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« Previous Page Table of Contents Next Page »Muchas otras tentativas hubo, pero las fantásticas lelaciones del supuesto Martínez, no se vieron en la rea– lidad nunca y la Meta fabulosa que había entrevisto audaz, siguió siendo ignorada
EL PAIS DE LOS CESARES Y EL REY BLANCO
Otra de las utopías que alucinó el cerebro de los conquistadores fué la subyugación de los dominios del Rey Blanco y la tierra de los Césares, en donde existía la céleble "Sierra de Plata"
Juan Díaz de Salís, había sido el iniciadol de los descubrimientos geográficos en la pOlte austral del Con– tinente y los cronistas lo señalan como descubridor del río de la Plata, a quien puso este nombre como dice el historiador G6mala, porque "vida en él muestra de plata y nombrole della". Salís, como es bien sabido, habien– do desembarcado en tierra, creyendo que los indios cha– rrúas eran de buena índole como los guaraníes, y desem– barcó en tierra sin tomar las debidas precauciones ha–
biendo sido muerto por los naturales en unión de cin– cuenta españoles más, aquel hecho causó tanto horrol que por diez años se abandonó la empresa de sojuzgar aquellos lugares
Tiempos después, Sebastián Gaboto, que se dirigía a las Malucas, lIeg6 al río de Salís, y al cabo, de San Agustín, el ilustre navegante veneciano tenía el prop6si– to de explorar el río de Salís halagado por las riquezas enormes que se decía había en el interior del país y fué tentado por el deseo de las riquezas En la isla de Santa Catalina encontró a varios de los compañeros de Solís que se habían quedado perdidos, imposibilitados de continuar su viaje Encontr6 también a quince tri– pulantes que se habían desertado de la nao de San Ga– briel, de la expedición de Jofre de loaiza, ilusionados por las enloquecedoras relaciones que se hacían de la infinitas riquezas encontradas en la parte abrupta de la siel la interior
los soldados Melchor Ramírez y Enríquez Montes leferían que, en efecto, cuando ellos y sus camaradas se habían resuelto a interrumpir su viaje a España, tu– vieron conocimiento de la existencia de un país cuya conquista emprendieron cinco audaces, capitaneados pOI el portugués Alejo García, quien llegó hasta los dominios del Rey Blanco y trajo despojos de ropa, ves– tidos, muchos vasos, vasijas y coronas de plata la ex– pedición de Alelo García había sido una de las más singulares, por cuanto presenta el caso de un conquis– 10dar europeo que se arroja a una empresa atrevida contando con medios exclusivamente indígenas, Ramírez y Montes refirieron a Caboto que Ale¡o García, partió de Santa Catalina, que CIUZÓ el gran río y estuvo en la Sierra de Plata la ruta fué la de alto Paraguay Alejo García y sus compañeros llevaban un eiército de milla– les de indios, con los que atravesaron el Charco y l/ego–
ron a Chuquisaca los indios charcas hicieron resistencia a los guaraníes y chaneses de Galcía, y éste tuvo que emprender la retirada tan en buen orden, que él y sus indios salieron de la tierra sin recibir daño alguno Ale– io García envió algunas muestras de metal a los que habían quedado en Santa Catalina; pero la masa del tesoro desapareció, pues los expedicionarios europeos fueron atacados por los indios Después sólo se habla– ba del hombre semifabuloso, por la magnitud inverosí-
mil de sus ploezas; pero leal por haberse comprobado que efectivamente hizo el viaje de Santa Catalina al Pa– raguay, que estuvo en los dominios del Rey Blanco y que regresó llegando hasta un sitio distante más o me– nos doscientos kilómetros de la Asunción, donde fué muerto después de cruzar dos veces el gran Chaco
Ir
los reyes expiden cédulas para que sean reducidos los indios de las pampas, serranos, patagones o césares linlin, Eleín, Yanguio, Trapalanda, todo es lo mismo, todo ello es la tierra de los Césares, muy rica de oro y gente, es la provincia situada al Oriente del Andes y al Oeste del lago fantástico, es la frontera con pobla– ciones en que se oyen campanas Es el país visitado por el Padre Jerónimo de Montemayor en 1662 Pero cuando termina el siglo XVII, la Tierra de los Césares ya no estó habitada por los pueblos de la laguna de Pe– gegue El siglo XVIII v aformando allí con la imagina. ción, una fabulosa ciudad española, cuyos pobladores aislados del mundo entero, habitan los reales palacios de su Bagdad, surgida en el desierto, sin querel compartir con los otros españoles, las riquezas encontradas ca· sualmente en una de las expediciones Para otros la supuesta ciudad era un establecimiento inglés Y ofi– cialmente iban a buscarlo de parte de las autoridades Caboto vi6 las muestras del metal enviado por Gar– cía, había entre ellas, cuentas de oro y plata. Melchor Ramírez y Enrique Montes aseguraban que los dominios del Rey Blanco darían metales en tal cantidad que se– ría posible COlgar las naves de oro y plata Caboto te– nía puestas las miradas en el Río de So lis, y creyó que debía de realizar la conquista de los dominios del Rey Blanco, el maestre de la Trinidad se oponía con gran audacia; pero Caboto no cedió y prosiguiendo su mar· cha, dejó a Rojas en Santa Catalina y dos de los expe· dicionarios Ya no quería que se le hablara de sus ca– pitulaciones para hacer el viaje a las Malucas, de las otras tierras de Tarsis y de Ofil, el Catay y el Cipango, el rey se pelsuadiría que era mayor servicio, continuar la obra interrumpida de Salís y no I eanudada por des– conocimiento de la obra de García.
Caboto llegó al "Río de Salís" y empezó sus explo– IOriones por la Banda Oriental, allí encontró a Francisco del Puerto, que había acompañado a Salís en su funes– to desembarco, quien le confirmó las noticias que le habían dado los españoles de Santa Catalina Caboto dispuso dos expediciones: una que remontaría por el río Uruguay, confiada a Juan Alvarez Ramón y la otra para el río Paranó, para llegar al río de Calcarañá, que según los datos comunicados a Caboto, se desprendía de las sierras de oro y plata Los indios albeguas, ca– racaraes y timbués le informaban que no era el Calca– roñó, el que debía de seguirse, sino que el Paranó y el Paraguay pala llegar a la Sierra de Plata yola Mar
del Sur.
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Aparte de las dos exploraciones fluviales, Caboto, meditando en las noticias de los indígenas envió por tie– rra tres grupos de exploradores para que fuesen direc– tamente a la Sierra de la Plata Todo era misterio en esta aventura, se decía que el jefe de una de estas ex– pediciones, llamado el Capitán César. la leyenda sobre-
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