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nuestra atención en obras que, de haber existido en nuestras bibliotecas, nos hubiéramos dispensado de su adquisición, pues no entraban de lleno en la especia– lización histórica, como son por ejemplo los tratados de derecho colonial, pero cUya consulta es indispen– sable al investigador de este Instituto. Y esto valqa para todas las obras básicas sobre instituciones col-o. niales hispanoamericanas.

He dicho antes que era cosa ardua formar una biblioteca de este género aun cuando hubie~a un~

fundación que proporcionara los cuantiosos gastos que ella supone, pero cosa casi imPosible cuando esa fun– dación no existe. Sin emb~go no he dicho la verdad completa. Si hoy día esta Universidad cuenta con esta espléndida colección no sólo se debe a la opor– tuna planeación, ni a la dedicación de quien la formó, sino a la generosidad de todas aquellas personas qu~

gene¡;osamente han contribuido económicamente o do· nando libros o manuscritos para ella. Permítaseme hacer justicia en esta ocasión a todas aquellas personas a quienes debemos gran parte de estos elementos de trabajo.

Debo mencionar en primer lugar a aquella dls finguida damas que desde la última llegada de los je– suitas a Nicaragua se asoció a todas sus obras Doña Blanca Urtecho de Coronel Matus que cedió a la Bi– blioteca los manuscJ:itos históricos que fueran de su difunto marido el ilustre político Dr. Manuel Coronel Matus. Igual hicieron con sus papeles de origen fa– miliar, pero de interés histórico para Centroamérica las familias Arellano, Sequeira, Argüello, Cardenal, de la Rocha y en tiempo más reciente 'Doña Margarita Cardenal de Chamorro que gustosamente cumplió la voluntad de su difunto esposo el Doctor Don Pedro JQaquín Chamorro, querido amigo y maestro, quien antes de morir y conocedor y grande alentador de estos proyecl:os significó su voluniad de cedernos su

colecció~ histórica impresa y manuscritos. Muchas han sido las personas que han eonidbuido con obras o documentos aislados y para quienes nuestra gratitud no es menor que para los aquí nombrados. Pel'mHa· sema tan sólo mencionar a algunas personas que eco– nómicamenie han sostenido por años estas investiga– ciones, bien ayudando para la microfilmación de docu– menios en el eJCtranjero o suministrando fondos para adquidr obras de difícil o imposible a.dquisición en nuestro país: en España debo mellcionar al Dr. Joaquín Ruiz Giménez y el Marqués de Auñón, ya difunto, y

en MéJCico al Ingeniero Don Leopoldo Peralta. Voy ya a l:erminar, y pido perdón, por estas pala– bras que van ya resultando excesivas, pero hay algcl que aunque' ya he aludido a ello quisiera destacar. Nicaragua debe sentirse muy afortunada de po– seer esta biblioteca, este gran elemento de investiga– ción, pero mucho más importante que esta riqueza bi– bliográfica es la obligación que nos incumbe como a historiadores de profesar una inquebrantable fidelidad a la verdad,

Es aquí donde falla con frecuencia nuestra pro– ducción histórica. Ni es mal puramente nicaragüense, ni siquiera centroamel'icano. No hace al caso inve:;-

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tigar ahora su origen, pero es un hecho que falios de madurez y con un falso concepto del patriotismo confundimos frecuentemente la historia con la propa– ganda partidista, ignorando que nada enaltece tanto al individuo como a la colectividad o nación, como el saber ac-eptar honestamente los propios desméritos y errores.

Cuando Su Santidad León XIII abría por primera vez los Archivos Secretos Vaticanos a la pública in· vestigación afirmaba en un memorable documento al Cardenal EhrIe: "L/a Iglesia no teme a la verdad". Y cua,ndo pocos años después un ilustre jesuita español, el historiador Padre Antonoi Asirain, comenzaba.' a publicar los primeros tomos de su HISTO'RIA DE LA COMPAÑIA DE JESUS EN LA ANTIGUA ASISTEN– CIA DE ESPAÑA, algunos jesuitas creyeron ver en la narración de ciertos hechos algo que desentonaba, que -para usar sus mismas palabras- "desedificaba". Enterado el Padre General de los Jesuitas, en aquella ocasión un español el Padre Luis Martín quien -dicho sea de paso alentó mucho al guatemalteco P. Rafael Pérez a escl'ibir la Historia de la Compañía de Jesús en Centroamérica- salió en defensa de Astrain con unas palabras que aunque breves encierran toda un3 filosofía de la historiografía jesuítica a partir de ell– tonces: "Lo único edificanie en la Historia es la ver– dad".

La pequeñez: geográfica de nueslros países centroa– mericanos no debe impresionarnos ni debemos permitír que pese ella más en nuestro espíritu que las dimensio· nes espirituales de la Patria de igual magnitud que las naciones de mayor poderío. La grandeza nacional de cualquier pueblo se deriva de la grande2'a espiritual de los individuos e instiiuciones que 10 componen, y

un país por pequeño que sea puede ser peana y pe– destal de héroes cuya fama rebasé los límites de la p.'opia Patria, y un clima de pobre~a y austeridad pue.. de engendrar almas extraordinarias: peñsadores, poe· fas, artistas y políticos que &10 necesitan de nuestras mentiras ni ocultaciones de lill verdad para que sus nombres enaltezcan a la Patúa,

Es hora ya de escribir nuestra historia con seriedad, Esta seriedad supone una consagración total a la ver– dad, a la verdad clara y desnuda y salirle al paso en donde quiera que ella se encuentre, aunque nos duele a veces dejar a un lado toda una mane:ca. de pensar. un punió de vista "heredado" sobre "nuestra" histori.'l

y "nuestras" personalidades. Esfo en casos podrá ser hasia heroico, pero solamente entonces entenderá y

sentirá hondamente el histol'iadol' aquellas palabras que hace casi dos mil años, un hombre ahen:ojado en cadenas por la defensa de la Verdad escribió a sus cristianos, el Apóstol Pablo: "LA VERD,AiD' OS HARA LIBRES". Sólo será pairiól:ica la histoda que conce– bida con sinceridad acepte la verdad en toda su am– plitud.

Si con la modesta colaborac;ión de tanios años con– sagrados ti! la formación de esta biblioteca he contri– buido en algo para proporcionar al investigador de la historia en Nicaragua una fuente de información par", escribir su historia verdadera, no puedo tener mayor satisfacción como historiador y como nicaragüense.

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