Page 118 - RC_1968_05_N92

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cuanto al futuro, ya se calmarán esos accesos de fanatismo cuando el pueblo, cuyos sentimientos religiosos no eran tan exaltados antes de la llegada de los Padres Jesuítas al país, se convenza de que la religión no ha padecido porque hayan salido de la República algunos sacerdotes extranjeros que antes no poseía!' , Concluye recomendando a los hombres de orden que in– fluyan en las masas para conseguir que se calmen los exal– tados, y manifestando su lleguridad de que, cualquiera que sea la resolución del Gobierno, éste f'no perderá la confian– za" de los firmantes de la exposición" (185)

h). La expulsión.

Los sucesos acaecidos lln León, que el Presidente Zavala invocaba como una de las razones para la expulsión, fUeron en realidad una consecuencja de la persecución a los Jesuí-taso .

Recordemos brevemente cómo se originaron. El Director de El Porvenir, don Favio Carnevalini, envió a León el si– guiente telegrama a don Victorino Portocarrero: "La maña– na del cuatro sacaron Jesuitas de Matagalpa. Reconcentra– dos Granada. ¡Viva Nicaragua!"

Carnevallini había atacado a los Jesuítas y trabajado por su expulsión los nueve años que estuvieron asilados' en Nicaragua. Su exclamación, ¡Viva Nicaragua! era un grito de triunfo y significaba que los Jesuítas serían expulsados. El pueblo de León interpretó así el mensaje. Compren– diendo por él que la expulsión estaba ya resuelta, se armó con toda clase de armas, y gritando vivas a la religión y mueras al Gobierno, corrió a defender a los Padres que mo– raban en el convento de La Recolección.

Una noche duró el tumulto: luego la ciudad volvió a la calma.

La ol'den para que los Jesuítas salieran del territorio de Nicaragua se expidió el 2 de junio de 1881. De la corres– pondencia trascrita se deduce que en realidad la expulsión se debió a estas tres causas:

10. El miedo a que el Presidente de Guatemala, Gral. Justo Rufino Barrios, revolucionara a Nicaragua con el pre– texto del asilo que se concedía a los Jesuítas. 20. el errado concepto que los políticos de la época tenían sobre los Je– suitas, obra de los libros perversos que se leían en Nicara– gua. 30. La poca fé y mucha ignorancia religiosa de los hombres públicos de entonces.

La expulsión no se llevó a efecto sin rozamientos, prin– cipalmente en Masaya donde se derramó sang1.'e. En Grana– da la orden de expulsión se ejecutó el día 8. Cuando fue no– tificada a los Padres Cardella y Crispolti ambos protestaron enérgicamente contra la violencia e injusticia de que eran víctimas, y el segundo de ellos agregó: "Además extraña cómo el Supremo Gobierno pueda tener por personas sos– pechosas a individuos a quienes los hombres principales del Partido Conservador, en una carta dirigida al Mandatario. del pueblo, acaban de declarar públicamente que son in'ocen- . tes y viven pacíficamente.;' Concluía negando que fuesen los J esuítas culpables de los desórdenes que se les imputaba,

y descargando la responsabilidad de aquellos actos sobre los "que se han constituído gratuitos perseguidores de personas a' quienes el digno y querido pueblo de Nicaragua aprecia

y ama de todo corazón."

Don Pedro Joaquín Chamorro hizo el último esfuerzo en favor de los Jesuítas, por lo menos para evitar motines sang'lientos en Granada. El 7 de junio en la noche, la vís– pera de que los Padres se embarcaran, envió al Presidente Zavala el siguiente telegrama:

"La excitación es grande (en Granada) y puede dar oca· sión a tristes resultados. Se ignoran los sucesos de León, y

en Masaya hubo ya motines y derramamiento de sangre. Muy conveniente seria para el Gobierno que siquiera en Granada esta medida se ejecutara sin estrépito. Lo cual pu– diera lograrse concediendo a los PP. Cardella y Crispolti que se quedasen para irse voluntariamente por el pró"imo vapor, lo que garantiza el Cónsul italiano, quien apoya la deman· da. Los demás Padres se embarcarán mañana sin resisten– cia. El P. Cardella ha caído enfermo y el P. Críspolti ha hecho una protesta individual como ciudadano italiano, que: pretende sea resuelta por el Gobierno, y está dispuesto a re. sistir hasta la última extremidad. Esto, dada la situación de los ánimos, produciría un grave cónflicto.

(186) El órlglnaL.de ceata ~arta., en, el a~cbivo: deUlr-. 1'. 'J. Oba~orro.

