Page 116 - RC_1968_06_N93

This is a SEO version of RC_1968_06_N93. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

bestias ele carga). se acosfumbl'8 a acompaiíar a su madre y después toma inslinfivaraente la cabeza de la ania, haciélldolo con tanta más feUcidac1. cuanto que sólo Heva la insignia de su oficio: un cencerro al cuello para atraer y mantener juntas a sus compañeras. Las mulas perciben el sonido de ese cencerro cuando no lo puede hacer el oído humano, y por :!:emor de perderlo lo siguen, a un :l:1'ote rápido, cuando se han quedado atrás pereceando. Dada la abundancia del pasto. la demora que nos causó la mula no te–

nía más excusa que la juventud de ésta. Después de satisfacer ampliamente su apetito debe de haberse alejado en busca de golosinas, o se le pegarían las sábanas a consecuencia del hartazgo. Es probable que

su pecado fuese alguno de éstos, porque los peones castigal'on con dureza a la joven delincuenfe por la

molestia que les causó: pero al mismo :tiempo fnvi.el'on la satisfacción posi:tiva de poderme asegU1:ar qLle era imposible llegar ese día más allá de Encuentros, que sólo estaba a cinco leguas de allí.

En esa distancia el paisaje e1:a como el de un parque inglés en magnífica escala: vel'des prados de una

milla de largo y tan planos como una. bolera, cortados por colinas ondulantes por cuyas faldas pasaba el camino: espléndidos árboles adornaban el conjunto. En las cumbres de algunas de aquellas eminen– cias había robles, pinos y on-os árboles peculiares d('l regi.ones más frías, pero que cX'ecen con la mayor exuberancia en un clima lI:en'll,lado. Al pasar por la cima de una de las montañitas vimos una barranca profunda al través de la cual había caído uno de aquellos hermosos árboles, como para indicar lo factible que era unir las veredas que los viajeros tienen que seguir de cada lado de el.1a, obligándolos a dar un ro– deo de dos millas por lo m.enos, sumamen:l:e escarpado y escabroso. Nosotros empleamos el'l esto una hora de duro batallar. Cerca del árbol caído crecen ofros igualmen:l:e hermosos, y son fantas las facilidades na– turales, que veinte hombres podrían hacer en un día un puen:l:e sólido sobre aquellal barranca. En otros puntos es :l:ámbién posible acortar el camino con el mismo pl'ocedimien:to sencillo. Durante las úHimas dos leguas de aquella jornada se baja tan precipi:l:adamen:l:e como se sube en las an:l:eriores. Se sigue caminan– do cuesta abajo has:ta. llegar al pueblecillo de Encuenb:os, que debe su nombre a la confluencia del Mo– tagua y el Mancegua, dos bellos :dos caudaloso. El vIajero se encuentra de pronto en pleno clima tropi– cal. La vege:l:ación se hace tan espl>si! que cuesta trabajo abrirse paso. Las palme:rBs, los plátanos y otras plantas de los trópicos bordean el <1ügosto s~mdero, hasS'a que al fiü !le vcm, cuando se llega a sus mismas puedas, las pocas chozas de caúas de la aldea de EncuentA'os.

LA ATlVIOSFERA CALlIDA,lI HUMEDA DlE ENCUENTROS. - MODO DE PASAR EL RIO. –

LLEGO A MICO

Los habitantes de Encuentros no pasan de cien y son pobres y miseros. El lugar es sumamente mal– sano y a no ser por el ancho y hermoso úo que corre POlO uno de sus lados dando alguna idea de espacio y

animación, podl'ía uno Cl'eerse e:l1. el fondo de un pozo verde. No hay iglesia y sólo se dice miséli una ve2l al año, La vecina principal, en cny~ casa se alojan iodos los viajeroS, es doña MaFim. Ba:mes. '1'ic,me una posada (1) dond{) r.mconiramos él. un peni1'lsulal.' llamado don Miguel Español, amigo de mi. Gompafiero don Frandsco y comerciante acau~al<ldo. Acababa de salir de Belize y confirmó la noticia de la negada" de Ml:.

O'Reilley, pero sin dal' ninguna luz sobre el c?ráctel' de la Comisión. Don Miguel era un hombre caballc– :;;"oso e ins:l:ruido y cenamos con él en '!ma especie de fable d'hóte, (2) senfándonos ires en una cama: los de– más se acomodaron sobre cajas y otros bultos de equipaje, a:i:1'eglo que ~lOS proporcionó iambién una mesa. Llovía mucho y así sigulió si!'!. Áí:egu<t I[~u¡:an:i:e tod¡i 1': noche. í';¡'o tardó en llenarse el cuado de l'anas qu.e croaban sin parar, confes:l:ándoles sus compañeras desde fuera. El ruido era tan ensordecedor que con tra– bajo podíamos oír lo que se hablaba, porque millares de croanfes voces repetían la palabl'a agua: (3) y

aunque aquellos afibios pedí.an más líquido con tanto afán noso:l:ros opinábamos que había de sobra. A pesar de la continua lluvia hacía un calor sofocante y h"limos que dejar la choza abierta, de suerie que el agua no sólo penetraba a chorros por la puerta, sino que fa·mbién nos envolvía la neblina colándose por en– ire las caiias de las paredes. Si algutla ve~ ha habido una afmósfera excesivamente cálida y húmeda, tuvi· mos aquella noche la ocasión (~e r.mp®l'imeniado. Nos levantamos al sali); el sol, pero se habría dicho que nos movíamos en un baño de ViJ,p,w. :Habían :i:apado el equipaje y es:tabal pClsablemeufe seco. 1.10 metie· ron en una de las barcas para pasm:nos a la otra orilla del :do.

Llevaron las mulas lJOt' entre la selva al tm luga¡: situado a una milla :>:io arriba, pal'a que pudiesen sa– lil' a tierra en el propio vado, lo qeu no habrían podido hace!: si.n esia precaución, porque era necesario con– trarrestar la fuerza de la corrienl:e que tenía una velocidad de cerca de cinco nudos por hora.

(1) En español en el texto. (2) En francés en el texto. (3) En oastel1ano en el texto,

Page 116 - RC_1968_06_N93

This is a SEO version of RC_1968_06_N93. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »