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« Previous Page Table of Contents Next Page »do los brazos al cuello, seguimos nuestra pavorosa caminata durante algunos minutos. Yo había podido tal vez contener mi caballo, pero a la mula de la muchacba se le había antojado galopar, como si quisie se ganar el tiempo perdido. En cuanto a mí, no sabía qué hacer. Parar era peligroso; dejar a la joven imposible. ¿Qué podía hacer un hombre? Ella descansaba ahora más en mí que en su silla, afortuna– damente, porque ésta se fué al suelo, ~n tanto que yo conservé constitucionalmente mi puesto, como lo hace un enviado extraordinario con un attaché
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impertinente. Con el brazo derecho sostenía a la pobre muchacha, que se había desmayado del susto, a la vez que con la izquierda dirigía y refrenaba el caballo con un temor que no conocen los que suelen ir a Melton Mowbray. (2) No todos se habrían librado de él. Seguimos caminando; pero yo no porfía saber hacia dónde. Sin embargo, me asaltaban confusas ideas sobre los caballeros de la época romántica y el rapto de las sabinas, llegando a la con– clusión de que las proezas ecuestres que yo había presenciado en Amatitlán eran ridículas compara– das con las mías, y de que Asiley (3) habría cedido todo su establecimiento a trueque del espectáculo que estábamos dando la muchacha y yo. Después de una carrera precipitada de algunos segundos} mi caballo se enredó tanto, por fortuna, en la maleza de la selva, que no pudo seguir avanzando. Solt~
el inquietante fardo que llevaba, eché pie a tierra, amarré la brida a la rama de un á;bol y me puse a pensar sobre lo mejor que podía hacer. Pedir auxilio era inútil, porque ~o había nadie al alcance de la vista ni de la voz. Recordando sin embargo que yo solía llevar en mis viajes un frasquito de coñac en la bolsa de mís armas de agua, (4) lo busqué y ditlhosamente había quedado en él una pequeña canti· dad de licor, que inmediatamente apliqué en los sentidos y la boca de mi paciente; logrando que pron– to volviese enetramente en sí. Con alguna dificultad la monté por delante en mi silla, y habiendo regresado al camino, dimos por fin alcance a nuestros compañeros, que se habían detenido para co– mer y dormir la siesta en una casa solitaria de sólido aspecto, situada en medio de una gran llanura.
Como aquella estancia era cómoda para descansar, una especie de casa del medio camino, estaba ocupada de bote en bote pOI' los viajel·os. Se componía de dos cuartos pequeños, sirviendo uno de co– cina y el otro de alcoba; tenía una galería externa que iba de uno a otro extremo de la fachada, con un pretil de mampostería de unos dos pies de altura en que estaban sentados algunos de los viandan– tes. Me pareció que nos miraban con asombro, porque dejaron de fumar y sacudieron la ceniza de sus cigal'ros; otros fumaban ad libitum (5) tumbados en el piso sobre sus lechos improvisados, o comían, be– bían, dormían o no hacían nada, con arreglo a los más autorizados sistemas de recreo a la hora del me– diodía, establecidos y prescritos para observancia de los residentes en todos los países de clima tropl.cal.
CAPITULO 13
SITUACION DE LOS PARTIDOS POLITICOS. - LOS MIEMBROS DEL SENADO. - VISITA AL PRESIDENTE. - EL CORPUS. - UNION DE LOS OCEANOS POR MEDIO DEL LAGO DE
NICARAGUA.
Viernes, 27 de Mayo. - Habiendo llegado ayer a la capital, siu más accidentes ni molestias, visité esta mañana a D. José del Valle, persona que goza de uua gran consideración por su saber y talento. La elección para la Presidencia había estado entre él 'J el actual Presidente D. Manuel de Arce. Esta elec– ción se hace por una mayoría de cuarenta y dos votos populares emtidos por colegios electorales que representan cada uno 15,000 almas. Como es natural suponerlo, por tI'atarse de un asunto de esta ín· dole, hubo en él mucho interés y algunas maniobras. Se suponía que Valle era el favorito del pue· blo y el hecho es que cuando se hizo la elección tuvo cuarenta y un votos, faltándote solamente uno para la necesaria mayoría. Arce sólo obtuvo treinta y cuatro. Siendo así que ninguno de los dos tenía la mayoría establecidat por el Congreso, a éste correspondió hacer la elección y la preferencia oligárqui– ca le fue dada a Arce, el cual resultó electo por diez y siete votos contra seis.
Los dos candidatos eran conocidos por sus sentimientos del más alto patriotismo y ambos han su– frido los mayores quebrantos y privaciones por la causa de su país. Valle es jurisconsulto de profesión, un apasionado de la literatura y gran protector de la ciencia. Arce es militar y fue uno de los principa– les promotores de la Independencia desde 1811. Era el jefe de San Salvador cuando esa provincia se opuso tan enérgicamente a la tiranía de Iturbide y evitó por fuerza de armas la unión violenta que es– te Emperador quería hacer entre los reinos de Mé :rico y Guatemala. Tiene un carácter suave y renexi· va, un talento despejado y penetrante. y es estimado y respetado hasta por los que difieren de él en política. Estos dos personajes eminentes mantienen ahOl'a amistosas relaciones. Sin un punto con·
(1) En francés en el texto.
2) Ciudad inglesa de Leicestershire, centro de un famoso distrito de cacerías a caballo. N. del T. (3) Phillip Astley, famoso jinete y escritor inglés (1742-1814), que fue empresario de circos en Londres
y París. N. del T. (4) En español en el texto. (5) En latín en el texto.
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