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« Previous Page Table of Contents Next Page »Estando en el destierro, tuvo Landívar 111 dolorosa noticia del fallecimiento de su madre, acaecido en 1771.
en tristes circunstancias, pues su locura se agravó con la expatriación de su hijo y a dicha dolencia Se agre– garon graves ataques de reumatismo: dolores que sé– llarán para siempre en lo profundo el corazón del poe– ta, aunque él se empeña en mantenerlos ocultos paTa cantar las gratas reminiscencias de su ciudad y su país natales: "'Confieso que debiera cubrirme el pecho con luctuoso peplo y verter amargas lágrimas: ya que mien– tras en las praderas brotan flores e irradia el fulgor de los astros, profundo dolor morará siempre en mi alma. Pero estoy obligado a esconder la pena, aunque el que– branto arranque suspiros al precavido corazón".
EN BOLONIA
La literal:ura española del siglo XVII 'consagró el ingenio de los italianos siempre que habló de ellos: "Italia, señora de la pluma", "La doctísima Italia, tan docta, que en todo género de doctrina a ninguna parte del mundo reconoce por superior y muchas veces la re– conocen a ella", etcétera: pues bien, Landíva'~ tuvo la suerte de llegar a Bolonia cuando esta ciudad aÚn era, con secular tradición intelectual, un activo centro cien– tífico, que irradiaba ideas, pueblo al que todavía en– contraría Stendhal a principios del siglo XIX "original y fogoso, saturado de talento y vehemencia", ofrecien– do a su modo de ver "el doble aspecto del grado de pasión y de la fertilidad imaginativa que hace falta para 'llegar a la perfección del espíritu".
Bolonia está apoyada sobre dos colinas que miran al Norte, y aunque cerca Se extiende el espléndido va– lle de Lombardía y es dable encontrar en sus alrede– dores rientes boscajes como para lienzos de pintor, en general el aspecto de la ciudad es desierto y sombrío, ce– rradas sus calles por soportables a ambos lados, quizá menos elegantes que los de Módena, que sólo tiene de un lado y sin embargo, llenan su fin de resguardar a los transeuntes de las pesadas lluvias. Abundan los templos y los conventos, consistiendo su mayor riqueza y decoro en obras de arte que merecen el celo cas\ infantil con que defienden el prestigio de dichos ob– jetos sus habitantes: el más simple ~apatero sabe anéc– dotas de la vida de sus artistas predilectos y asume res– ponsabilidades por la escuela de Bolonia, pero Se trata de una imitación del exterior de las clases superiores que monopolizan el talento.
Afirma GBTnet que "el siglo XVIII fue para Italia un período de convalecencia", decaídas las bellas artes, con excepción de la música que llevaba a un prodigioso desarrollo influyó luego para levantar el drama lírico: luvo sin embargo, nombres como los de Vico, Becaria, Filangieri, Genovesi, Galiani y otros y "un soplo vigo– roso recorría la nación, los hombres escribían y pensa– ban con relativa libertad", siendo Bolonia una de las ciudades que por ese tiempo cobijó grandes ingenios. como un retoño de la Arcadia.
Los sacerdotes tenían gran privanza, como que la ciencia, la literatura y las artes se habían desde anles refugiado en los conventos, contrastando la cultura de
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las comunidades religiosas con la ignorancia del pue– blo, al que faltaba el elemento primordial: idioma, pues el ex'C1usivismo escolástico impuso el latín para los al– tos menesteres del intelecto y todos los renacentistas se echaron por el sesgo muelle de la glosa, en veces la simple copia, como si ya np fuera posible la creación y bastara la herencia del clasicismo griego y romano. Aquí debía vivir Landívar los años que le resta– ban de vida, constantemente conmovido por el recuer– do de su patria nativa y aquí se reproducirían en su memoria, con vivacidad y pureza de colorido, los he– chos y cosas que su talento observador fuera atesoran– do desde los primeros años de su juventud. ¿Por qué. en un país lejano, en una ciudad, iba a evocar las esce· nas campestres de su tierra? Sobre una sagaz conclu– sión de Rodenbach, quien piensa "que los escritores de origen provinciano sólo saben sentir y describir la pro-' vincia después de haber vivido en la capital", no hay duda de que influyó en el ánimo del poeta guate– malteco el amor, que olvida sus dolores para dar a su patr.ia una ofrenda limpia de queja,s: "Salve, cara pa– rens, dulcis, Goatemaia, salve", y su original numen fluye con la espontaneidad de las fuentes claras que él exaltara por una afinidad espil'itual, o se alza con la majestuosa altura de los volcanes que rodean Antigua y guardarían sus retinas con una sensación de asombro y deslumbramiento.
Recurrirá a la lengua latina para decir tanta belle– za, y la Rusticatio Mexicª,na impresa en Módena en
1781, corregida y aumentada en la segunda edición de Bolonia de 1782, será presentada por él como un regalo a su patria, testimonio de un sentimiento que ni los años, ni los a~ares de la vida podían borrar.
En tanto su vida trasscurría amargada por el exilio y empequeñecida por tribulaciones económicas, en un ambien:te cada veZ' menos propicio, pues ya apuntaban en el mundo las ideas libertarias que eran precursoras manifestaciones del sentimiento qUe pugnaba por suie– tar en algo la pensión de 365 pesos anuales luego sólo de 300 -que se le enviaba por mediación del marque– sado de Aycinena: hasta que hubo de tomar la deter– minación de presentarse. a reclamaT su herencia, por entonces famélicamente disputada por cuantos se creían con derecho a hacer valer sus ambiciosas pretensiones, dando para ello poder a su prima hermana doña Petro– na Abaurrea, y subsidiariamente a don Manuel Juarros y don Ignacio Muñoz, en el año de 1775. Los otros as– pirantes al patrimonio del os LandívM, enredados en un ruidoso litigio que duró desde 1750 a 1827, reprocharon duramente a Rafael ese ejercicio de derechos que ha· bía renunciado en México al hacer su profesión menor de jesuita, aunque tal actitud era bien lícita" despuss de la disolución de la compañía.
Murió en Bolonia, el 27 de septiembre de 1793.
AMBIENTE
Durante toda la primera mitad del siglo XVIII, se conservó la herencia literada del anterior, y fue con gran retardo respecto de la península que comenzó a sentirse la influencia de los escritores franceses del gru-
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