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« Previous Page Table of Contents Next Page »República se había consolidado: había logrado inspirar a los Estados vecinos el respeto a las consideraciones a qne le hacían acreedor la lealtad y franqueza de sns relaciones. En fin, no había nicaragüense que no se sintiese lleno de con· fianza en el modo de ser establecido, y el patriotismo se for" jaba las más lisonjeras ilusiones respecto del porvenir que el país se le esperaba.
"Toda esta brillante situación se comprometió gravemen· te; todas las ilusiones del patriotismo desaparecieron como por encanto con la medida de la expulsión de los Jesuítas, medida que hirió hondamente el sentimiento nacional en lo más delicado, y contra la cual protestó el país enérgicamente. Algunos hombres principales del Partido Conservador de es– ta ciudad manifestaron con resolución al Jefe del Estado su completo desacuerdo con esta medida tan contraria a la pro– verbial hospitalidad del pueblo nicaragüense, a su sentimien· to religioso tan profundamente arraigado y al espíritu libe– ral de nuestras instituciones. No omitieron esfuerzo alguno humanamente posible, con excepción de las vías de hecho, para evitar un paso présago de funestas desgracias; pero todo fue en vano: la medida se llevó a cabo, y desde aquel iesgraciado momento el país entró eil una situación anor– mal, alejándose cada día más y más de su política tradicio· nal.
"Como se había previsto en la carta del 30 de mayo de
1881 dirigida al Sr. Presidente de la República por cinco su– jetos principales del Partido Conservador de esta ciudad (Gra. nada), la situación creada por esa medida amenazaba envol. ver a Nicaragua en un caos. Todos los elementos insanos quisieron aprovechar aquella coyuntura, concitando los áni. mos contra el Gobierno y el Partido Conservador a quien hacían corresponsable de la medida.
"La situación de los prohombres del Partido Conserva. dor en esta ciudad eran en aquellas circunstancias dificilísi. ma. Confundidos en sentimientos y aspiraciones con el país, no podían, sin contrariar su credo político y su conducta tra. dicional, apoyar, en contra de la autoridad constituída, me· didas violentas para hacerse justicia, y optaron por acercar· se al Gobierno, aun arrostrando las iras populares, con la es· peranza de que los hombres que entonces estaban al frente de los negocios públicos cambiasen la conducta, dieran plena satisfacción al pueblo, cuyo sentimiento habían herido, y vol. viesen a encarrilar la Nación en el sendero de la justicia, de la libertad y del derecho.
"Todos los esfuerzos fueron infructuosos: el hecho que· dó consumado y a consecuencias de él el Partido Conserva· dor sufrió muy importantes defecciones, porque había muo chos que no podían persuadirse de que un gobernante ema· nado del seno de ese Partido, le asestase al corazón un gol. pe mortal, sin la complicidad de sus principales sostenedo. res, que, como hemos ya insinuado; rodeaban al Gobierno en el interés del orden público.
"Todavía los conservadores abrig'aban la esperanza de encarrilar al país mediante el cambio en el personal del E,ie. cutivo en la siguiente elección presidencial; y con este obje. to se acercaron al Gobernante manifestándole la convenien– cia de proclamar una candidatura que inspirase confianza al país e hiciese volver al Gobierno al camino de donde se ha– bía alejado. El Partido propuso para candidatos a dos ciu– dadanos que por sus antecedentes y principios ofrecían plena garantía al país; éstos eran don José Chamorro y don Vi– cente Quadra, teniendo el primero, entre otras condiciones, vínculos con los hombres que habían apoyado decididamente la política del Gobernante; pero éste, desoyendo las insinua. ciones del Partido, se manifestó resuelto a dejar por sucesor suyo al actual Presidente de la República (Dr. Adán Cárde. nas) y lanzó su candidatura oficial, sin cuidarse de la opinión de la mayoría del país, que la adversaba.
"La candidatura oficial triunfó; y el Partido Conserva. dor, derrotado en los comicios, se acercó el Jefe del Estado y
le ofreció su apoyo con la esperanza, tantas veces frustra. da, de contribuir a una mejor dirección de los negocios púo blicos.
"Durante toda esta turbulenta administración (211) el Partido Conservador permaneció con el arma al brazo, defen. diendo la autoridad y las instituciones del país contra sus
(211) Llama turbulenta a la administración del doctor Cárdenas, por– que además de haber abortado una conspiración en los principios de su Gobierno, en 1885 se vio complicado en la guerra que el Presidente Barrios de Guatemala hizo a los otros Estados con pretextos unionistas, en una invasión a El Salvador, y en la revolución que abortó en Satoca y Somo– tillo. Los últimos párrafos se refieren a elecciones de 1886,
enemigos jurados intel'1los y externos que seriamente las a.me· nazaban; al mismo tiempo que la prensa defendía al Man. datario contra sus audaces calumniadores.
