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perfecto, sin la entonación y cadencia de las notas. Los danzantes y los músicos se relevaban: de suerte que la diversión duró dos o tres horas sin intermedios, Durante todo el tiempo se bailó el bolero españo. en su forma original y sin método. Cada pareja bailaba con entera independencia de las demás y cuando se encontraba muy cansada cedía el lugar a otra. Empezaban los danzantes a bailar con timidez, acercán_ dose el uno al otro, en proporción, recíprocamente: uno de ellos hacía después un gesto de fingido desdén, golpeando el suelo con el pie, "i el otro lo reprefía: después ven,ía una insinuación más suave ... pero to_ dos saben lo que es un bolero español y no necesito seguirlo describiendo. Tan sólo añadiré que nunca lo he visto bail&.!' con tanta decencia ni de modo tan inocente -así lo creo- como en aquella ocasión. Cuando entró la noche alumbraron la calle con graIl des teas de pino que ardían furiosamente y como eran muchas despedían una luz deslumbrante. A eso de las diez los danzantes estaban cansados, y junto con los espectadores, los cuales habían fumado el debido número de cigarros, se fueron a meter debajo de unas mantas que ccm sólo mirarlas habrían causado la quiel;>ra de un fabricante de Witney. (1).

CAPITULO 5

LOS CRIADOS ABSUELTOS POR FALTA DE PRUEBA. - TOMO UN NUEVO SIRVIENTE EN EL HOSPITAL. - ME EMBARCO EN LA "TARTAR". - I.JLEGO A ACAJUTLA.

Ignacio, mi ayuda de cáman, uno de los jóvenes criollos más guapos que he visto, tenía unos amores en México. Se había echado a llorar amargamente cuando a mi salida de allí le dije que tenía que llevár_ melo a Inglaterra. Después de haber sido inilerrogado y absuelto por el Juez estaba muy .contento. Me pidió que le diese un certificado para la Comisión y jambién una yegua que yo había comprado en Jalapa al llegar al país. Como no tenía pruebas positivas contra el pobre chico, le dí ambas cosas. Para reem· plazarlo había acudido al viejo comerciante español, Don Juan M., quien me dijo que conocía un hombre de cuya. honradez podía responder. Era el barbero y sangrador ~el Hospital en que el anciano caballero prestaban gratuita~nte sus servicios. Por lo tanto lo tomé.

Resultó ser un chino de unos sesenta y cinco años de edad, que durante cuarenta había servido de a'Yu– da de cámara a los mercaderes que viajaban entre la China y Acapulco, oscllándo como un péndulo a lo, largo de noventa y seis grados de longitud. Tenía seis pies y dos pulgadas de estatura y lo que había ganado en longitud 10 había perdido en latitud, porque era el hombre más flaco que he visto en mi vida. Respon. día generalmente al apodo de Don Quijote Con que lo bauticé, no obstante ser Enrique su verdadero nom_ bre. Como yo estaba obligado a suministrar una bestia a mi otro criado, a quien no deseaba llevarme, le– dije que podía regresar en mi mula: pero q~e juzgando que sus servicios no merecían semejante recompen– sa, quería que la entregase al caballero que me sucedió en mi puesto en México.

El 4 de mayo, a las once del día, me embarqué en la Tartar. No hubo mucha dificultad para cargar mi equipaje: pero el caballito violento e irascible que había comprado en la ciudad de México al domador de un regimiento de dragones, medio mató a uno de la tripulación que 10 estaba entrabando para embarC'B.r–

10: era evidente que no quería servir en la armada: sin embargo, mostró después mucha disciplina y bas_ tante buen genio con los marineros que le hacían rueda.

Mis dos criados mexicanos estaban ansiosos de ir a bordo y les permití acompañarme. Se quedaron atónitos y mudos de adl'l'iÍración al ver una casa tan grande, con 'todas sus comodidades y refinamientos, que podía flotar en el agua. No habían visto nunca una embarcación que fuese más grande que un bar_ quichuelo mexicano de fondo plano, exactamente igual en la forma, pero de la mitad del largo de los que contribuyen a los esparcimientos piscatorios de los caballeros que esgrimen SUs cañas entre Battersa y Staines.

Levamos anclas inmediatamente y salimos de la bahía. El 6 se calculó que habíamos hecho la mitad del viaje al Puerto de Sonson&te, (2) que era nuestro destino.

A las cuatro de la maiíana del 7 el gran volcán de Guatemala esiaba a la vista: en aquel momento nos encontrábamos a diez y ocho leguas de tierra. La cosia no está muy correctamente trazada en los ma· pas: al menos había una diferencia entre éstos y la estima del barco en este corto viaje de setenta millas. Conseguí con Mr. Jamel¡, un guardia marina, copia de un mapa mejorado que él había hecho de la costa desde Acapulco hasta Sonsonate (3). Recorrimos la distancia en cinco días justos, habiendo tenido buen viento durante todo el viaje.

(1) Ciudad de Inglaterra donde se fabrican mantas y otros articulos de lana desde hace muchos siglos.

N. del T.

(2) Antiguamente solían dar el nombre de Sonsona te al puerto de Acajutla; pero en realidad la prime– ra de estas poblaciones está situada a 20 kilómetros tierra adentro de la segunda. N. del T.

(3) El mapa trazado para este libro 10 ha sido de acuerdo con las mejores cartas comparadas c.on esta mejora. N. del A. .

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