This is a SEO version of RC_1968_06_N93. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »El saco en que se guardaron los doblones estaba debajo de la cabeza de Ignacio. mi ayuda de cámara. un mozo despierto, activo y tan honrado. así lo creo, como la mayor parte de los criados mexicanos. Este saco tenia una cerradura de resorte que cerrabB! con sólo apretarla: pero no se podía abrir sin la llave. Abrí el saco. Ignacio extrajo de él mi camisa y mi gorro de dormir, cayendo casualmente uno de los rollos de oro en el piso. El otro. que valía cerca de ~300. no pareció a pesar de lo mucho que lo buscamos y nunca pude averiguar lo que fué de él. El asunto me causó profundo disgusto: pero como yo me ha– bía opuesto mucho a tomar el dinero en mi equipaje y tan sólo consentí en ello después de intimar a mi infortunado compañero que no lo perdiese de vista. no me creí de ninguna manera obligado a resacirlo de la pérdida que él sufrió-así debo decirlo-con gran entereza y resignación. Era un compañero tan jo– coso y agradable como instruido: pero a rato el recuerdo de su desventura no dejó de causarnos gran pesar– durante el viaje que de modo tan desastroso empezaba.
A la mañana siguiente. 22 de abril. el tiempo estaba despejado y bueno. Salimos a las ocho e inmedia– lamente comenzamos a subir desde la planicie de México. A 10 largo de unas cinco leguas el ca'mino era muy escabroso. siempre por la falda de la montaña de Ajusco, que ofrece una vista tan hermosa mirándo– la desde San Cosme. Pasamos por los restos de una buena caa:retera que conduce a la Hacienda (1) del fi_ nado D. Miguel de Borda. que fue uno de los magnates de México a principios de la época de mayor pros_ peridad de este país. Era sumamente rico: murió hace unos cincuenta años y no pude recordar si en la ca_ pital oí hablar de algunos vástagos de su familia. El camino, que se va deteriorando rápidamente a causa de los torrentes de la montaña. hará que se conserve su memoria mientras quede algo de él. A no ser por sus restos. ni yo ni mis lectores hubiésemos sabido nada del que en un tiempo fUe el opulento y grandioso D. Miguel de Borda.
Llegamos a Cuernavaca hacia las seis de la tarde habiendo pasado durante las tres últimas leguas por una de las regiones más hermosas que es posible imaginar. A esa distancia de la ciudad estaba amenazada una recua de 140 mulas que llevaban mercaderías de la China procedentes .del Mal" del Sur. Es difícil ima– ginar la belleza y esplendor de esos artículos que en su mayor parte consistían en burates. los más ricos lerciopelos de seda de los modelos más extraordinarios y hermosos muselinas bOldadas de ooro y plata y sobre camas de seda labradas. En Europa no he visto nunca tales cosas traídas del mercado chino. Obtie– nen un buen precio en México: pero es necesario regatear con los mercaderes. porque me enteré de que se forman con la lercera parte de lo que suele pedir por ellas. La ciudad de Cuernavaca podría ser una re– sidencia agradable, tiene unas 10.000 almas. buenas arboledas y buenas aguas: las casas son limpias y de as– pecio confortables. es algo así como la aldea de Carllhalion, cerca de Londres. Las casas están echadas a estilo inglés. El Comandante vino a visitarme en la posada para ofrecerme sus servicios. Lo invitó lit
cenar con D. Juan de Mayorga. Mi compañero D. Mateo y la hija de la dueña de la casa. una niña de ocho años. nos acompañaron lambién.
Antes de salir de México había hecho preparar muy de prisa una cantinita especialmente surtida de objetos de hojalata y de lai6n. comprados en los almacenes de los mercaderes europeos. Pregunté a la niña qué metal era la hojalata y. como yo lo esperaba. contestó que plata (2). En seguida. monstrándole una cace rola de latón, le pregunté de qué era: respondio que de oro (3). A pesar del concepto que mi amiguita lenía de la elegancia y del esplendor de la vida. no había nada en casa de su madre que correspondiese a la mag– nificencia de sus ideas. Todo el ajuar de la habitación consistía en una mesa de madera, larga y roñosa, tan alta que se podía comer sentado sin necesidad de levantar la mano o de inclinar el cuerpo. y en un banco que hacía juego con ella.
iDos o ires platos bien guisados a la española. algunas frutas excelentes y una botella de vino de Oporto inglés nos hicieron pasar muy agradablemente unas horas de la noche, hasta que la mesa y el banco fue– ron desocupados para convertirlos en camas.
Después del desayuno me despedí de D. Juan de Dios de Mayorga. el cual regresó a México por Toluca. Se fue sumamenie alegre por la perspectiva de los b' gó varias cartas de recomendación para sus amigos yo podría dar sobre su situación política. y me entreneficios que iba a reportar • Iltl pafa del Iaforrne que particulares y el Gobierno de Guatemala. el cual no ha lenido un Ministro más entusiasta ni más consagra_ do a sus intereses que ese hombre excelente.
Por muy hermoso que sea el camino que recorrimos ayer, el de hoy. 23 de abril. 10 supera grandemen_ le en todo lo que pueda hacerlo encantador. El país es ondulado y pintoresco. Hacia el mediodía pasamos al borde de una barranca prodigiosa. en cuyo fondo había una corriente de agua abundante de límpida pu– reza. y dos leguas más allá llegamos a una plantación de caña de azúcar que pertenece a la familia de los
(1) En castellano en el texto. (2) En castellano en el texto. (3) En castellano en el texto.
4
This is a SEO version of RC_1968_06_N93. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »