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« Previous Page Table of Contents Next Page »"Condensando, pues, mis ideas sobre el particular, los señores Cuadra y Balladares son par~ mí muy dign.os, de. la confianza de los pueblos; pero no solo no combatIre, smo que respetaré la candidatura que proclame el Partido abier-tamente, de cualquiera de sus }¡Iombres honorables. , "Creo haber hablado a Ud. con la franqueza... y solo me resta saludar a la niña Juana y apreciables hijas de Uds.
y renovarle las ntuestras de mi sincera amistad.
(f.) J. JOAQUlN CHAMORRO." (148)
b) El General Zavalo renuncia a su candidatura.
Pronto quedó descartada del debate la candidatura de don José Joaquín Cuadra. Don Anselmo H. Rivas, en un ar– tículo que publicó en El Diario Nicaragüense el 22 de octu– bl'e ele 1886, da las razones de por qué se desistió de aquella candidatura: . "Los primeros nombres que se mencionaron-dlce-fue– ron los de los señores don José Joaquín Cuadra y el Ge~eral
don Joaquín Zavala. El primero era sin disputa el candIdato natural del Partido Conservador. Su edad, sus honrosos ante– eedentes nunca desmentidos, su claro juicio, sus luces, su. ver– sación en los negocios públicos y el haber sido el precoUlzado por los pueblos en 1862, todo lo llantaba al dist~nguido puesto de Primer Magistrado de la Nación. Desgr.acladamente, pa– ra Nicaragua se levantó en favor de esa c~ndldatura un ~lrcu·
lo personalista que se propuso hacerla trIu~far en medIo,de vociferaciones intemperantes contra el PartIdo al que haclan cruda guerra, esgrimiendo toda clase de armas. Las segun– das filas del Partido Conservador y algunos de sus hombres prominentes que hoy forman en la oposición, se alarmaron por la aetitud de aquel círculo que les inspiraba .serios ~emo
res para el caso de que llegase a alcanzar gran mfluencIa en el poder. Algunos hombres del Partido pro!=uraron en vano disipar esos temores, manifestando la confIanza de que ~I
elevado carácter del señor Cuadra era una prenda de segurI– dad y que un ciudadano tan di~tin!¡qido no podía: menos que poner a raya las exageradas e degltlntas pretensIones de sus entusiastas admiradores. Cuando la fatalidad pesa sobre los destinos de un pueblo, son estériles los esfuerzos del patrio· tismo. La candidatura de Cuadra, que hubiera hecl~o con· tinuar la bella situación establecida por la administracIón que estaba para cesar, quedó eliminada, y esto. ~ió lugar a que surgiese la del General Zavala, cuya elevaclOn prematura en concepto de Dluchos, produjo profundos resentimientos de al– gunos que se consideraban con mejor derecho por sus ante· cedentes más antiguos..."
La candidatura del General Zavala tomaba cada vez más auge en las filas del liberalismo; pero vien?<?, él sin, duda que todo candidato que se apoyaba en la oposlclOn tema necesa– riamente que arrojar en su contra al Gobernante con todas las fuerzas de su partido, el General Zavala lanzó desde su hacienda El Pital un manifiesto fechado ello. de mayo de 1878 en el cual renunciaba a su candidatura por razones de delicadeza, pues era socio de don Pedro Joaquín Chamorro. "No quiero, no debo aceptar-rezaba la procIama-e1 alto puesto que se me designa, y en consecuencia, declino formal– mente mi candidatura para Presidente de la República en el próximo período constitucional". . .
Surgió entonces el nombre de don EmIlIo Benard. Joven, laborioso, honrado y competentísimo administrador de los caudales públicos, lleno de ideas y proyectos sobre el progreso del país, parecía el más escogido para tan delicado empUw. Pero su misma modestia y honradez lo hicieron renunciar fir– memente a su candidatura, dando por razón que la Constitu– dón exigía que el Presidente debía tener por lo menos un capital de cuatro mil pesos y que él era pobre, pues no poseía ni aquella pequeña suma. (149)
Entretanto, mientras los conservadores seguían procla– mando a Zavala y declaraban que no harian caso del Mani· fiesto de El Pital (150), los liberales intentaban alejarlo más
y más de los cOl,nicios. Do!! Enrique. Gu~mán, que desde La Prensa hacía fUrIosa campana por la candIdatura de don Eva– risto Carazo, después de alabar el gesto del Gral. Zavala,
(148) El original, en el archivo del doctor Pedro Joaquin Chamorro.
(J 49) Léanse al final del tomo dos cartas de .D. Emilio Benard en que expresa los motivos por qué no acepta la candIdatura. Esos documentos retratan al hombre franco, honrado y patriota.
(150) Véase La Tertulia, No. 26. del 17 ele Mayo de 1878. Véase tam– bién El Canal de Nicaragua y :1'1 Porvenir de Nicaragua.
agregaba: "Creemos que el país debe aceptar la renuncia del Gral. Zavala, porque hay en el Manifiesto ~e El Pital algo que lo distingue de los otros documentos de Igual género que no dejan de circular en Nicaragua en cada elección presiden-; cial; y ese algo es un marcado acento de sinceridad y de re· solución, que no permite poner en duda ni por un instante la lealtad de su autor y su inquebrantable deter~inación de declinar el alto honor que el pueblo nicaragüense quería tri– butarle."
En este espacio de tiempo el criterio del Presidente Chao morro ha ido cambiando al peso de las circunstanCias. Ya no le 'parece aceptable la candidatura de Carazo porgue ha sido tomada como bandera por la oposición para atacar fuer– temente a su Gobierno. Don Enrique Guzmán declaraba en La Prensa que sostenía la candidatura de Carazo "porque esa es ''la candidatura del liberalismo..."; y también: "los par– tidarios de Carazo no somos earacistas: somos liberales." Las ideas del jefe del Partido Conservador sobre los can· didat6s" del momento están expresadas en la sigu~ente carta. "Managua, junio 5 de 1878.-8r. Coronel Licenciado don Miguel Vijil.-Granada. "Estimado amigo:
"Siento mucho que tenga inconvenientes para venir por· que nié será imposible, en los estrechos límites de una carta, expresarle mis ideas acerca del grave asunto que tenemos hoy sobre el tapete y que tanto preocupa los ánintos. Sin em· bargo, obligado por la necesidad y no siendo posible una dis– cusión verbal, le dirijo la presente exponiéndole las poderosas razones que tengo para optar por una candidatura que no satisface a alguno de nuestros buenos amigos.
"Hace muchísimo tiempo que viene preocupándome la cuestión electoral. Cuando nadie quizá pensaba en ella, el Minis,tro Rivas y yo hasta en altas h'oras de la noche la mi– rábamos con toda la atención que ella merece y el interés que inspira. Hacíamos un estudio prolijo de todos los hom– bres dignos de ocupar la printera Magistratura y de los in– conve:nientes que pudieran presentar y después de serias y
maduras reflexiones, convenimos en que don Vicente Cua– dra a pesar de su edad y otras consideraciones, era el que más. honor haría a mi Administración.
"Esas ideas se las trasmití a varios amigos y no faltaron quielles creyeran que los engañaba, asegurando que era en· tusiasta de la candidatura Zavala. Aun después del Manifies. to de El Pital que vino a sacarlos de su enor, dudaron que la candidatura Cuadra fuera la de mi predilección: algún tra– bajo c()stó persuadirlos de esta verdad. Refiero esto a Ud. para que se persuada de mi buena fe y del interés que he te– nido por esa candidatura. Creía que la honorabilidad del candidato produciría en todas partes entusiasmo, pero la ver– dad sea dicha, ha encontrado tantas y tal vez más resisten– cias que las de otros menos conocidos. Aun en Chontales, donde lo creí muy popular, no es bien aceptado. Además de esto, .él mismo trabaja en su contra con energía y amenaza publicar un ntanífíesto que acabaría de dar por tierra con su candidatura.
"En vista de esos antecedentes y del desaliento operado en m~chos de sus ntás entusiastas partidarios, <-será conve– niente que insistamos en ella para llegar a la hora supreMa
y encontrarnos sin candidato y obligados a recibir el que nos jmpongan? Es claro que no, y por tanto he desistido de ese pensamiento.
"En tal situación quedan Carazo y don Pedro Balladares que tienen grandes y poderosas resistencias. La de don Pedro va a ser combatida aun en el mismo León y se necesita para hacerla triunfar darle un apoyo violento: sería, además, ata–
cada en todas partes por el partido de oposición y por los conservadores de ideas avanzadas. La de Carazo, a más de que afectaría mi honor por las importantes y de que motivos de familia le impedirían quizá aceptar, tiene el insuperable inconveniente de ser apoyado por todos los enemigos enc,ar– nizados del Gobierno, los que, o desfilarían para combatirla con toda clase de armas, tan luego comprendieran que la apoyábamos, o ayudarían a hacerla triunfar a despecho de ntuchos círculos amigos nuestros; y en tal caso aparecerían, el Gobierno y el Partido, arrastrados por La Montaña, ,cana– leros y pesquineros, cuyo prestigio tontaría grandes propor-, ciones. Necesitamos, pues, para evitar esos inconvenientes, presentar otro candidato popularizable, que, al par que no choque con el elemento fanático, halague a los progresistas, garantizando al propio tiempo los intereses del partido. "Es indudable que Zavala fue aceptado generalmllnt e , no obstante de ser bien conocido su carácter nada almibarado,
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