Page 23 - RC_1968_05_N92

This is a SEO version of RC_1968_05_N92. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

MATRIMONIO CIVIL

Nosotros no combatimos el matrimonio civil. Lo que pedimos es únicamente que se respeten los derechos sogrados de la conciencia, garontizados por el artículo

59 de la Constitución. Nosotros no pretendemos que se imponga el matrimonio católico a nadie, sino que se dé o cada uno lo que es de cada uno: que los que deseen cosorse civilmente lo hagan a su gusto y ante el Juez que les dé la gana o que les corresponda, y que cuando dos católicos traten de contraer matrimonio, según las prescripciones de su culto, la ley civil no se ponga fren– te a ellos para poner obstáculos para su celebración o trotar de destruir sus afectos en relación con la legitimi– dod de la prole y del propio vínculo contraído. En una palabra, que se haga efectiva la garantía del libre eler– cicio del culto católico consignada en la Constitución, estableciendo la inscripción como prueba del estado civil de las personas.

CAMPAÑA POLITICA

Yo no he sido ni podré ser rechazado por el Depar– tamento de Estado como candidato a la Presidencia de Nicaragua, porque yo soy un hombre de bien, un hom– bre honrado, un hombre que ha servido y sirve con de– voción y celo los grandes intereses de su país, y Wash– ington jamás ha rechazado esta clase de hombres. Yo no soy un político profesional, soy un ciudadano nica– ragüense de aire libre y de corazón que ama y anhela el bien de su patria. No pertenezco a esa tribu de po– líticos advenedizos a quienes ha condenado la civiliza– ción. El americanismo no está basado, como creen al– gunos, en el individualismo, sino que tiene por ancha base los principios de orden, libertad y justicia para nuestro país, y los hechos cumplidos hasta hoy lo acre– ditan superabundantemente,

Desde mi regreso al país y en el propio seno de la Gran Convención Nacional Conservadora, he manifestado abiertamente que yo no era candidato del Departamento de Estado; que el Departamento de Estado no tenía can– didato. Luego agregué que la elección presidencial de Nicaragua se verificaría aquí y no en Washington, como pretendían los liberales, y que, mientras nuestros adver~

sarios se habían quedado allá buscando la fórmula de la persidencia en Nicaragua, yo no había vacilado en dejar el alto puesto que desempeñaba en la Gran Repú– blica, para venir aquí al propio terruño, a buscar vues– tro voto, el voto del pueblo nicaragüense. Ese voto lo he obtenido sin duda, y me encuentro fuerte y poderoso con él; más poderoso y fuerte que aquellos que desco– nociendo la política americana, ignoran que esa pol(tica no tiene nada de personalista, y que tan sólo mira al bienestar, a la prosperidad y a la felicidad de Nicara– gua.

Todo esto me valió, de parte de mis enemigos, el reproche de anti-americanista, pero muy luego se dejó oír la declaración autorizada del Ministro de los Estados Unidos, que vino a dar una plena confirmación a mis palabras, sobre todo cuando declaré, de manera termi-

nante, que yo era candidato únicamente del pueblo con– servador de Nicaragua, y que si yo no contara con ese voto, no habría aceptado ninguna nominación, aunque tuviese el apoyo del Departamento de Estado y del Pre– sidente de Nicaragua. Los que me conocen bien saben que digo la verdad. Yo no tengo temperamento para ser candidato de imposición. Mis instintos naturalmente republicanos, mi alma toda entera se rebelaría contra semejante cosa. Hijo de un gran demócrata, de un de– mócrata de verdad, amigo sincero y devocionado del pueblo, como lo probó en toda ocasión; demócrata yo mismo, no aceptaría nunca, oídio bien, como no habría aceptado él, ningún poder que no viniera de la fuente cristalina y pura del sufragio popular.

No extrañéis mi devoción por esa política que se lla– ma americana, porque esa p~lítica entraña -os lo dice quien lo sabe perfectamente y quien no engañaría vues– tras ilusiones- la dicha y el porvenir del pueblo de Ni– caragua, y yo diría más del pueblo centroamericano. Apenas hemos empezado a columbrar y cosechar sus be– neficios, y ya nuestros propios adversarios han tenido que rendirse a ella y reconocer pública, oficialmente, que nos– otros los conservadores, al obrar como hemos obrado, y con pleno conocimiento de lo' que hacíamos en bien de nuestro país, hemos hecho una obra de alto patriotismo, de conservación y de seguridad nacionales. Yo he sido uno de los más fuertes y principales baluartes de esa po– lítica (perdonadme esfe pequeño rato de inmodestia) he desafiado, en momentos de terrible crisis política, la ira de nuestros adversarios, he recibido sus envenenadas sae– tas, se jugado en el tremendo debate, no sólo mi popu– laridad, mi reputación de ciudadano nicaragüense, sino mi propia vida. Y aquí me tenéis una vez más levantan– do la bandera de nuestro país, con el mismo entusiasmo, con la misma unción patriótica de antes, para deciros que si las estrechas relaciones con los Estados Unidos, anunciadas y aconsejadas como una política fundamental conservadora, desde 105 tiempos del ilustre patricio don Fernando Guzmán, en uno de sus mensajes presidenciales, ha sido el eje sobre el cual ha girado la política de las dos administraciones de Adolfo Díaz y Emiliano Chamo– rro, ella continuará siendo la misma, os lo declaro solem– nemente y no lo dudéis ni un momento, durante toda mi administración.

No soy de aquellos que creen que en toda acción política, en la aceptación de un puesto público o de una candidatura, hay que buscar el interés sórdido, la refi– nación del orgullo y del egoísmo. ¡Qué triste concepto se forman esos hombres de la política! No conciben que en las acciones humanas pueda prevalecer el desinterés, y sin embargo yo, desde el fondo de mi alma, oigo la voz de aquel gran pensador francés, eclesiástico por cier– to, que me dice: la devoción a la cosa pública es una de las más bellas formas de la caridad; y me digo que el egoísmo puede existir en todo, pero que también e~ las almas sinceras hay campo bastante para que el desmte– rés pueda manifestarse en la más bella de sus formas. La propia historia de nuestro país está llena de los más pu– ros modelos d. hombres de bien, que han alcanzado los

19

Page 23 - RC_1968_05_N92

This is a SEO version of RC_1968_05_N92. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »