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« Previous Page Table of Contents Next Page »iDoscientos cincuenta años más tarde los jesuitas desterrados de Guatemala volvían nuevamente a las playas nicaTagüenses por aquel mismo puerto de El Realejo, ya casi en fantasma de lo que había sido. Su condición de asilados en tiempos políticamente muy difíciles para nuestro Gobierno no les permítió abrir un colegio propiamente dicho, a no ser los estu– dios clásicos de griego, latín y hebreo y los estudios mayores de filosofía y teología pero tan sólo para sus propios estudiantes. Sin embargo era imposible que la destacada personalidad y cultura de aquellos numerosos desterrados no rebasase los muros de la Recolección en donde se alojaban. Nuestro Rubén Da– río se confesará deudor a aquellos buenos Padres que< lo iniciaron en el cultivo de las bellas letras y aun le ayudaron para pregustar siquiera los tesoros de los clásicos 91'ieg05 y latinos que con sentida nostalgia h&bria de recordar años después.
Pero hasta 1916 no echarían los jesuitas los ci– mientos de una institución docente de cierta duración. Fue el Colegio Centro América fundado en Granada en donde cristalizó por primera vez, y en una forma permanente, este deseo de los nicaragüenses. Y como una consecuencia lógica, fruto de madurez, la Uni versidad Centroamericana que hoy nos reúne aquí para inaugurar la Biblioteca del 1nsliluto Histórico Centroamericano. Es muy significativo que cuando es– ta Universidad daba comienzo hace siete años. junto con las facultades de Administración, Derecho e Inge· niería nacía un instituto de investigación: el Instituto Histórico Centroamericano. Una Universidad no es solamente una escuela para hacer una carrera profe sional sino que debe brindar al investigador una opor– tunidad de profundizar en determinados campos del saber humano.
Si examinamos una lista, aunque sea muy somera, de nuestra producción bibliográfica llama luego la aten– ción el alto porcentaje de obras históricas, y es que como país todavía joven estamos en la época del pro– pio descubrimiento de nosotros mismos, no nos cono– cemos aún a fondo y la pasión política ha viciado fre– cuentemente la visión clara y serena de la verdad. de esa verdad que tanto hemos mencionado antes co– mo meta principal de los objetivos universitarios. En Centro América la !Creación de un centro de investi– gación histórica no era ni un lujo ni una oportuni– dad. Simplemente era de imperiosa necesidad, y asi al constituir esta Universidad le dio vida simultá– neamente con sus primeras facultades.
Aunque este Instituto comenzaba a existir legal· mente hasta 1961, sin embargo podríamos decir mo– destamente que no nacía niño: tenía en su haber una serie de elementos de trabajo y una planeación más antigua todavía que la misma Universidad. El pro– yecto aun en sus mismos detalles había ya cuajado, veinte años antes. Todavía conservo con cariño y ¿por qué n~ decirlo con nostalgia? los borradores del primer proyecto que años después. concretamente en 1945, presenté a los Superiores de la Compañía en Eu– ropa. Ese mismo año tenía la satisfacción de verlo aprobado por ellos y en concreto el programa de la
MONUM;ENTA HISTORICA CENTROAMERICANA que años más tarde ligeramente modificado era dado a conocer y comenzado a reálizar brillantemente por el Padre Federico Argüello Solórzano y el Dr. Carlos Molina Argüello. Esta es la publicación que manten– drá vivo al Instituto por muchos años por venir, pues que una obra de esta envergadura es obra no de un hombre, sino de una institución y para varias genera– ciones de historiadores.
Teniendo ya en mente una finalidad tan determi· nada. no era difícil planear los fondos de Su biblio– teca. Nuestras bibliotecas patrias eran y siguen siendo en su mayoría sumamente pobres en obras de consulta general y faltaban en Nicaragua las obras básicas, aun aquellas que nos eran absolutamente indispensables. Como ejemplo puedó mencionar el hecho que la His. toria de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, nues– tro primer cronista, era casi desconocida. Don Emilio Alvarez Lejaru poseía un tomo de los cuatro de que consta la edición príncipe madrileña. Comener a for– mar una biblioteca de este tipo en aquellos años, aun con dinero, era empresa difícil. pero cuando no había recursos económicos la empresa era punto menos que imposible.
Hoy día, vamos a constatarlo dentro de breves momentos, la biblioteca del Instituto consta con obras que son únicas en Centro América, y de algunas (la Enciclopedia Heráldica y Genealógica por ejemplo) no hay otro ejemplar completo desde México hasta Pa– namá. y sólo sabemos de un par de ejemplares en Sur América. Sería impertinente y aun petulante tratar de decir lo que se tiene, pero para aquellos que no están familiarizados con la labor de un bibliote– cario quisiera relatar si quiera cómo y en qué circuns– iancias logré completar por ejemplo la Colección de Documentos Inéditos conocida vulgarmente como de To– rres y Mendoz:a. Es obra que no está ya a la venta. que fue editada por la Real Academia de la Historia en Madrid. No olvidaré la emoción con que en un caluroso verano de 1945 me encontré en los sótanos de la Real Academia de la Historia en Madrid con veintiuno de los cuarenta y dos lomos de que consta la colección. Con paciencia fui revisando sus pliegos -estaban en rama como dicen los encuadernadores– y fue grande mi alegría al ver que esos primeros too mos estaban completos. Y comenzó luego una verda– dera cacería por todas las librerías de viejo de Madrid y Barcelona y Sevilla hasta lograr completar la co–
lección después de verlos años. Lo que digo de esta colección podría narrar de otras colecciones u obras como, por ejemplo. la edición de Bolonia de la RUSTI– CATIO MEXICANA de nuestro poeta Rafael Landj– var que venía a mis manos un trece de Noviembre de 1949 después de una persecución de catorce años consecutivos. Y baste esto, si no para encarecer el mérito de la formación de esta biblioteca, sí cierta– mente para destacar que no hay aquí un sólo libro que esté aquí al acaso. Todos han sido adquiridos. muchos de ellos con muchos sacrificios, con un fin determinado en la investigación de nuestra historia centroamericana y teniendo sobre todo en cuenta nues– tra pobreza bibliográfica nacional que nos hizo fijar
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