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« Previous Page Table of Contents Next Page »salían los que iban a vestir la toga en las cancillerías Carlos III fue demostrando creciente desafecto a los jesuitas, senfimiento correspondido por la temi– ble compañía, hasta llega~se a la pugna ostensible en– tre ést.a y el frono, cooperando con éste los temores del rey de Portugal, que se sentía por doquiera amenazado
y a quien preocupaban ciertas ideas sobre la impunidad del tiranicidio atribuidas a los jesuitas.
Consecuencia de tal desarmonía, fue la real célula de dos de a'bril de 1767, que contiene la pragmática san– ción de su majestad mandando extraña¡: de todos sus domh1ios de España, Indias, Filipinas y demá~ islas ad– yacentes, a los regulares de la compañía, así sacerdotes como Icoadjutores o legos que hayan o hubiesen hecho la primera profesión y a los novicios que quisieran se–
guirlos, en tanto que por otro real decreto autorizaba al Presidente del Consejo Conde de Aranda para :tomar las providencias correspondientes: el mismo día fue pro– mulgada en España dicha pragmática: cuyo texto llegó a la capital de Guatemala y se publicó po¡: bando en sus principales canes el veintmueve de junio del mismo año.
Además de la expulsión, manda el rey la ocupa– ción de las temporalidades, incluyendo lada clase de bienes :;:aíees y muebles o renias eclesiásticas, asignan– do sólo una pensión vitalicia, de den duros a los sa– cerdotes y noventa a los legos de la compañía, paga– deros de la masa general formada con los bienes de la misma: pensión suspendible en el caso de sancionar in– fracciones al decreto de ex:trañamiento o demostracio– nes de rebeldía y censura hechas de palabra o por es– cl'ito contra sus l'eales disposiciones, euyos móviles se reserva la pl'amática con autoril?lación del consejo que también estimó "g¡avísimas las causas", l'elativas a la obligación en que se encon:b:aba su majestad de "man– tener en subordinación, 2ranejuili{~ad y juslieia a sus pueblos".
Sin 10g~ar X'epone¡;sl" de st'! SOl:p:i.'e:m, 01 presidente y
los oidores de la :Real Audiencia se <lpl'0sim.'on a cum– pUl' lo ordenado, trasladándose ea cue¡;pO al convento de los jesuitas, uniformado el presidente y vistiendo sus togas los oidores, asistidos por sus mh'lisil'ales. Una es– coUa de dragones rodeó el edificio y oiras Se distri· buyeron a puntos estratégicos de la ciudad, en previsión de algún motín ocasionado por los vecinos afeclos a la Compañía, pues sin la ciega sumisión por entonces guar– dada al rey se habría visto serios disiú¡:bios en esta ca– pi:l:anía,
El capitán gene¡:al don PC!dro de SélJlaza¡: y Herrera Natera y Mendoza, eumplió el penoso cometido de leer a los padres jesuitas el real mandato, suspendiéndose
POl' orden dell'ectol' de la misión guatemalteca, José An. tonio Zepeda, las ceremonia!> que en celebración del mes del Corazón de Jesús se hacían, iniciadas la ma– ñana de ese día con algunas misas y especiales rezos. Los padres escucharon en silencio la pragmática y la– cónicamente expresaron su disposición de obedecerla. Los padres estuvieron incomunicados desde ese mo– mento. Como todos, Landívar no tuvo oportunidad de ver por úlfima vez a su madre, cuya enfermedad se ha– bía agravado. Dos días más tarde salían por Chinautla
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hacia el Golfo, a donde llegaron el veinte del propio mes, y el 26 a Omoa. El doctor Zepeda y dos legos en– fermos y de venerable ancianidad se quedaron algún tiempo, éstos para recuperar algo de salud antes de em– prender el duro camino del exilio y aquél paTa hacer entrega de los bienes de la congregación, interviniendo para ello la influencia de sus parientes. Con Landívar, entonces en plena madurez, salieron de Guatemala los padres Manuel Alba, Joseph Vallejo, Manuel Muñoz. Juan Sacramoña, Joseph de Acosta, Francisco Javier Mariínez, José Antonio Agui1'1'e, Luis 50ntoyo, Manuel Cantabrana y Antonio Pons,
Con el asentimiento del general de la Compañía, LOl'enzo Ricci, el Papa negó a esíos e~tilados el refu– gio que antes diera en sus E'stados a los desterrados de Francia y Portugal, juego que tenía por objeto hacer resalfar la dureza del real mandato y quizá provocar su derogatoria, de fodas maneras nocivo al prestigio de Carlos IJUr. Unos se vieron precisados a desembar– car en Africa y otros permanecían largo tiempo en alfa ma¡:, en incómodas f¡:agatas, tal vez a la vista del puer– ío que les ofrecía descanso. Casi iodos se resintieron en su salud y hasta murieron algunos: sufl:Íendo entre ellos Landivar tan amargas penl9Jlidades, hasia su lle– gada a Bolouia,
La expulsión dio motivo a muy adversos comenta– rios contra el monarca Borbón: "desde los tiempos de los Médicis, no se había visto UXl {modo igual de sabios. Eran aquellos jesuitas doctos en leiras clásicas, y que tanto en Roma como en Bolonia, en cuyos conventos ha– llaron amparo, se dieron a publicar obras que han que– dado cemo modelos de sabiduría y de buen gusto" Además, sobre la piedad y simpatía que inspiraban a– quellos desterrados, principalmen:te quienes como Lan– díval' perdían a Iv. vez el contacto con su país natal. profundamente heridos en sus seniimienios patrióticos y sus afecciones de familia, se tenía en cuenia las obras que las congregat;ioXles :;:eligiosas habíaXl desarrollado
en América p(ll'éJ. :rl2gar el Gvangelio e implaniar la cruz de Crisío. "La obra de los misioneros en América _que comenzaba, como decia <:llguna de 011os, por aprender
LA TEOLOGIA QUE SAN'fO 'rOMAS NO CONOCIO, a saber: las lenguas indígenas: que acababa no pocas veces en el ma:dirio, abandonados los pobres apóstoles en el seno de las t:dbus bárbaras, a donde sólo de modo intermitente llegaba el podal' de lEspaña: que fue siem pre tan benéfica para los naturales de América como verdadero balu¡:¡,¡::i:e conS:!:a la brutalidad del encomen– dero y del soldadón~: la obra de IOIl misioneros de A– mérica no es hoy discutida POi' nadil'l. EniX'e ellos, los jesuitas represenian uu capítulo, que no siempre encon– tramos ineorpol'ado en las hisio:i.'ias de conjunto sobre ll!! materia, En la Nueva lEspaña, por ejemplo, produ– cen los jesuitas un apogeo de los estudios humanísti– cos hacia el siglo XVIlII, caracterizado en los nombres de Abad, Alegre y el guatemalteco Landíval' ' '. y
en el mismo sentido se produce Salas: "En los claus· tras se hablaba el latín c:ulio, idioma en el 'cual, mer– ced a los copistas, se conservaron los modelos clásicOS científicos y literarios de Grecia y Roma, salvados del olvido por el catolicismo".
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