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gral y ¡eligiosa, era naturdlmente distinguida No te– nía necesidad de forzar su carócter ni de asumir actitudes Ahora sí que tienen necesidad las señori– tas yanquizadas de nuestra edad modernísima de fin– gir una distinción que estón lejos de poseer Ahora se estudia en los Estados Unidos en Manuales de Socíe– dades ia manera de adquirir personalidad Y des– pués, como la civilización yanqui ya no deja tiempo ni para leer, se aprende en el cine Las domas his– panas son así sustituidas por las actrices de Hollywood Nuestra religión es naturalmente aristocrática, en el sentido puro del vocablo La virtud es difícil, el pecado fácil El cristiano práctico es el hombre "me– jor" de la concepción griega El catolicismo es uni– versal, pero la virtud es particular Cuando nuestras tierras eran, por gracias de Dios y del Emperador, par– tes integrantes del gran Imperio Católico, nuestras mujeres consideraban a honra emularse mutuamente en el ejercicio de las virtudes cristianas Entonces había entre ellas un deseo de superación de las virtu– des Ahora, generalmente, ese deseo de superación ha quedado relegado a las modas Lo exterior ha suplantado a lo anterior Signo claro y evidente de las civilizaciones vacías • Los culpables de este estado de cosas fueron nuestros padres Ellos destruyeron con sus ideas lo– camente revolucionarios el gran edificio cultural que levantaron nuestros abuelos los conquistadores La frase de Ernest Psichari, el convertido descendiente de Renán, que dijo "Vayamos contra nuestros padres al lado de nuestros antepasados", es un lema preciso para nuestras reivindicaciones culturales Nuestras madres sufrieron la terrible transformación que las nuevas ideas habían de operar en las costumbres Presenciaron los principios de nuestras luchas separa– tistas y los comienzos de nuestras locuras partidaris– tos toda nuestra desgraciada revolución ideológica Sus bien templados corazones de castellanas sangra– ron de dolor sobre las ruinas de nuestra organización imperial

Desde entonces, las mujeres hispanas quedaron a merced del individualismo Cada una de vosotras, mujeres de mi tierra, lucha ahora aisladamente en un medio de infiltraciones mucho más peligroso La fortaleza ha sido destruida, y sólo quedan esporádicos puntos de defensa La sociedad, que antes era vues– tro principal aliado, hoyes vuestro más terrible ene– migo Antes la virtud encontraba, no sólo apoyo, sino razón de ser, en los medios sociales Ahora los medios sociales son a menudo el mayor inconveniente para la práctica de la virtud

b) MORALIDAD Pero todo esto es desde el punto de vista metafísico Veamos ahora el criterio de la mujer hispana del lado simplemente natural Encontramos que en ella, como consecuencia de los

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factores culturales, existe un ser naturalmente mal al Lo que desde el plano religioso se considera como pU"

reza, existe en estado natural en la mujer hispana de nuestra época imperial con el nombre de decencia Lo "decente" es aquello que se' puede decir sin vergüen– za, lo obligado por las normas de los tiempos caballe– rescos

No había nada en la hispanas que no fuese totalmente decible En el secreto de sus vidas priva– das sus más pequeños actos eran perfectamente ma– nifestabies Lo indecible relegaba a las excepciones a fuertes sanciones familiares y hasta sociales De esta decencia absoluta y grandiosa se derivaban en nuestras m4jeres dos consecuencias admirables la altivez y el recato Parece mentira que estas dos cualidades que ahora se miran un poco separadas, coexistiesen entonces de una manera tan completa La hispana era altiva porque se sabía pura al amparo

de toda maledicencia Y era recatada porque su ser mismo la obligaba a conservar la integridad de esa pureza El recato en la mujer indica la protección, el arrebato del cuerpo que se sustrae a las acechanzas de los enemigos del alma El recato es humilde por– que siente débil el cuerpo, pero es orgulloso porque sa– be fuerte el ánima En esto se basa el recato de nuestras bellas hipanas del Imperio, aquel recato que era verdaderamente una orgullosa humildad del cuerpo hermoso

Los románticos hicieron de la virginidad de la mujer un tema poético Tal éra la concepción de la pureza en el descastado siglo XIX Usando la frase de un moderno escritor argentino -Ignacio B Anzoá– tegui "Vidas de Muertos"- es preciso recordar que Jo virginidad no es un motivo lí'rico, sino una de– cencia i Mal hayan las virginidades pervertidas de la decadencia! Volvamos los ojos a la verdadera in– tegridad física de nuestras mujeres coloniales, que re– presentaba, por todo y sobre todo, su integridad espiritual No queremos más componendas poéticas, estamos hattos de oír exaltaciones líricas en favor de los deslices femeninos El siglo romántico fue un si– glo hipócrita y solapadamente inmoral Las liberta– des que se le otorgaron a la mujer fueron simplemente

facilidades para el pecado Queremos que la mujer reivindique el derecho, el derecho perdido en las liber– tades modernas el derecho a ser totalmente virtuosa El decoro es la exteriorización del recato El tra-je de la mujer hispana llevaba este sello, era una investidura a la decencia, una condecoración de la pureza De allí su carácter de sagrado La decen– cia da origen a la elegancia Es curioso notar que, así como el traje tiene por objeto guardar el cuerpo, la casa tiene por finalidad el guardar a la familia Es el traje de la familia Porque la familia hispana era una familia guardada, y la mujer hispana lino mujer encerrada encerrada como tesoro. Lógicamente, el

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