Page 63 - RC_1968_06_N93

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seos eran atenderme lo mejor posible. Al siguiente día vino, también a visitarme don Manuel Romero en nombre de los Diputados del Estado de Sonsonate (1). uno de los cuales era D. Manuel Rodríguez. ex. Embajador en los Estados Unidos. y otro el Padre P(ña. Cura de la ciudad. Durante el día fuí a ver aí Padre Jerónimo eZlaya. fraile agustino. Vivía en el Monasterio. pequeño establecimiento con s610· una docena de frailes. Se había dedicado especialmente a la estadística y acababa de escdbir Un bosquejo de la situación política del Estado de San Salvador. No habiéndolo publicado todaVía, tuvo la generosidad de obseCJuiarme el manuscrito. Encontré en él muchos datos valiosos al redactar mi informe dirigido al Gobierno de Su Majestad Británica. Me relacioné también con el Interventor dé Aduana ID. Dionisio Menáa (2) y con el Jefe Político D. Felipe de Vega. Por el prilnero supe qUe el cobro de los derechos se hacía con las mayores dificultades debido al desorde n causado por la revolución; que el contrabando y el cohecho se praticaban en gran escala y que las autoridades no tenían bastante poder páia impedirlos. Añadió que no dudaba de que tan pronto como el Gobierno se consolidase. las entradas de la Aduana al. canzarían a más del doble.

La ciudad de Sonsonate es grande y está diseminada; pero tiene muchas casas büenaih télda! construí. das en el estilo español usual. Son de un solo piso con tres o cuatro cuerpos en cuadro y un patio en el centro. Las familias más respetables no creen rebajarse ejerciendo el com.erCió. Como no hay Bancos ni se da dinero a rédito, ésta es la única manera que tienen de emplear sus capitales. Muchas personas de las clases más ricas derivan sus rentas de la cría de ganado en sus haciendas y de las cosechas de índigo. cochinílla y tabaco, que dan a los comerciantes europeos a :trueque de mercaderías, revendiéndolas al de. talle para el consumo de los naturales del país.

La principal manufactura peculíar de la localidad es la de objetos de faritBilía de concha, que fabri– can en gran cantidad imitando las más lindas flores con conchas del tamaño más diminuto. pegadas unas a otras como una especie de mosaico. Con este ar:tículo y algunos pajaritós y animalitos de fantasía. bor– dados con ia misma ingenuidad en seda y terciopelo, hacen un comerCio de exportación a Cartagena, el Perú y otras partes de las costas occiden:tales, por valor de & 10,000 anuales. Hay en ia ciudad una iglesia grande que oéupa por supuesto, como en todas las poblaciones españolas, uno de los costados de la plazlll mayor. Es un gran edificio antiguo, sin belleza arquHec:tónica qüe lo recomiende; S\.1. ornamentación in– terior resulta tosca y ruin: pero es bastan,te espacioso y cómodo para el vecindario que se compone casi todo d.e iIldlo-. '

No residen en Sonsonate familias que sean enteramente españolas. Quedan algunas que se han, ca· sado o están emparentadas con los criollos. De los últimos hay también muy pocos; no constituyen tal vez una quinta parte de la población de la provincia. Por c:onsiguíene es muy raro ver habitantes que no sean de color obscuro. Algunos de los mejores parecidos son una mezcla de africanos e indios; sin embar– go. muchos de los últimos, especialmente de los jóvenes, son interesantes y hermosos. La desnudez con que suelen presentarse en público resulta ofensiva y sumamente indelicada para el espectador europeo. Ni los hombres ni las mujeres tienen más vestido qüe un :taparrabo. Por la manera de atarlo se disUnguen las mujeres casadas de las solieras.

Habiendo pasado una noche muy desasosegada a. causa del calor intenso, el más fuerte, así lo creo, que sentí en aquellos países. me levanté para refrescarme dando un paseo ai aire libre. Al andar por la ciudad encontré grupos de indios, hombres, mujeres y mozas, que llevaban a cuestas frutas y legumbres para el mercado. Todos iban muy cargados; pero no tériiendo el estorbo, como lo he dicho a:rites. de ninguna ropas innecesarias, o antes bien necesarias, según nues:tro criterio, se deslizaban a un. paso rápido como de andadura. a razón de cuatro o cinco millas por hora. Cada uno de los individuos de las diferentes familias llevaban una carga proporcionada a su sexo y edad. Niños de cinco o seis años. obligados a correr detrás de sus padres. se adiestraban de aquel modo para cumplir con las obligaciones que sin variación ni tregua iban a ser las de toda su vida hasta la edad de sus abuelos canosos que se tambaleaban a su lado, siem– pre que tuvieran la suerte de alcanzarla. Al llegar a la plaza y después de poner en el suelo sus cargas. iban todos sin excepción al la iglesia para hacer Sus devociones. Muchos entraban con sus cargas y vi

con placer las sencillas y humildes ofrendas de algunos, que salpicaban el piso de tierra de la iglesia con hojas y flores: "El incienstl primitivo de la primaveral', como diría el poeta; Oraban sin libros. porqUé su fervor era el lenguaje del corazón, y su rústica ofrenda parecía el tributo humiide de los hijos de la Naturaleza al Dios de la misma ...Por la. tarde salí a dar un paseo a caballo con el caballero inglés, para ver una fiesta india en un pueblecito llamado Barrio del Angel; situado a una Inedia legua de la población. Los indios de que antes he hablado no son propiamente vecinos de la ciudad o de los suburbios, sino gentes de los campos o de la provincia. Los que pude observar aquella tarde plli'ecen ser alS'o más civiliza– dos; muchos de ellos tenían zapafos y medi~s; los hombres, pantalones, y las mujeres fáldas que les llega·

(1) Debiera decir del Estado del Salvador. N. del T.

(2) Mensía en el texto. N. del T.

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