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« Previous Page Table of Contents Next Page »vencia con las demás naciones fueron ya planteados, ardorosamente discutidos y final y definitivamente re– sueltos. La conversión monetaria, por ejemplo. Su ex– pos'ición en este difícil asunto es tan clara y tan intere– sante, que de seguro atraerá la atención aun de aque– llos que por naturaleza repugnan los temas económi-cos.
El partido Conservador, al derrocar al Liberal, se encontró con una situación internacional ya creada, y también llevada a un extremo bien delicado, bien sen– sible por cierto. Traer las cosas a violentas, peligrosas para Nicaragua, fué la obra de reconstrucción interna– cional del partido Conservador. ¿Cómo nos condujimos en esta delicada labor? Lea el estudioso lector: don Diego Manuel Chamorro, como Ministro de Relaciones Exteriores, en las exposiciones de las respectivas me– morias, informó detalladamente al Congreso en lo to– cante a nuestros nexos con los Estados Unidos de Nor– teamérica, a nuestras dificultades con ellos y cómo fue– ron solucionadas, y al grado de entendimiento a que con ellos habíamos llegado.
¿Cuál es, hasta dónde la visión política de don Diego Manuel Chamorro? ¿Cuál es el temple de su temperamento como político? "La Coalición es un ele– fante blanco", dirá él en contestación, y también, refi– riéndose a su propia actitud en lo internacional y a las sucesivas poses del partido Liberal.
Refiriéndose al Tratado Chamorro-Bryan, tan com– batido y a la vez desconocido por sus impugnadores, recuerda las palabras de la Comisión dictaminadora del Senado nicaragüense: "Contribuye a una comunidad de defensa internacional en pro de toda la América", y añade lo que sigue, en que se palpa su visión: "Si la guerra mundial en que por fin se vieron en– vueltos los EE. UU. y que estalló en los momentos mis– mos en que se firmaba el tratado, no viniese a poner de manifiesto, con la evidencia indiscutible de los he– chos, la alta previsión de ese memorable pacto. Obrar de otro modo, en esas circunstancias, habría sido trai– cionar el deber nacional. A Dios gracias, no nos faltó el valor para servir a nuestra patria en esa ocasión, y su– pimos cumplir ese deber con lealtad, con desición, com– prendiendo, como antes lo habían comprendido nues– tros padres, que procediendo así consolidábamos, según la expresión de un eminente publicista cubano, una si– tuación nacional en el camino de una situación interna– cional" .
"Pese a los liberales, que no entienden nada de la política americana, y que por esa causa han ido a bus– car allá la fórmula para la elección presidencial, que es aquí donde se encuentra, el Presidente de Nicaragua se– rá electo en Nicaragua y por el pueblo de Nicaragua y no en Washington. El Departamento de Estado no tie– ne candidato, ni existe tampoco candidato oficial; yo soy candidato del pueblo, del pueblo conservador';.
Ascendió por fin don Diego Manuel Chamorro a la presidencia de la república. En el poder ha sido fiel a sus sentimientos democráticos, a sus teorías de go– bierno, a la energía de que daba muestras en sus discur– sos y a la estricta sujeción al deber, que ha sostenido en la defensa, que ha proclamado en el ataque invocán– dolo para todos.
Veámoslo de cuerpo entero, en un hecho donoso, bien conocido en Nicaragua, pero seguramente ignora– do fuera de la América del Centro. Escribo en mi cali– dad de testigo presencial. El 21 de mayo del año 1923 una mujer llegó azorada a la Casa Presidencial, avi– sando que, según todas las trazas, la fortaleza de la Loma de Tiscapa había sido ocupada por los adversa– rios del Gobierno. Los cañones o las ametralladoras y fusiles de esa posición dominan a Managua, que es la capital de la República. Los cañones y una cualquiera de las otras dos armas hacen casi inexpugnable la for– taleza. Al pie de ésta queda el Campo de Marte, que completa ese circuito militar, el único poderoso de la ca– pital. Oído el aviso de la mujer el Presidente requirió el auto y dió la orden de partida hacia el Campo de Marte. Iba a recuperarlo, pues según todas las probabi– lidades, al llegar ya habría caído en poder de los con– jurados. El centinela del Campo se negaba a abrir el portón, mas el Sr. Chamorro proclamó con energía su calidad de Presidente de la República, y la puerta fué franqueada. Apeóse ·del vehículo, reprendió al oficial de guar~ia por faltar de allí la acostumbrada ametra– lladora; dió orden de hacer preso a un individuo cons– pirador que halló al paso, y se hizo seguir de la ame– tralladora para intimar rendición a la guardia que él creía ya en poder de los enemigos. En el camino se enfrentó a un senador, jefe de la conspiración, que en el campo en que andaba hacía valer su inmunidad como impunidad. Cuando llegó a tres varas de su adversario se detuvo, lo increpó por su incorrecta con– ducta y dió orden para que lo llevaran prisionero a una bartolina. La actitud del Presidente hizo volver en sí a los ánimos vacilantes en aquellos instantes de sorpresa y confusión. Como algunos torreones que ya estaban por los conspiradores fueron recuperados y como una parte de la guardia aun permanecía fiel, pudo reducir el resto a la obediencia y quedó por fin el Campo de Marte a merced del Presidente. La fortaleza sí perma– necía en poder de los conspiradores. Algunos minutos de retraso y la guardia habría sido envuelta en la va– cilación general y rendida al fin. La celeridad del Pre– sidente, su rápida decisión en el peligro y su energía al proceder, evitaron gravísimas consecuencias para la República. Este rasgo del Sr. Chamorro mereció francos elogios hasta de sus propios adversarios y enalteció su personalidad. El varón meramente civil, llegado el tran– ce, condújose como un militar de esos que llegan al triun– fo jugándose la vida en un impromptu del ánimo y la inteligencia.
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