Page 18 - RC_1968_05_N92

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COLEGIO

Frisaba yo apenas en los doce años, y nuestros pa– dres se disponían a enviarnos a la vieja Europa en busca ele una cultura que no podía adquirirse en absoluto en nuestro país. Eramos cinco los viajeros, y yo el mayor. Un ambiente de tristeza y de ansiosa inquietud se ex– tendía por ~oda la casa solariega. En los semblantes entristecidos de nuestras madres adivinábamos los crue– les temal'es que les inspiraba la suerte que podía caber a aquellos niños que presto abandonarían el hogar pa– terno para marcharse a países lejanos, de otra raza, de otras costumbres, de otra lengua y quizá de distinta re– ligión; y a veces, a pesar de ellas mismas, las lágrimas se deslizaban silenciosamente de sus ojos. De pronto, una tarde, aparecen los dos jefes de la familia y con toda la emoción y el entusiasmo de quienes compren– dían el alcance social, diré más bien, nacional, de la gran obra que estaba por realizarse, exclaman: "No hay viaje: nos hemos reunido varios padres de familia y hemos comprendido que, sumando nuestros esfuerzos y recursos y aun gastando algo más podemos traer al país profesores extranjeros que no sólo vengan a ense– ñar a nuestros hijos, sino también a los de aquellos pa– dres que no disponen de los mismos medios de fortuna que nosotros; y para darle vida a este pensamiento, nos hemos organizado en una sociedad por acciones que garantice la existencia del establecimiento contra todo evento". El Colegio de Granada estaba fundado. Aque– llos egregios varones habían comprendido a tiempo que la labor de educación para que sea útil, para que sea eficaz y permanente, no debe ser la obra egoísta de unos pocos privilegiados de la fortuna, sino que debe extenderse ti toda la comunidad y a todas las capas sociales y constituir una obra de verdadera construc– ción nacional.

Debo, gratitud, y gratitud inmensa, a este Colegio porque en él adquirí los conocimientos 11 aquel temple de espíritu que me han preparado fuertemente para las luchas cotidianas, para las recias batallas de la vida pú– blica y para la defensa y protección de los grandes in– tereses sociales cuando han sido amenazados. Aquí, en este bendito plantel, conformé mi alma a esas dos grandes afecciones de mi vida: el amor apasionado a mi patria y la firmeza de mis creencias religiosas, que en medio de las más grandes vicisitudes y de la pérdi– da de la fortuna, he conservado robusta e inalterable, como en los días de la niñez y como el mejor presente que podía ofrecerme la Providencia de Dios. Y cuando en la administración del señor ex-presidente don Adolfo Díaz, alumno también de este plantel y muy distinguido, nos Pl'opusimos volver las escuelas de la república a la vida del espíritu y restituimos a Dios en las aulas, am– bos, el Presidente y yo, comprendimos que al realizar aquella obra nos mostrábamos fieles discípulos del Co– legio de Granada y que aquello no era más que el fruto de las lecciones aprendidas en sus cátedras.

Hace ya muchos años que aquellos egregios varo– nes, pasaron sus frentes pensadoras en la almohada fu– neraria; sus cuerpos hanse convertido en polvo. Sus al– mas reposan ya en el seno del Eterno, gozando de la bienaventuranza que Dios tiene reservada a sus escogi– dos; pero su sagrada memoria vive y vivirá, de hoy pa– ra siempre, en todos los corazones en aquella relativa inmortalidad a que les da derecho la obra perdurable que realizaron, porque ellos no vivieron vida ociosa y

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estéril en el mundo, sino que supieron ser apóstoles del bien, constructores de pueblos, beneméritos de la ense– ñanza, maestros de luz, de esa luz, que encendida, CQ–

mo un fanal, en el Colegio de Granada, no se extin– guirá nunca.

LIBERTAD DE PENSAMIENTO

Nosotros no negamos a los demás el derecho de adorar a Dios según los dictados de su conciencia. Ese derecho está perfectamente garantizado para todos los cultos, en cuanto no se opongan a la moral cristiana. Salvando la cuestión de doctrina, hemos es– tablecido la libertad civil para los demás cultos. En esta cuestión, como en toda otra, debemos ser claros y precisos. Nuestra divisa debe ser; SEAMOS LO QUE SOMOS. Si somos conservadores, obremos como tales; tengamos el valor de nuestras convicciones y declaremos alta ente nuestras doctrinas. Más que nadie estamos obligados nosotros a proclamarlas ahora, porque las he– mos obtenido al precio de terribles persecuciones, du– rante diecisiete años de la más espantosa tiranía; y cuando la libertad no la encontrábamos en la calle o en la casa, la íbamos a buscar al martirio.

LIBERTAD RELIGIOSA

Respecto a la cuestión de religión oficial en los Estados Unidos, yo quiero referirme a ese punto, que considero de capital importancia, porque si es verdad que en la Constitución Federal se prohibe legislar en materia de religión, no lo es menos que, con esto, no se hizo más que proclamar la autonomía de los Estados en materia religiosa, y así vemos que en todos ellos se han dado leyes para proteger religiones determinadas, y en algunos, hasta hace unos pocos años, existía la inhabilidad de los católicos para optar a los puestos pú– blicos.

"A este propósito quiero recordar que esa libertad religiosa no nos vino de los protestantes, sino de los ca– tólicos de los Estados Unidos. Dos clases de peregrinos de la Flor de Mayo, que fundaron, es cierto, la libertad polítita; pero con venir y todo huyendo de la persecu– ción religiosa de su patria, establecieron la intolerancia en materia de religión como principio de gobierno. Igual cosa hicieron los episcopales en Virginia. Años después se presentaron en las costas de Maryland, para dicha de la América y de la libertad, otros nuevos peregrinos¡ encabezados por Lord Baltimore, que navegaban en las dos naves "El Arca" y "La Paloma", nombres simbóli– cos, sobre todo el último, que parecía indicarnos que era como portadora del ramo de olivo de la paz religio– sa; mejor dicho de la libertad religiosa. Establecidos en Maryland dieron libertad a sus hermanos en las otras creencias. Mas cuando los puritanos, presididos por Crómwell, se apoderaron del gobierno en Inglaterra, a la muerte de Carlos 1, Jos puritanos de Maryland usurpa– ron el poder y convertidos de huéspedes en señores, pro– movieron la persecución a los católicos. Mas volvieron de nuevo éstos al gobierno, y de nuevo volvieron a es– tablecer la libertad religiosa. Regístrese la Historia y se verá que el texto más antiguo sobre libertad religiosa que existe en las leyes de los Estados Unidos, es el de los católicos de Maryland¡ nosotros reclamamos ese ho– Ilor para nuestros correligionarios de allende el océano.

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