Page 38 - RC_1968_06_N93

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iro de los nOV1C'lOS y cantaba eL coro con los demás el MISERERE, hasta que se oían los pasos del hermano poder o que llevaba las llaves al prefecio, llaves con que a la vez se cerl:aba la actividad del día, cuando la noc11e se tragaba el convento. Cada tres días barría y arreglaba su celda o ayudaba a los mismos humildes menesteres en la sacristía o en otros depariamenios de la adrn.inisfrac:ión. Pronto Se hizo familiar su figura, infensamenie pálido en su veste azul oscuro. Le pla–

cía reconer el dausfro superior, silente y decorado por las pinturas de Villalpando: o el inferior que llenara sus arcos con la fresca visia y el sedanie olor de los naranjos ,cuyas ramas se vencían en 'U'eces sobrecarga– das del oro de sus frutos.

Permanecía largas horas en la biblioieca, amplio salón abovedado, cuyos muros estaban en toda su ex– tensión y aHura recubiertos por los estantes atestados de libros y ricos infolios, co.n una sencilla y larga mesa de pino en el centro y algunas sillas diseminadas en tor– no. Recortaba su silueta oscura por la calzada de. los algibes, donde el crepúsculo deshojaba las rosas, o por la más esfrechéll y pintoresca de los cipreses, elevados cada uno como una oración, en doble ringla hieráiica. () vagaba por la amplia huerta, deteniéndose a Orar en su pequeña capilla o llegando a santiguarse ante la Dolorosa, empotrada en un nicho de la harda.

El 31 de julio, en el día del discuHdo patrón de lE'J comunidad, San Ignacio de Loyola, había suntuosos ofi– dos, con derroche de cera e incienso en los alfares, ale– gre revuelo de campanas, goce de música, estreno de corporales y prodigalidad de la despensa: 10 mismo que el 12 de mal'ZO, día de la canonil1lación de San Francis– co Javier, apósfol de las indias.

Por el día salían algunos religiosos, en mulas mo– des:l:amenfe enjaezadas, a raga!: el ev¡mgelio al son de una campanilla vocinglera, ya fal<nilia1: por su sonido

a los indígenas, y aún de noche se 1mcian fales eJr.cur-lsiones cuando alguien. llamaba al por~ón solicitando los auxilios de un sacerdo:l:e. Gnienes se san:J:incaran en el ayuno y la penUem:ilil,

(j se s:¡i:rtliel'lill'l. en la con– femplación, como Agusiíl'l. Mál'que2, u'docior en éJtia– sis, cl'iatul'8. morfa1, que se daba azo:i:es desde el alba y permanecía largas horas de rodl.11as ante el Crisfo d'

las llagas innumerables. Asomado a la ventana de su celda, aquella vez se embele:zaba (:on:lemplando el fil'–

mamenio de amatistas hermosas. En la tierra iembla– ha un rosal, hajo el manto bendito de la noche y en el reloj del convento se morían las horas, Se retiró el herma,no poriero y fue a la celda del P. AgusHn para entregar las llaves",

"¡Cuán hermosa la noche! y qué fría y azul ~so­

ñaba él distraído,- Ponga las naves en la mesa".

"1\ la mañana siguiente el portero volvió a reco– gerlas, y el P. Agustín seguía contemplando los 'Cielos y besaba agradecido la mano del señor, Toda la noche cayó granizo en los alrededores del convenio: en los estanques el agua se había congelado: los :rosales se morían en un viento de santidad, y de la :l:iena se le– vantaba la neblina".

"_!Buenos días, padre maestro! -exclamó el por– iero..,.... Alabado sea el Señor".

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--"Ya le dije que dejara las llaves en la mesa– conlestó él conlemplativo".

"Y saliendo de la celda el hermano se persignó con miedo, como si aquel astrónomo de los observato– :rios que no son de este mundo, estuviera loco de tanfa besar la mano del que exponía en la custodia abierta del cielo una amatista de color de silencio, de amor,

de pensar",

Cristóbal de Mendoza y Menda, comenzando el id– timo lustro de su centenario, magro y apergaminado, los ojos ardidos de fe, "cansado de años", marJ:irizaba aún sus huesos sobre duras esteras, humillaba la fren– :te sobre las baldosas y se daba azo:l:es, "o bendecía. los desposorios de los pájaros anfe el altar del firmamen– fo". "Hermano Crisfóbal, muy buenos días -le dijo a.yer que lo encontró en el jardín nuestro Señor Jesu– cristo. Y como el hermano ya casi no ve, acarició la cabeza de Aquél en cuyos ojos hay luces más hermosas que las de la noche clara".

En ese ambiente hizo sus esfudios el sabio padre Alegre: allí se fue llenando de ideas el cerebro de Cla– vijero, en el mismo lugar estudió 40 años la bo:l:ánica Vanegas: maceró sus carnes de renuncia. Cantón: sintió Sigiienza y IGÓngora. qUe sus manos :roz:aban el miste– rio: y el bea:l:o Rivero lloraba lágrimas fragantes, nos– tálgico de eternidad, viendo deshojarse las flores. Allí

mismo soñó Rafael Landívar, henchida su alma por el yecuerdo del solar nativo, redivivas en su memoria su infancia y su primera juventud, iodos los hechos y las cosas que pl'esidiel'on en Guatemala la formación de su preclaro espíritu: allí iomó los hábitos: allí se hizo ad– mirar por su dominio de los clásicos, la sabrosUl'a de su habla retórica y el claror de su activa in:l:eligencia: par– fe infegrante de una pléyade de amables ingenios y profundos sabios que estaban creando con su vida el haber espiritual de la colonia.

En 1'155 estu'U'o en el seminario de San Gerónimo de Puebla, I':omo profesor de retórica y siendo novicio aún, pues hasia el afio siguiente hizo su profesión me– nor, a la 'U'e;;;¡ que l'enl.meiab12 a su hei:ey¡cia', con autori– zación del superior de la compañía en Nueva España.

LOS JESUITAS

Coincidiendo con la penetración de las ideas de E– J:asmo y vagos anuncios de la reforma, cuando domi– nicos y franciscanos se aprestan a luchar por los dog– mas clásic'os, armados de suspicacia y misoneísmo, 1540, se funda la orden de la Compañía de Jesús por un mi– lita,r aventurero, ¡ñigo ¡'ópez de Recalde, que había col– gado sus armas ante la virgen de Monser!:at, como pren– da de gratitud por haberse curado de una lesión reci– bida en Pamplona en 1521. y quien después fuera cano– nizado con el nombre de San Ignacio de Leyola.

Nadó la fundación en época de lucha, pues tendía el lluevo espíritu del libre e"amen a abrirse paso pOI' entre los vicios dialécticos del peripaietismo y librarse de los juegos estériles de la escolástica :l:omista: por ob:a parie, un criterio ortodoxo intransigente sospecha– ba en iodo y de :todos los peligros del eramismo y refor– mislno. Fue' bien visia por tanto la Compañía y aproo

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