82':"

(f.) J. ZAVALA." (184)

aceptado, estoy dispuesto a resignar el Gobierno' en manos de un buen conservador, y en obsequio de los intereses del Partido. Yo lo hubiera hecho ya si no fuera que temo mu– cho la responsabilidad que me vendría si desgraciadamente se sucedieran por ello acontecimientos deplorables.

"Si Uds. creyesen que' las consecuencias de este paso son menores que las de la expulsión, díganmelo por correo o telégrafo que tiempo hay ,todavía de contener las provi– dencias y de retirar las fuerzas enviadas para apoyarlas. "Con el gusto de siempre, quedo de Ud. Atto. servidor y amigo,

La con.testación pública es muy conocida y por eso nos limitaremos a dar un resumen, citando los párrafos más im– portantes.

Está fechada en Managua a 10. de junio de 1881, y co– mienza el Presidente Zavala manifestando que, aunque le merecen mucho respeto las opiniones de los firmantes de la exposición, siente no estar de acuerdó con ellos, pues cree, por el contrario, "que la expulsión de los .Jesuítas se ha hecho necesaria en las presentes circunstancias, es absolutamente legal y conveniente a la bienandanza y progreso del país." Insiste en que "el Gobierno llegó a formarse la íntima convicción de que los Padres Jesuítas no eran extraños a esis disturbnios (los de Matagalpa) y que su permanencia en aquel Departamento, donde habían establecido un Monasterio contra leyes vigente's, era perjudicial a la tranquilidad de aquellos pueblos!'

La concentración de los Padres a Granada no era una medida previa a la expulsión, afirma el Presidente Zavala; pero el temor de que se llevara adelante, sirvió de pretexto al pueblo de León para intentar impedirla a mano arnll~da,

haciendo asonada, queriendo incendiar el "Instituto de Occi:– dente" y formando barricada en La. Recolección, convento donde residian los Jesuítas.

i ,

"Hechos de esa naturaleza--continúa el Presidente Za– vala- que pueden repetirse bajo cualquier pretexto, atendi· da la ignorancia y el fanatismo de nuestras masas, con gra– ve peligro de la paz pública y desprestigio del principio de autoridad, exigen una medida que sin pérdida de tiempo eli– mine la causa determinante de un estado de cosas incompa– tible con los principios de orden y con In dignidad del Go–

bierno. El se encuentra en el caso de dictarla o de expo– nerse a ver a cada paso contrariadas sus disposiciones por una influencia que cada día se hace más preponderante en Nicaragua. Las explosiones del fanatismo y del descontento que ha presenciado el país y presencia a esta hora en que no se perdonan medios para echar la execración pública sobre aquellos que piensan de distinto modo, son una prueba de esa influencia que tiende a desviar el sentimiento religioso de las masas inclinándolas a la resistencia contra las dispo– siciones de la autoridad.

Esta otra razón que da el Presidente Zavala; demuestra que se tenía celos de la influencia creciente de los Jesuítas:

"~i. mañana ll~gast; a Nicarag~a un. conjunto de emigra– dos, SI estos despues, SIn hacerse CIUdadanos del país, adqui. riesen tal influencia en las masas que el Gobierno, a pesar de las pruebas que tuviese de su culpabilidad no se sintiese fuerte para reprimirlos o expulsarlos por temor de levanta– mientos populares, ¿no creen Uds. qúe entonces ese Gobierno habría abdicado de su poder? Pues bien, si los Padres Je– suítas tienen hoy tal influencia que la sola noticia, no cierta de que serían expulsados hace levantarse las masas y si esa influencia cada día va en aumento, ¿no cren Uds. ~ecesa­

rio que un Gobierno a cuyo cargo está velar por los intereses no sólo del presente sino del porvenir de lin país, preveng~

el caso de que, siendo ellos responsables más tarde como pueden serlo, de conspirar contra la paz pública, llegue a verse sin embargo, en la impotencia de tocarlos?"

El Presidente Zavala manifestaba que no creía lastimar con la expulsión de los J esuítas "el verdadero sentimiento religioso de la sensatés del país que sin duda no identifica ni confunde a la religión con el sacerdote", y que no come– terá la injusticia de ver un ataque a la religión en el extra– ñamiento de los Jesuítas.

El Gobien:o no teme. los resultados próximos o lejanos que para el palS o el Partido sobrevenga a causa de la e~pul­

sión, y se siente con fuerzas para conservar el orden y las garantías y ha.cer respetar el principio de autoridad. "En

(184) El órlglnal. en él' arébiYQ, ,deJ" Dr. Pedr.. JoacvÚn .Ohamarra•.

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