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ron por est\} lugar en particular al mismo tiempo. Una de las observaciones más interesantes de todes, señala una población relativamente densa de estos primitivos habitantes li!n el distrito de Managua, pues se han con– lado más de 40 individuos, mili!ntras que solo una di– minuta fracción del 1 % del total de la superficie de la corriente de lodo ha sido examinada o expuesta. Si ha habido 1''11 concentrctción dli! población, como está indi– codo, es posible quizás deshacer algunas concepciones aceptadas acerca clel hombre primitivo en esta parte del mundo. Además de huellas humanas y de bisontes, con;' curren huellas del Venado Cola Blanca, nulrla, lagarti–

jas y un péljc¡;ró llamado guan (Penolope purpurascens) en el mismo estrato de las huellos humanas. Las cuoiro especies mencionadas anteriormente son naturales del distrito de Managua actual, lo mismo que a alturas con– sidoblemente mayores que Maltagua. Uno puede ver c1ClrClmente las huellas del venado en el extremo sur de la área expuesta, cruzondo las huellas humcmos, mien–

vfClS que las huellas de gUCln están en el extremo norte da ICI pista Las huellas de lagartijas y nutrias, encon– trCldas el unas cuantas docenas de metros del sitio actual, no han sido conservadas. Un ejemplar de las huellas ele bisonte fué encontrado a una milla y media al sur

de ACClhualinca en Uila corriellie de loelo idéntica o pOI

lo m¡,mos contemporánea a Jet de Acahualinca. FinClI– m(mte, impresiones de hojas arrastradas y cubiertas no solo por el estrato de las huellas, sino por todos los de– pósitos superiores de corrientes de lodo y piedra pómez, fueron recuperados. Por tanto se puede hacer una bue–

na vel ¡ficación de las condiciones climatológicas en el iienlpo en que se imprimieron las huellas, lo mismo que

en todos los perlodos subsiguientes cuando las futuras corrientes de lodo y depósil'os de piedra pómez fueron echados.

En resumen, pues, lo que se ve en Acahualinca son VGstigios ele los más cmtiguos rastros de la ocupación hlJ'mclno en Latino Américcl. Se supone a estas gentes como elcistienelo a un nivel cultural primitivo. Ellos sub– sistieron durante la época que, el bisonte, lo mismo que otras especies que se sabe habitan esta área general hoy día, vagaba por las planicies de Managua.

QUE EDAD TIENEN LAS HUELLAS?

No se puede hacer ninguna afirmación definitiva

POi ahora con respecto a la edad de las huellas. Se pueele ver fácilmente, por la acumulación de depósitos volcánicos, aluviales y de humus sobre las huellas, que un período considerable debe haber transcurrido para una formación tal. Futuras investigaciones detallaelas por numerosas ciencias, iluminarán este problema que es de la mayor importancia. Sin embargo, una breve reseña de lo que ahora se sabe con respecto a los de– pósitos situados encima de las huellas, nos dará alguna idea de la edad.

Poco después ele haber sido hechas las huellas– posiblemente aún cuando estaban siendo impresas– fueron cubiertas por un pequeño revestimiento de ceni– zas negras que caían desde el aire (Capa 4 en el diagra– ma adjunto). Entonces siguió una pequeña corriente de lodo (capa 5), otra erupción de ceniza negra, (capa 6), luego una sucesión rópida de espesas corrientes de lodo (copa 7). La capa 7 representa el grueso estrato de piedra explotada y ahora usada como material de cons– trucción en Managua. Si no fuera por el delgado re·

vestin'iEmtQ de ceniza negra que cayó directamente so– bre las huellas y actuó como un cojín entre las huellas y los depésitos subsiguientes de lahars, pudo haber si– do imposible eltponer las huellas pues las corri~ntes de lodo tienden ti fusionarse unas con otras. Todos los ele– pósitos de lahar y cenizus mencionadas hasta ahora, (capcl 2 hasta la 7) fueron arrojados durante un solo ciclo volcémico que pudo haber durado solamente algunos po– cos meses o años. Después ele este ciclo, siguió un cor– to período de inacl'ivic!od volr;éanica que puede ser me– dido en décadas en lugar de siglos. Este período está demostrado por pequeños parches de tierro (capa No. 8)

hasta ele 7.5 cm. de espesor, y por cauces de ríos ex– tintos. Uno de tales cauces cortó un canal de 30 me– tros de ancho y 4.7 metros de profundidad, no sola– mente el través de la piedra de construcción, sino tam– bién a través del lecho ele las huellas y profundamente odentro de la tierra subyacente. Siguiendo a este corto período de queitud, un volcán distante, quizá en la ve– cindClcl de Masaya o Granada, arrojó lluvias de pómez– blanco (capa 9) Este estrato puede ser fácilmente reco– nocido en Acahualinca por su color. Una vez más siguió lo quietud, como astó replesentado por un depósito de tierre¡ (capel 10) que llega a un metro de espesor. Re– llovCILlos erupciones cubrieron esta última capa de tierra con una corriente de lodo color verde-aceituna (capa

"11). Otro depósito parchoso de tierra se acumuló (ca– pa 121; luego éste fué enterr"do por las últimas corrien– fes de lodo (capa 13), y finalmente, el superior y más grueso de los depósitos de tierra fué puesto (capa 14).

Hay poca duda de que el tiempo representado por esta Qt;l.\muloción superior de tierra excede granc:lemente a

aquel de todos los otros depósitos juntos.

Mediante un examen minucioso, se pueden ver pie– zas ele cerámico q uebradCls, en esta tierra superior. Es– tán en la sección transversal que deja a la vista las hue–

IICI5 en Awhualinca Oentrc¡ de un radio de 300 me– tros del si~io, The Carnegie Institution of Washington, desantevró durante 1942 más de 100,000 ejemplares de esta cerámica, de las que solamente unas pocas estaban complelas. Dentro de este mismo radio, y hacia el su.... este, se clescubrió un antiguo cementerio. Un examen preliminar de la cerámica revela que contenía menos de

10 piezas ele un tipo conocido en Guatemala y El Sal– vador a la fecha, o sea mús o menos al nacimiento de erislo. Este tipo de cer6mica ha sido identificado como uno eje íos más antiguos aislados hasta la fecha en Cen– tro América, a pesar de lo cuttl se encuentra en esta tie– rra superio~. Además, 40 piezas más o menos, de ce– rámica Maya, que sin ninguna duda fuel'on hechas en el ,noroeste de lionduras, llegaron hasta Managua, pro– bablemen!e por medio del comercio. Esta cerámica de tipo Moya se encontró en cantidades tan ínfimas que se debe deducir que los Maya no ejercieron prácticamen– te influencie alguna sobre los pueblos de esta localidad. Finalmente, unas veinte piezas más o menos, son idén– ticas en tipo a cerámica común en el sur de Nicaragua y que han sido encontradas enterradas con objetos de manufactura Europea tales como vidrio y hierro.

En resumen, la gente que hizo y usó esta cerámica, hace 2000 años, durante o poco después de los tiem– pos del Viejo Imperio Maya, y en los siglos 15 y 16, vivieron exactamente en la misma localidad que aque– llos que imprimieron las huellas, Así, pues, Managua ha sido ocupada por miles de años, pero no puede afirmarse todavía que esta ocupación haya sido continua.

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