elativo a la ornamentación.
En todas las diversas ceremonias, así en la iglesia como en la calle, las autoridades civiles toma– ron mucha aparte. La Iglesia y el Estado estuvieron íntimamente mezclados. El Presidente fue a la catedral y regresó en una carroza tirada por cuatro mulas; dos mozalbetes de familias distinguidas, Sa ravia y Aguirre, hacían de postillones. En la procesión figuraban todas las órdenes religiosas de la ciu– dad. Babía cuarenta frailes carmelitas, treinta mercedarios, cuarenta franciscanos, treinta dominicos, cincuenta recoletos, treinta del Colegio de Cristo; unos 220 por todos. Detrás de ellos marchaban 400 soldados y unas cincuenta o sesenta personas más que también formaban parte de la procesión.
Me invitaron a la casa del marqués de Aycinema. Los grandes aposentos que daban a la calle se veían llenos de gente; todas las ventanas estaban abiertas y los antepechos de éstas ocupadas por gru· pos de señoritas; detrás de ellas y sentadas en sillas estaban sus madres, muchas de ellas con cata· rros que de ese modo tenían que empeorar. Al pasar el Santísimo todos se pusieron de rodillas y des– pués de un minuto de silencio y recogimiento volvió a reinar en la sala la alegría y el ajetreo. En uno de los altares estaba representada la adoración de Nuestro Señor por los pastores con figuras de ce· ra. Todas las casas, desde las más aristocráticas hasta las más humildes, están tan llenas de imágenes como esas, que yo no mencionaría especialmente esta circunstancia si no me hubiese llamado la aten· ción algunas cuentas con aspecto de perlas que llevaba al cuello uno de los pastores, pero que yo no creí, por supuesto, que lo fuesen, a causa de su tamaño extraordinario. Sin embargo supe que estaba equivocado. A duras penas había podido suponer quepudiesen existir perlas tan enormes, y deseando acertar con su valor lo calculé en diez mil libras esterlinas. Entiendo que el marqués había pagado ma– yor suma por ellas. El colla.r se componía de veintiuna perlas y la del centro era del tamaño y de la forma de un huevo de paloma; las otras eran proporcionadas a ésta, pero redondas, e iban en dismi– nución gradual hacia los extremos.
(l) Leáse Meléndez. N. del T.
(2,\ El mismo D. Isidro Meléndez. N. del T.
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