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zarse contra la herejía: pero había desaparecido ya la vieja misteriosa que con V021 cascada solial'a ial des– propósito por entre sus dos colmillos venenosos: des– apareció sin luido, como había venido sin duda, "quién sabe éII qué horas, casi esfumada, como esas hadas fa– tídicas de las consejas que auguran males al borde de

la cuna. Y fue casi pisando el terror de las circuns– lanles que entró la parlera, arrastrando como una co– la, la impodancia que le daba su necesidad en la1:::s casos.

NACIMIENTO

En un ambienle denso de olor a medicinas, sobre– saliendo in:l:ensamente la :i:uda, doña Juana Francisca dio a luz transida de dolor. Era va¡:ón, y la nol:icia cundió por toda la casa con celeridad. Los ánimos len– sos se rebajaron hasta la lasitud; la casa misma pa-re– cía que respiraba con desahogo iras la prolongada an– guslia de la espera. Cuando don Pedro entró a la re– cámara de su esposa, descansaba ésta entre albas sába– nas, vencida la cabeza sobre el :nno ech'edón de las a1– mohadas, en desol:den los negl:OS cabellos, muy pálícl

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llli lez y cerrados los ojos, todavía CO!:l una lágrima iem– blanle en las pestañas, exangües las manos y los lora· zos ebÍlrneos en aciilud de supremo abandono. Don Pedro besó a su esposa, en la fl'eni~ Íria y perlada (~C

fino sudor, y sus ojos la contemplaron 'C0l1 una profun– da mirada de gratilud, de ternura y arrepentim'ent(l. Era bella, l'ealzada a los veinl:inueve años su :frescun saludable por esa plenitud que dignifica la carne ma1eT– na. Dos 'Jeces madre ya, por dos veces vencedora del. supremo trance, ella, tan grácil y delicada.

¿POlo' qué no llora ese niño? ¿POl' qué no afirma su vida con ese g:;:i:io rebelde que en los ,'edén nacidos 1:iarece presentir todo el dolor de su h,'iÍnsHo 1'01' la :He– J:ra, las asechanzas del sino? La cOH1aé!l'On¡¡ :liene una profunda arruga que lJ:lde de preocupación su fl'Gn:!:e. mienfras sostiene en bl.'ClZOS el cuerpecillo débil, per– pleja an:i:e aquel ser que apenas ha pisado los umbrales de la vida y ya parece dispuesxo a :;:e:i:ol'l'lél.1: al élc¡:célno en que se ofician los secretos de la generación. Cerca, en una jofaina disuelven su \'mil'aña virfud las cebonas moradas que han de oponer su fuerzll! de hechicería al MAL DE OJO.

Padre, y padre de un hijo varón, Don Peclro rebo– sa de orgullo, con los ojos húmedos de sentimiento pa– :i:ernal. Eso vale más que su lítulo de comisario gene· ral de caba,uería. y que los cargos de jefe de la sala de a1'1nas, regido... de la ciudad y cejador de ag1.lardien~es,

que sucesivamente ha desempeñado: aún :más que su actual presiancía de alcalde ordinario. Por eso lo ve– rá la ciudad un mes más ta¡:de, el 22 de noviemhre, lle– var con gran naiuralidad el estandarfe con el real ez– cudo de armas, en la tradicional festividad de Santa Cecilia. Con este motivo desfilaba un suntuoso corieio por las calles principales de la ciudad, siendo un honor envidiado el de ser portador de! blasón real, y dOll Pe– d¡:o 10 tuvo, radiante de satisfacción, el mismo año en crue vio la luz su hijo Rafael.

¿Se morirá el niño? Una inquietud nueva bale sus alas negras en los rincones de la eslancia; más que la vida del infante preocupa que vaya a apagarse el leve soplo de su existencia antes de que la iglesia lo reciba en su seno por la puerta ril:ual del sacramento del bau– l:ismo: pero el caso está previsto, y a la importancia de su iílulo debe el bachiller de Bolaños ser l;llegido para oficiar "en necesidad"; todos oyen su voz persimonio– sa: "En nombra del Padre, del Hijo y del Espíritu San– io, yo ie bauiízo con el nombre de Rafael", y corean: Amén, "Tiene la cabeza muy grande" -desenfona un indiscreto-o "Sin duda :l:iene sesos adenl::ro", sonríe bondadosamente don Pedro. En ese momento está pre· dispueslo a la generosidad, dilapidaría su hacienda y perdonaría :lodas las injurias.

El'a el 27 de oclubl'e de 1'6310

EL SOLAR

"El ilustre y decoroso centro de esia nobilísima re– pública, se admira majesiuoso, peregrinamente adorna– do de singulal.'es, magníficas fábricas, que autorizan y

noblemente aC'l'edUan lo gene!.'oso y noble de su dicho– sa fundación". Pues bien, la mansión de la fa· milia de Landíval.' e¡:a una de las más hermosas de la ciudad, enclavada en uno de sus "diez e)ciendidos y ex– celentes barrios. lEl bardo del TORTUGUERO, cuyo pronombre le viene por caer a 181 parte en que el firme terreno descaece más hacia la igual llanura, y Se ven allí más l'ebalsadas de ella más impelucisas veríientr', de los procelosos hibiernos", demarcación vecinal que se une al poblado y alegre barrio de San Sebas– :l:ián, al que eni¡:an los víveres por Jocoienango y don· de se goza de las aguas de PAMPUTIC.

Ocupa la casa un ancho solar, lindando al norte cm! el estrecho callejón llamado de La Partida: al orien–

~e C'on 121 calle de San~a Lucía, anchurosa y hermoseada de ál'1,oles; al sur, con la calle de San Láz.aro, que da salida a un frecuentado paseo "que por espacioso prado se e~~Hende ~mire la parfe oc:cidenfal y meridional del valle, es el ameno sitio de San Láza¡:o, por el hospital que esiá fundado, para la curación de pobres enfermos leprosos, al cuidado y desvelo de los cari:l:afivos hijos del padre de pobres San Juan de Dios" y a,l ponienle, con la calle de Los Recoletos.

Las habitaciones de la familia, maciza construc– ción al esiílo de la época, daban a la calle de Sanla Lucía, con su porión frenie al final de la cuada calle ponienie, amplio esie y señoreado por u'n modesto es– cué!o, formado por una paloma con las alas cerradas en– ire dos gajos de olivo enlazados pOl' la parte inferior: di.sfinHvo del que se infiere la alta religiosidad y el na– iural bondadoso y :l:ranquilo de don Pedro. En el in– ieriol' campeaban el buen gusio y la dqueza, manHies– :los en las arcadas de sólida mamposfería: en los pilares de madera labrada, sobre los que descansaban sencillos capiteles del orden dórico; en los pesados cortinajes que lamizaban la luz y amorliguaban el ruido: en les mue– ble¡:; de nogal labOl'iosamente trabajados: en las imáge-