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« Previous Page Table of Contents Next Page »RELATO DE UNA EXPEDICION A HONDURAS QUETZAL
FIN DE UNA FABULA
REAL, SIMBOLO DE LIBERTAD, VIVE CAUTIVO
JARDIN ZOOLO:GICO DE LONDRES.
EL PAJARO
EN UN
(APTURA DE NUESTRO
WOLF GANG VON HAGEN
Zoologista Británico
Ningún otro pájaro en toda la América ha ejercida influencia tan profunda sobre el hombre antiguo de Mé–
jico y Centro-América, como el Quetzal a quien solo rivalizan en belleza algunos pájaros de
Oriente. El Quetzal está asociado íntimamente con el dios azteca QuetzalcoaU -la Serpiente con plu– mas- héroe de llll culiura del Méjico antiguo, y también con la conquista ellpañola. Acerca de este be– llísimo pájaro hay infinidad de mitos; el que ba. persis– tido más es el no poder vivir cautivo ni siq1l\ie~a por díes u horas. Durante algunoS siglos se creyó que esto pájaro era fabuloso. Hasta. hace poco se dechi (lue era tan ~aro
que estaba a punto de extinguirse, pel.'o si uno tiene la curiosidad de visitar el jardín zoológico en el parque Re– gent'sde Londres encontrará seis de estos pájaros, pi– chones de Quetzal, que demuestran no ser fabulosos ni estar extinguida su especie.
Con buena suerte, paciencia y un poco de trabajo, investigamos concienz:udamente la historia de la vida del Cuetzal, durante los priineros meses de nuestra expedición a Honduras, que luvo por resultado la cap– tura y, por primera vez en su hisl:oY.ia, el desar¡;:ollo en
cautividad del Pájaro Real de los aZ'tec8s.
Este pájarillo de color verde iornólSolado está con– finado sólo a las altas selvas de Centro-América donde llueve frecuentemente, desde Guatemala basta el Nor– te de Panamá. El Quetzal representa un género único (Pharomachrus) de los pájaros conocidos científicamen– te como los Trogonidas. El Quetza,l macho tiene más o menos el tamaño de una palomili grande y le adorna la cabeza una primorosa cresta verde; tiene el pecho rojo, pico y patas de color amarillo, el cuerpo es de un singular color verde metálico. Manchitas de plumas verdes cubren las alas oscuras. La hermosa cola que es un conjunto de plumas alargadas negras, blancas y verdes, termina en dos larguísimas plumas verdes-sím– bolo de su fama e inmortalidad. Estas dos plumas que son de más de 38 pulgadas de largo forman magnífica estela en el vuelo de Quetzal. La hembra es menos bella que el macho con sus hermosas plumas caudales, pero los colores de aquélla, más oscuros, de verde oliva, carmín y gris en sí mismo superlativamente bellos. Como en el caso de muchas bellas criaturas silves– tres, la morada del Quetzal está lejos de los poblados humanos. Siempre que el hombre se establece dentro de los dominios del Quetzal, éste busca partes más
recóndHas. El reina en los sombríos parajes lluvíosos de las selvas tropicales, a 5.000 pies sobre el nivel del mar. En toda la frecuenci,a, pues todo el país está lleno de cerros y montañas. Muy poco se conoce todavía el interior de Honduras. En el departamento de Yoro hay una notable cordillera de montañas que se conoce co– mo la Sierra de Pijol, cadena bastante grande que cul– mine en un alto pico, el Monte Pijol, de mas o menos
7,500 pies sobre el nivel del mar. Virgen e inexplorada, se alza como una de las cumbres más altas de Honduras. Fué a esta montaña a donde nos dirigimos en nuestro primer ensayo sobre el estudio del Quetzal.
Escogimos por guías a indios jicaques, que se en– cuentran por toda la región; conseguimos bestias y pron– to partimos hacia las faldas del Monte Pijol. Ascendi– mos gradualmente. Algunos de los flancos en las que– bradas estaban cuUivados con maíz, pero la mayor parte estaba cubierta con pinos y robles, y como no había ma– leza pudimos caminar a caballo los primeros días.
El suave soplo de la brisa a :través de los pinos nos hacía pensar en el Canadá más que en una región de los :trópicos. Lo único que indicaba que estábamos en una región húmeda era la presencia de musgos en los árboles. lJos pinos y robles estaban festonados con la Tillandsia gris parecida al musgo. No había ninguna xoama que no tuviera un gran velo gris flotando en la brisa, lo que daba a los árboles ciería apariencia extraña y venera– ble,
El cua,rto día de nuestro viaje terminó abruptamen– te la región de los pinos; habíamos alcanzado una al– titud de 4,500 pies y en vez del ter¡eno arenáceo tenía– mos humus negro que no es favorable para los pinos. Luego empezamos a ascender los verdaderos flancos de la Sierra del Pijol, teniendo que abandonar las bestias y jicaques se dividieron la impedimenta, y :todos con nuestros musculosos jicaques se dividieron la impedi– menta, y todos con nuestras cargas empezamos la peno– sa jornada hacia las regiones lluviosas de la selva. La presencia de los árboles Cecropia nos anunció el cambio de flora: con sus grandes tallos blancos y grandes hojas palmeadas se destacaban como candela– bros en relieve contra la oscura selva. Sin ningún otro preludio forestal nos inlÍernamos en la jungla sombría donde reina el Quetzal. Apenas unos rayitos de luz se fiUraban por la tupida selva, en la que los árboles en toda esta penumbra, se alargaban hacia el cielo buscan-
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