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nes, de que fuimos víctimas en esos 17 años. No hay quien no los conozca en el país. Pero lo que tal vez ig– noran muchos es que el ser arruinados por Zelaya les entregamos a nuestros acreedores todos nuestros bienes

y aun los mismos créditos contra el Gobierno. Nuestras haciendas pertenecen a ellos, y los créditos del Gobierno se cob.'an también para ellos; ni un real ha quedado en nuestras manos, y nos consideraríamos muy dichosos si con lo que el Gobierno ha reconocido a nuestra casa Pedro Joaquín Chamorro e hijos pudiéramos solventar nuestros créditos; aun en ese caso tendríamos en una li– quidación general, perdidas nuestras valiosas haciendas de potreros: San Pedro que está ella sola valorada en 80,000 dólares; nuestra hacienda de café San Dionisio valorada en 9,000 libras; la de ganado también de 80,000 pesos; nuestras casas de habitación, y por último nuestras pólizas de seguro y hasta las alhajas de la fa– milia, que perdimos en esa gran lucha para salvar la República.

No quiero hablar de las grandes penalidades que sufrimos en esa época tristísima; no quiero ni acordarme de los grandes sufrimientos y extremas privaciones de nuestras familias, que se vieron privadas hasta de una educación conveniente y obligados a vivir recluídas en una hacienda, durante 14 años, lejos de la vida social, comiendo con dignidad el pan de la pobreza a que se nos había reducido, y que en medio de terribles perse– cuciones supimos ganar siempre por nuestro esfuerzo personal, despreciando las ofertas que los tiranos nos hacían, para que depusiésemos nuestra aditud de pro– testa.

EL PATRON DE ORO

En el fondo hay un" lucha empeñada y encubierta contra el patrón de oro; lo que se quiere es que no haya una moneda fija e impedir por este medio que se re– pare una gran injusticia para mantener al país en cons– tante y moral inquietud con fines proditorios. Es nece– sario que la justicia se restablezca pronto; hagámosle alguna justicia al pueblo; para eso se hizo la revolución de Bluefields; nosotros no tratamos sólo de botar a un tirano, sino de acabar con un sistema; lo digo sin vaci– lación alguna, el Gobierno ha planteado deliberadamen– te esta gran cuestión; él no teme la crisis y más bien está dispuesto a mantener su programa suceda lo que suceda. Nada de emisiones de billetes. Nada de con– tribuciones forzosas. De hoy en adelante hemos de vi· vir de nuestros propios recursos. De una vez para siem– pre hay que darle de mano a este sistema vandálico, que no paga nada y lo toma todo. Levantemos en alto la bandera que alzamos el 11 de octubre.

LA MONEDA Y EL OBRERO

Me dirijo a todos los trabajadores, conservadores y liberales. Cuando veo a un obrero liberal alzarse con– tra nosotros siento una lástima profunda; veo que hay necesidad de educarlo, de instruirlo; de esa manera no

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se levantaría nunca contra los mismos que defienden sus intereses. Examinemos su actual situación económi– ca. ¿Qué es lo que gana hoy un oficial de sastrería, un albañil, un zapatero? Ocho o diez pesos al día que equivalen, a 2,000%, a cuarenta o cincuenta centavos oro. Antes ganaba 80 centavos, un peso oro. El sol– dado ganaba 40 centavos oro, o sean a 2,000 de cam– bio, ocho pesos; hoy gana dos, tres pesos. Esas huelgas que hemos estado presenciando y que son manifestacio– nes nuevas en nuestra vida económica, son reveladoras de un malestar profundo; los obreros se levantan contra los patrones, y sin embargo los patrones también está perdiendo., Todo es obra de la mala moneda. El pue– blo necesita comprarse una prenda, un sombrero por ejemplo, y lo tiene que pagar en oro, y más que en oro, porque el comercio compra en oro, tiene que pagar en oro, y teme perder si hay una baja todavía mayor del billete. Todos pierden o están expuestos a perder con este sistema monetario. Lo repito: todo es obra de la mala moneda; este es el triste legado que nos ha deja– do el liberalismo; él cayó ya del poder, pero todavía pugna para mantener su obra. Es necesario demolerla en sus cimientos, y el único modo de resolver el ¡noble– ma es volver resueltamente a la moneda limpia y sana de los treinta años, en cuya época los servicios se paga– ban equitativamente y bajo la cual varias generaciones vivieron felices. De otra manera nos precipitamos en el desorden y la anarquía.

CONSERVATISMO

El partido conservador no destruye, sino (jua edifi– ca, es un partido de reconsh'ucci6n; no es un partido de regresión, sino de progreso. No puede, por consiguien– te, permanecer estacionario, sino caminar de acuerdo con el movimiento del siglo, el verdadero progreso y la bien entendida civilización.

Se llama también así el partido conservador, por– que es esencialmente republicano. Uno de los más ilus– tres hijos de la Francia contemporánea, política de in– contrastable valía, gloria de la humanidad, Inás que de su propio país, el gran Adolfo íhiers, primer Presidente de la República francesa, después del último Imperio, di– jo en OCCisión solemne, refiriéndose a las instituciones pa– trias: La República será conservadora, o no será. La verdad que contiene esta sentencia de Thiers está confirmada, respecto a Nicaragua, con todo lo ocu– rrido a lo largo de la historia del Gobierno propio, y especialmente en los tiempos recientes.

LA INTERVENCION AMERICANA

Es obra exclusiva de los hombres del liberalismo; cuando el partido conservador llegó al poder, lo encon– tró ya todo hecho. Esto se comprueba con documentos incontables, cuya autenticidad no podrán nunca desco– nocer los mismos contrarios que nos acusan de lo que ellos llaman el "crimen de lesa patria". (Véase Revista Conservadora NI? 70).

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