"Con tales precedentes, natural era esperar que a la re– novación del Magistrado Supremo de la República, el actual Gobierno, ya que no apoyase la candidatura del Partido Con· servador, porque este apoyo el mismo Partido lo rechaba, cumpliera o hiciera cumplir a sus agentes la estricta neutra· lidad que tan solemnemente había prometido.
"Pero lo que ha pasado no tiene explicación. Hemos visto a los enemigos sistemáticos del Gobierno lanzarse en muchos casos, con el apoyo de las autoridades de éste, con· tra el Partido que siempre le había servido de sustentáculo, para descargar un golpe mortal a su candidatura."
LAS ELECCIONES DE 1882
Las elecciones del sucesor de Zavala dividieron al Parti– do 'Conservador. Mientras los principales hombres de este partido apoyaban a don Vicente Quadra, los liberales y el círculo del Gobierno iban con el Dr. Adán Cárdenas. Cárdenas era radical y de allí que los liberales fincasen esperanzas en él, a pesar de que el propio candidato les ha– bía declarado que aceptaba sus votos sin compromiso, y no obstante la prevención que les hizo el Presidente Zavala por medio de don Enrique Guzmán:-"Ya conoce Ud. las ideas de Cárdenas; pues le digo que hará un Gobierno más conser· vador que el mío." Y así sucedió.
Muchos hombres se separaron del Pai·tido Conservador a causa de esta división, siendo la más importante de las pér– didas la de don Manuel Urbina que se apartó para fundar el Partido Conservador Católico, pues opinaba que sólo eli· giendo a un católico, apostólico y romano era posible salvar al conservatismo de la pendiente a que lo arrojaba la expul– sión de los Jesuítas.
Don Anselmo H. Rivas explicaba en El Centro Ameri. cano del 29 de abril de 1882 que si el doctor Adán Cárdenas fuera conocido y apreciado de la generalidad como lo era de los principales hombres del Partido Conservador, sería el be– llo ideal de Gobernante, pues apoyado por la opinión públi· ca podría entregarse de lleno a promover el desarrollo del país; pero que siendo impopular, su administración augura– ba un período de agitaciones, en que habría necesidad de vivir con el arma al brazo.
Opinaba, pues, que se tomara muy en cuenta la opinión del electorado, y a este respecto decía lo siguiente: "Supri– mir la opinión pública es derribar por su base el sistema adoptado; y entonces. sería mejor, y aún más honroso, por la franqueza del procedimiento, que los cuatro hombre8 ilustra– dos que se consideran con todas las aptitudes para dirigir los destinos de la Nación, sin el concurso de otros, se decla– raran señores, y dijeran con Luis XIV: El estado somos nos– otros."
Del mismo parecer era don Pedro Joaquín Chamo\To, quien en un discurso político pronunció estas palabras: "Pa· ra muchos la situación no parecerá tan grave, como es en realidad, porque pensarán que poco o nada se pierde con so· meterse a un Gobernante que es conservador y amigo, en fa·
VOl' de un candidato aue es igüalmente amigo y conservador. Pero, señores, en política no debe tomarse en cuenta la ca· lidad de las personas, sino que debe atenderse al mandamien· to de los principios. En la cuestión presente se trata de las relaciones del pueblo con süs gobernantes y debemos tener por seguro que abdicando el derecho de elegir por conside· raciones al Gobernante y al candidato, renunciamos para siempre de ese derecho y que en lo sucesivo los ciudadanos, en vez de pensar en el uso que deben hacer de sus atribu– ciones constitucionales, no tendrán otro camino que el de presentarse ante el Mandatario, con el sombrero bajo el bra· zo, a pedirle sus órdenes, preguntándole:-Señor, cuál es vuestro sucesor?"
Don Pedro Joaquín Chamorro reprochó al Presidente Za· vala la intervención que estaba llevando a cabo para sacar electo a Cárdenas. No poseemos la carta que en 28 de mar– zo de 1882 escribió al mandatario; pero sí la contestación de éste, con fecha 29 del mismo año en la cual se lee este pá– nafo revelador:
"Siento que nos hallemos en la misma posición que cuan· do comenzó a tratarse la candidatura electoral. Y a la ver– dad, al leer su carta, no parece SillO que !!le trata del General Martínez haciendo elegir a Guzmán. Hay un~ candÍllatura, es cierto, que tiene mis simpatías, pero no ,estoy dispuesto a
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