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« Previous Page Table of Contents Next Page »mo, pero me faltó el valor. A duras penas había podido conseguir lo mejorcito de mis trajes de dril. Por lo que hace a la corrección, me persuadí de que no habría hecho mal en bailar, porque la concurrencia era sumamente respetable. Estaba compuesta de jóvenes de las mejores familias de la ciudad provincial de Sonsonate. La mayor parte iban a permanecer dos o tres días más en Acajutla durante las fiestas; pero como tres de los mercaderes ingleses debían regresar por la tarde y me ofrecieron sus consejos y servicios para hacer la jornada, me fuí con ellos a las cinco.
Hay un cammo c:arretero que va desde el Puerta hasta la ciudad, la mayor parte sobre un verde y bo. nilo césped y por avenidas cortadas en un espeso bosque que durante el verano tiene tanta sombra que cón dificultad se distingue el camino. Este bosque está infestado de pequeños tigres muy feroces, pero que rara vez atacan al hombi'e, excepto cuando se les acomete. No necesitan de igual provocación para asal– tar los rebaños, especialmente los becerros y los muletos. Los toros tienen tal conocimiento de sus ma. lignas intenciones, que olvidanc1o sus animosidades recíprocas se reunen algunas veces para la protección de todos y en estos casos los tigres suelen llevar la peor parte en la batana. El guaco, con sus parásitos zarcillos colgando de los árboles gigantes que se yel guen a orillas del camino, nos certificaba la presencia de las serpientes más dañinas: que donde quiere quE las hay, según dicen los naturales del país, se en· cuentra también a mano el infalible antídoto de tedos sus venenos. Las raíces y ramas de esta planta qUe se parece mucho á la vliía desvelida de su follaje, son igualmente eficaces, y su virtud es tan instan_ tánea y sorprendente que si las historias que a ella se refieren no me las hUbiesen éontado personas fide– dignas que probaron suB efectos en ellas mismas, difícilmente podría darles crédito. Algunas serpientes de aquel lugar son tan venenosas que la persona mÓldida muere por lo general en el término de veinte mi_ nutos. Sin embargo, si tita dispone del guaco, masca un pedacito y aplica la saliva a la mordedura: también traga la saliva producida por la masticaeión durante algunas horas y puede quedarse tranquila; ya está enteramente buena.
Un joven de apellido Rascón, que me acompañó a Inglaterra y del cual hablaré después, me dijo que se había puesto en la palma de la mano una de esas terribles víboras que llaman tamaulpas, euya morde· dura mata instantáneamente, y que el reptil se quedó en el acto inerte y adormecido, porque tenía en la misma mano un pedacito de esa planta maravillosa. Otra persona, cuyo criado fue mordido en el brazo por una serpiente de la misma clase y se estaba muriendo, me refiri6 qué le hicieron tragar a éste un fuerte cocimiento de la raíz, con aguardiente, aplicándoselo tablbién en la mordedura. Se curó y nunca volvió a sentir nada a consecuencia de la herida. ¿No podría aplica1'se a la hidrofobia este remedio mara– villoso? Sin hablar de sus buenos resultados en los casos de calenturas palúdicas, disentería, fiebre y en general de los males que se padeeen en los lugares donde se encuentra, puedo responder de que el gua. ca es muy inofensivo, porque siguiendo el consejo y el ejemplo de un caballero inglés. lo tomé casi dia_ riamente como preservativo contra las enfermedades, y debo creer que produjo el efecto que se buscaba. to– da vz que no tuve ninguna indisposición durante mi permanencia en Sonsonate y otros lugares cuyo clima se considera nocivo para los europeos. Al salir del Puerto no pude hacer que Don Miguel, el Administra– dor, aceptase ninguna paga por el hospedaje que me había dado; pero queriendo yo manifestarle mi grati– tud, le obsequié una ancha espada inglesa que le gustó muchísimo. Se puso a secarla y limpiarla para quitarle el orín producido por el agua salada, operación que tendrá que repetir con frecuencia, como lo saben los que conocen el efecto de ese elemento en el acero.
CAPITULO 6
MI RECEPCION EN SONSONATE. - DESCRIPCION DE LA CIUDAD Y DE LAS COSTUMBRES DE SUS HABITANTES.
En Acapulco conocí a ün comerciante respelable que vivía en la casa contigua a la del C6nsul y se lla– maba Don José Domingo Jndart. Me dio cartas de pre:-.entación para la familia de Doña Viéenta (1) Ras· cón y CueiIa~. Esas cartas no son una pura fórmula o cortesía como a menudo se les considera en Eu– ropa; se parecen más a una letra de cambio girada conlra la persona a quien van dirigidas, no exacta· mente por lal Ci cúal suma de dinero sino por su equivalencia, sobre todo en casa, comida y todo agasajo razonable. La señora a quien iba yo recomendado estaba en la capital de Guatemala con su familia, por ser en aquel entonces la silason guatemalteca, como nosotros tenemos la de Londres; pero su hija Doña Gerlrudis oyarmn se había quedado. Estaba esperando el regreso de su marido, un joven de origen español que se encontraba en San BIas, a donde había ido a negocios de comercio. Yo tenía también una caria de presentación para él y se me ofreció por supuesto la hospitalidad de su casa, una de las me· jores de Sonsonate: pero siendo así que la invitación de aquella Penélope transatláhtica no fue muy apre· miante como no podía serlo dadas las circunstancias. preferí alojarme en casa de uno de los caballeros ingleses establecidos en el lugar.
Miércoles, 11 de mayo.-Esia mañana me hizo una visita el venerable Comandante de la ciudad, don L. de Padilla. Me dijo que el Gobierno le había da do aviso de que se esperaba mi llegada y que sus de-
(1) Vicente dice siempre el texto. N. del T.
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