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« Previous Page Table of Contents Next Page »tes, tres de LOGICA, cuatro de FILOSOFIA, dos de GIENERATION y una de ANIMA, distinguiéndose al
recibir el grado en sus contral'réplicas a los doctores que integraban el tribnnal, al discutil'se los tres ar– gumentos de las CONCLUSIONES. Poco después as– cendía en grado a maestro en artes, después de ha–
cer profesión de pertenecer a la l'eligión católica y haber jurado defender la doctrina de la concepción de la Virgen, concebida sin pecado original, que más tarde sería erigida en dogma.
Asistía regularmente a las conferencias y saba– tinas, lo mismo que a los demás actos importantes de
la universi!lad, sobresaliendo entre ellos el otorga– miento de grados, ceremonia rodeada de solemnidad
y cargada de l'itualidades. Se iniciaba con una misa rezada al Espíritu Santo, y en el cabildo de la propia catedral se sorteaban los temas entre los que escogía al aspirante los puntos que iba a sustentar en ' 'la fúnebre", que tenía lugar en el recinto de la sala capitular. Venía después el vistoso paseo, una sen· cilla velación de armas, y los actos del examen pú–
blico, el vejamen, la imposición de las insignias, el ósculo, la espada, las espuelas y la borla honorífica. Siendo hasta entonces que era felicitado con efusivos abrazos, obsequiando a sus maestros y doctores pre– sentes una docena de guantes y pañuelos, sobre la propina reglamentaria.
lEra corriente que los graduados obtuviesen el ti–
tulo muy jóvenes, y lo mismo ocm'rió con Rafael Lan· dívar, asesorado por su clara inteligencia, He aqní
10 que afirma al respecto el señor J. Joaquín Pardo, cuyos trabajos hemos citado antes:
"En 1746 -a la edad de quince años- Rafael re· cibió el título de Maestro de Teología y a los die;:;
y seis, en 1747, se doctoró; para lo cual hubo neceo sidad de seguir un expediente, ya ill'l1le los preceptos exigidos para tal investidm'a imponían umos clXant<os años de luáctica; per(ll la primera a'l1ltodda[1! colonia?>, previa información del rector iie la ~miivel'sidad y "a·
tendiendo a su ¡'ara aplicación y ::mficiencia" le otm',
gó la gl'aca que solicitara,
De 1'14"1 a 1'149, el poeta, enseñó retórica y poé–
tica en el colegio de San Francisco de lllorja, culti.vó la lengua del JLaco y asimiló un gran caudal de co– nocimientos que le permitiel'on sobresalir entre los asistentes, tanto pupilos como maestros, al antes men– cionado centro educacional".
HACIA MlEXJICO>
Terminados los curSOS de 1'¡'49 en el colegio de San Boda, donde daba una clase de retórica y sir, vió también cátedras de teología y filosofía, aun su– midO' en el profundo dolor que le causara la muerte de su padre, Rafael dispuso su viaje a México, con destino al convento de Tepotzotlán, donde debía pro– fesar dentro de la orden de la compañía de Jesús. Se despidió de sus maestros, amistades y discí– pulos, y en su casa hubo una escena tiernísima al decir adiós a doña Juana Francisca, quien contaba por entonces 48 años de edad y se encargaba de la admi· nistración del haber de los Landívar; con ~Ml menos
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efusión abrazó y besó a su hel'mana Rita Josefa, que era ya una dama de 23 años, casada con don Joaquín lLacullza, cuarentón más de afable trato e intocable
pUlldor. Cuando salía de la CASA. SOLAR que lo vi.e– ra nacer, queriendo llevarse en los ojos húmedos im· presa la visión de los objetos familiares a su vida, c01'1'ió a echal'se a sus pies y a llorar abrazada a sus rodillas la liberta Ursula, mulata que se significara por su amor a Rafael y IJor la predilección que hacía ella manifestara en su infancia el poeta, y a la que se di.o libertad con ocasión del fallecimiento de don Pedro.
Fue en este viaje, en que l'ccorrió gran parte de
los territorios de Guatemala y México en un tren de mulas, yendo de sorpresa en sorpresa ante las ma· ravillas naturales que deslumbraban sus ojos, divir– tiéndOse con el espontáneo ingenio y el pintoresco ro– mance de sus guías, que el poeta afirmó su predilec· ción por los espectáculos vírgenes de la naturaleza y
las estampas del campo.
Al lento paso de las mulas, por l'eptantes sende– ros y anfractuosos terrenos, ya en el helado clima de las tierras frías o en el bochorno sofocante de la costa, donde las cabalgaduras ASOLEADA.S eran san– gradas de la nariz por la habilidad de impl'ovisados cUl'andel'os, se iban desenvolviendo a la vista del poeta los más valiados panoramas. Ahora el fresco tapiz desenrollado de los valles, vibrantes de color,
de flores y de pájaros; los umbríos parajes enclaus· trados de árboles y numerosos de frondas, saturados de saludables olores silvestres; las tOl'l'enteras ma– readas de precipicio', talladas por la pujanza de ram– pantes caudales; laf fuentes estáticas o los paralelos manantiales que dicen del alma transparente de un Fray Luis de León; las cordilleras y los volcanes de épicas moles; los barrancos de pavorosas fauces y los bosques cel'J'ados al domino del hombre, resonantes
de extraña vitalidad, con gruñidos de fieras, glitos salvajes, aullidos desolados, estertores ag-ónicos en– tre las hojas y heráldicos vuelos de aves; la vida espontánea y fértil, recién creada, majestuoso esce· nario en que se cumpplen los instintos, en el templo ilímite que corona de fuego el sagrado disco de Tohil. Su ilustración clásica permitía a Rafael ensoñal' al compás del trote cansino de las mulas, o de cara al cielo azul en las horas de bochorno que hunden en el sopor de las siestas prolong'adas, o en las calmas nocturnas selladas de puntos luminosos en las pá– ginas arcanas de la astrología. JLe era fácil poblar de seres fantásticos aquel ambiente pagano, propicio a reinvindicar los milag'ros de la mitología gentil. La musa de apolo canta en la gracia diáfana de las que– bradas a donde acuden a saciar una sed ficticia los animales; las ninfas coronan sus sienes róseas de flo– res selváticas; en las pendientes equilibran los fau· nos sus actitudes lascivas; rumorea el alma de Pan, entre la gloria empenachada de los carrizales; Diana clava su mirada dardeante en la cerviz intranquila de los venados. Son ya páginas vivas que se encuader– narán más tarde en las imprentas de Módena y Bo– lonia.
Algunas llanuras se animan con las estatuas mo-
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