Page 58 - RC_1968_06_N93

This is a SEO version of RC_1968_06_N93. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

para compartir los regalos domésticos que le habían preparado una esposa pulera y sus tres niñitos. Sien– do mi humilde hotelero lo invité a convertirse en mi huésped y amigo. Sus ideas sobre economía política y el gobierno monárquico eran de una estrechez sorprendente. Con respecto a la primera, todo lo gue sa– bía era que bajo el antiguo régimen. pagaba ocho pilsos la camisa que ahora sólo le costaba dos, y que ya no tenía que pagar la mita o capitaci6n; pero cuando le dije que había reyes más poderosos que el de Espa. ña, movió la cabeza con expresión de duda. Cierto era que últimamente había oído decir algo de los in. gleses; que estos eran muy inteligentes y podían encontrar oro y plata en las mismas que los españoles habían abandonado por creerlas agotadas; pero luego dijo: "¡Qué lástima que todos sean judíos!". Salí del domicilio de mi hostelero instruído, a la$ cuaito de la mañana del siguiente día 30, de abril, porque deseaba llegar temprano a Acapulco para evitar la obsequiosa recepción C!ue según tenía entendi. do me preparaba el C6nsul Mr. Barcaistegie. El camino era un descenso rápido hacia la costa; por todos lados florecían los plátanos con el vigor pec:uliar que tienen en aquel clima; el maia alcanzaba un tamaño gigantesco y el aspecto del país era tartl distinto del que yo había contemplado durante los tres o cuatro días anteriores, como el que podría resultar de un cambio brusco de decoración en el escenario de un leatro. A las doce del día nos detuvimos en Venta Vieja. una aldea regular que tuvo en otros tiempos gran importancia. cuando llegaban a Acapulco los galeones españoles. por ser el primer lugar en que pa. raban los cargamentos destinados a la capital.

Teniendo Don Mateo que hacer un negocio eon un comerciante de la localidad, me fuí con un amigo de éste que se ofreció a acompañarme hasta el Puerto. No recuerdo si pude echar una ojeada al océano durante aquellas ocho millas. Estaba ansioso de ver las aguas que podían llevarme a Inglaterra, aunque estuviesen situadas a espaldas del confinentes europeo, y la primera noticia que tuve de que me iba acercando a ellas, fue el rugido lejano de las olas en la playa de Acapulco. Hinqué las espuelas a mi caba– llo al bajar por una cuesta escarpada y empedrada. y la mula de mi compañero, ya fuese porque éste la espoleara también. o por seguirme a mí, tropez6 infoltunadamente. derribando al jinete. Regresé de prisa y me alegré de ver que é.ste no se había hecho daño Por complacerlo a él. pero muy a mi pesar, seguí caminando a paso lento hasta que llegamos a nuestro destino.

CAPITULO 4

MI OPINION SOBRE ACAPULCO. - CARACTER DE SU GUARNICION. DE SU MAJESTAD A LA VISTA. - UN BAILE EN LA CALLE.

EL BARCO "TARTAR"

No me parece que Acapulco sea de ningún modo un lugar tan infeliz como generalmente lo pintan. La brisa fresca del mar y la hermosa expansión de las aguas en la bahía. tan bella como la que 10 sea más en el mundo, contrastan agradablemente con la vida monótona que se lleva en el valle de México. Las montañas que circundan este valle dan la idea de los muros de una prisión de la que sólo es posible escapar con dificultad y paciencia. Parece que se estuviera viviendo en Un nido de cuervos, fuera del

alcan~ y del tralo del resto del mundo. ¡Cuán diferente la situación del que estando lejos de la patria y de la familia vive a orillas del mar! Con poner los pies en el agua toca el gran eslabón del Universo. que también parece enlazarlo moralmente con las sociedades de todo el globo terráqueo. Estos sentimientos. avivados por las atenciones de Mr. Barcaistegie, el cual me alojó en su casa. m.8 tenían sumamente ale– gre y feliz. No soy muy aficionado al pescado, pero no podía pensar en comer otra cosa. En los lagos de México sólo hay un peZ! muy fofo e insípido del tamaño y del sabor de un pequeño merlán de mediana calidad. Considerado desde el punto de vista de la extensión de los lagos de México. comparada con la de los lagos en general, se le podría llamar COrtl acierto el minnow mexicano. Ese pescado. que goza de bastante buena reputación entre la mayor parte de mis compatriotas y no es menos estimado de los me– xicanos, me disgustaba sin embargo, desde hacía largo tiempo. La mesa de mi amigo estaba bien provista de varias clases de los mejores del lugar; eran excelentes y distintos de todos los que yo había probado hasta aquel momento.

Todos los que hayan leído el viaje de Anson (1) recordarán la alegría que sintieron sus pobres mari– neros cuando al fin lograron poner los pies en tierra. Se dice que revivían a cada paso que daban. Esa alegría no puede haber sido mayor que la que experimenté al dejar la tierra par" sumergirme en el mar. Nunca he gozado tanto bañándome; pero tuve accidentalmente una molestia que no podía prever. En la playa había colgado mi camisa de un nopal en flor, cuyos capullitos soltaban millares de púas diminu– tas que se trasladalon todas a mi cuerpo. Mi angustia, añadida al calor intenso, era agudísima; inútil re– sultaba tra~ar de quitarlas, porque hubiese tenido la paciencia de hacerlo era imposible, toda vez que es. taban lo bastante adheridas para resisfir y a la menor tentativa de arrancarlos se rompían en la superfi. cie de la piel. Este inciden~e, por insignificante que parezca, me tuvo en extremo afligido durante aquella noche de calor excesivo y lo mismo el siguiente día.

(1) George Anson, barón de Soberton, ilustre almi rante inglés que riz'o un viaje alrededor del mundo en los años 1740-1744. N. del T.

10

Page 58 - RC_1968_06_N93

This is a SEO version of RC_1968_06_N93. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »