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« Previous Page Table of Contents Next Page »ros del orden y de vuestra administración de expresaros nues– tro modo de apreciar la grave cuestión que hoy se agita, con el designio de llevar a las altas regiones del Gabinete, a don– de afluyen las tendencias encontradas de las ideas, de las pa– siones y de los intereses, nuestro pequeño contingente de luz para vuestras deliberaciones, como un testimonio de nues– tro interés por la buena marcha de los negocios públicos y de nuesro celo por el buen nombre del país y del Gobierno que presidís.
"Desde que se anunció la concentración de los RR. PP. Jesuitas residentes en Matagalpa a esta ciudad, se dijo que la medida era Un primer paso para la expulsión definitiva de la Compañía de Jesús. Nosotros, aunque participando del temor general por ciertas ideas dominantes de la época, nos hemos resistido a creer que un Gobierno que tiene por base la legalidad y por apoyo la opinión pública, tomase, sin mo– tivos muy graves y justificados, una medida que sólo han adoptado Gobiernos de transición en circunstancias anorma– les. Nos ha confirmado en nuestro modo de ver la lectura de los documentos oficiales que ha publicarlo La Gaceta, en los cuales no revela la menor tendencia a la expulsión de toda la Compañía de Jesús, y el saber por otros conductos que vuestl'a final resolución a este respecto depende de la culpabilidad que sobre ella arrojen los procesos instruídos en Matagalpa y León, con motivo de los sucesos ocurridos en aquellas ciudades.
"Debemos deciros con la franqueza de verdaderos ciuda– danos y amigos que, a menos que se compruebe plenamente que los RR. PP. Jesuitas conspiran contra el orden estable– cido, o que comprometen de algún modo la tranquilidad del Estado, mezclándose en los asuntos de las Repúblicas veci– nas, su extrañamiento del país será generalmente desapro– bado. Decimos esto, porque tal medida pugna con los sen– timientos generosos y h!umanitarios de la Nación que se in– teresa por todo el que sufre, principalmellte cuando le con– sidera víctima de un abuso y le cree útil e inocente; y tamo bién porque ella hiere profundamente el sentimiento religioso del país, que sabiendo que estos eclesiásticos son los centine– las avanzados y las fuerzas de movimiento de la Santa Sede, vería en este paso comenzarse entre nosotros la lucha que se ha empeñado en otras naciones contra la religión Católi– ca, arraigada en nuestras costumbres y en nuestra legisla– ción que le ofrece un apoyo decidido.
"Bastaríanos estas consideraciones ()ara 1\0 estar de acuer– do con la medida de expulsión que tanto se ha anunciado; pero aún pesan en nuestro ánimo razones de conveniencia de actualidad y otras que interesan al desarrollo del ideal político que venimos persiguiendo desde que comenzamos a enfrentarnos a la demagogia, en las épocas más luctuosas de nuestra vida independiente.
"La tendencia del Partido Conservador y de los gobiel'– nos conservadores ha sido quitar a los enemigos del orden todo pretexto pal'a revolucionar el país, y alejarles todo mo– tivo para que su causa inspire simpatía a las masas popu– lares. Con este importantísimo fin han hecho sacrificios de todo género, y hasta perdonado injurias imperdonables; y de este modo hemos visto establecerse en el país una paz verdaderamente octaviana y una confianza que llenaba de satisfacción a todas las gentes pacíficas. La expulsión de los Jesuítas vendría a dar en tierra con el trabajo y los sa– crificios de muchos años; porque, hiriendo el sentimiento nacional, pondría en manos de los demagogos una arma te– rrible que sabrian esgrimir contra los amigos del orden y de las instituciones. Ellos se constituirían en celosos defen– sores de la justicia, del derecho y del espíritu religioso vul– nerados, y a nosotros, los sostenedores del Gobierno, nos ha– rían aparecer como los instigadores de medidas violentas con– tra lo que hay de más caro para el pueblo, puesto que nadie podria explicarse cómo el Partido Conservador no fuese res– ponsable de una providencia dictada por un Gobierno emana– do de su seno y apoyado por sus mejores hombres. Este nuestro modo de pensar, lo vemos confirmado por la práctica. Aquí y en varias poblaciones importantes de la República de donde hemos recibido cartas y comisionados, se agita el' es– piritu del desorden, tremolando el estandarte de la religión y haciendo aparecer al Partido Conservador como su ene– migo más encarnizado. Así es que se ve con dolor el extraño fenómeno de que, mientras los amigos sinceros de la Admi– nistración, que está dispuestos a hacer todo género de sa– crificios por sostenerla, andan tristes y cabizbajos, viendo por todas partes surgir inconvenientes a la marcha pacífica
y progresiva del país, los falsos amigos y los declarados ene· migos de vuestro Gobierno se pallean radiantes de alegría. . "No son menos graves los iiíc·onvenhmtes que ofrece la medida de expulsión a la luz de los principios que hemos venido tratando de consolidar. El gran desidetatum de nues– tro Partido ha sido ver establecida en el país la República genuina, es decir: el respeto rev~rencial a la ley y la garan– tía a todos los derechos del ciudlldano: la libertad más com.– pleta y el orden más inconmov~ble; ha aspirado, en fin a que se respeten todas las opiniones, mientras ellas no se traduzcan en hechos criminales.
"Desterrar a hombres pacíficos porque se insinúan en las clases sencillas del pueblo, por medio de la prédica y
otros resortes; porque combaten ideas que repugnan a sus creencias e instituto, es un procedimiento que no cuadra con el espíritu del presente siglo que tiende a poner ideas a ideas, doctrinas a doctrinas,· y a proscribir del palenque de la dis– cusión, las persecuciones y la violencia.
"Yen efecto, Excelentísimo Señor, hoy las sociedades no están como en tiempos antignos, a merced de cualquier cléri– go que, abusando de la cátedra sagrada, o de los misterios del confesonario, podía inculcarles, sin ningún género de contrapeso, los errores más crasol3 y las más grandes absur– didades. La influencia que pudiera ejercer un predicador' mal intencionado ante un reducido auditorio y las malignas sugestiones de un mal ministro a los oídos de los incautos penitentes, no admite comparación con la del poder atronador e irresistible de la prensa que, por medio de folletos, perió– dicos y libros, lleva su voz a la humanidad entera, hablando a grandes y chicos, a pueblos y monarcas y difundiendo la luz en las regiones más apartadas. Además, los institutos de enseñanza, dirigidos por profesores sabios y prudentes, ejercen en la sociedad una influencia más decisiva que la que se atribuye al clérigo en el ejercicio de su ministerio. Y el libre uso de la palabra, consagrado por nuestras institu– ciones, que da derecho a todo ciudadano de levantar una tri– buna en los lugares más concurridos y hacerse escuchar de un auditorio infintamente superior al que pueda reunirse en el estrecho recinto de uh templo, es un medio eficacísimo para contrastar las influencias que se consideren nocivas, sin recurrir a actos de violencia que desdicen de los princi– pios adoptados y que !tacen al que los emplea confesarse vencido en el terreno de la razón y de la justicia.
"Los infrascritos, Excelentísimo Señor, se han amaman– tado en los príncipios de conciliación, tolerancia y sufrimien· to, y han visto con verdadero orgullo que esos principios han alcanzado un alto desarrollo, al grado de dar a la par– cialidad política en que se han formado, y que al principiO era muy reducida, un predominio absoluto en todo el país,
y una influencia poderosa en todo Centro América, gran– jeando al mismo tiempo a la Nación nicaragüense las más honrosas apreciaciones de otros estados de ambos continen– tes.
"No ()Odemos pues, dejar de ver con profundo dolor que se empeñen tantas influencias por descarrilar el país de ese sendero glorioso que viene recorriendo, y separar al Gobier– no de las más bellas tradiciones del Partido de donde ema– na, que ha venido trabajando por operar una revolución len– ta pero segura que ha de colocar un día a Nicaragua al nivel de estados florecientes, como Chile que, sin dejarse arrastrar del vértigo revolucionario, ni de los halagos del autoritaris– mo, ha logrado constituir la verdadera democracia, al extre· mo de emprender una guerra gigante fuera de sus límites sin suspender en el interior su régimen constitucional. "No creemos inoportuno llamaros la atención al hecho de que en la actualidad los miembros de la Compañia de Jesús viven pacíficamente y protegidos en varios estados principales de Europa y América, de donde,en otras épocas, han sido lanzados; lo cual prueba la esterilidad e injusticia de las medidas violentas contra esa asociación. Ni es me– nos significativo el de la República francesa, que, queriendo proceder contra ella para destruir uno de los elementos mo· nárquicos más poderosos, tuvo que retroceder ante la provi– dencia de la expulsión, respetando el sentimiento nacional, que por amor a los principios verdaderamente republicanos, y por respeto a las creencias religiosas de una gran mayoría del pueblo francés, se pronunció contra aquella violencia. "Estos son nuestros sentimientos, nuestras ideas y nues' tras convicciones, que sometemos respetuosamente a vuestro ilustrado criterio,' para que los toméis en cuenta en vuestras deliberaciones; protestándoos que, cualquiera que sea vues– tra resolución en tan grave asunto, ella no alterará en ma-
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