Page 91 - RC_1968_02_N89

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obediencia sin condiciones -En este corto bosquejo ha– llamos, que el Gobierno de España y Fernando 79 man– tienen la doctrina de sumisi6n sin condiciones, y del derecho divino de los Reyes; y que los habitantes de la América del Sur solo reclaman reforma de la tiranía y opresi6n más odiosa e insoportable. la justicia del caso, parece por tanto, estar completamente de parte de estos

Otra consideración, que debe también ocupar nues– tro atención, es la probabilidad del suceso de la causa que estamos invitados a sostener.

Siempre que un país extiende sus colonias mas de lo que requiere una debida proporción con su propio territorio y poblaci6n, aquellas vienen a ser tan natu· ralmente independiente, como un joven, que sale de lo tutela paterna, y obra por sí mismo, luego que ha crecido Por esta ley de lo naturaleza, las colonias in· glesas en la América del Norte, se hicieron independien– tes de la Madre Patria. Del mismo modo Portugal ha– bría perdido el Brasil, sino hubiese transmitido allí el tro– no, transformando la colonia en la Madre·Patria, y esto en una dependencia de la colonia. La España debe someterse a la misma ley: su territorio europeo tiene 25,000 leguas cuadrados, y su población está calculada en once millones. Sus provincias de la América contie– nen 500,000 leguas cuadradas de terreno, y su pobla– ci6n está calculada con variedad entre 17 y 24 millones. Si la Gran Bretaña no pudo someter a sus colonias de la América del Norte, cuando su población era solo de 2 millones, ¿que esperanza puede tener España de buen suceso contra recursos tan grandes, con medios tan in– feriores? ¿Dónde están los recursos de España paro continuar esta guerra? Sus tesoros en las minas de lo América del Sur: la madera paro construir sus buques de guerra, en los bosques de la América: sus rentas, producidas por el comercio de la América Todo esto ha perdido ahora la España, y lo han ganado los colo– nias; y cado año, que dure la guerra, debilitará más a aquella, y dará más fuerzo o estas Además, la Amé– rica tiene un aliado 'poderoso en su clima, al cual sus hijos están acostumbrados, y es mortífero a los invaso– res europeos Retirándose sus ejércitos, vencen: hacien· do duradera lo guerra, el clima ejecutará en las tropas españolas las órdenes de exterminio, que ellas han re– cibido de Fernando También tiene otro aliado, tanto en los intereses, como en los sentimientos del pueblo de los Estados Unidos, cuyo territorio, con la compra de la Luisiana, se extiende ahora hasta los límites de Mé– gico El grande y declarado objeto de su ambici6n, es que todo el vasto continente, en que ellos habitan, se haga independiente como ellos, para que algún día el nuevo mundo rivalize al antiguo. Aunque ahora se haya calmado la ambición de los Estados Unidos con la cesión de las Floridas, la política de aquel Gobierno no podrá contener los deseos de los habitantes, y por necesidad tendrá que unirse en una causa tan patriótico

y popular; y este acontecimiento asegurará de un golpe la independencia de toda la América españolo. Si consideramos la conducto,' que la España ha ?bservado ácia este pois, hollaremos que nodo puede lustificar su petición actual En 1776, cuando los colo· nías inglesas en la AmériCa del Norte se dedararon in– dependientes, España, Franciq y Holanda es abrieron sus puertos de Europa y Américo, y les dieron auxilios para el egército y la marino En consecuencia de los reclamos de la Gran Bretaña, prohibió lo exportación

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de estos artículos; pero esta prohibición nunca se llevó a efecto; y en 1779 publicó un manifiesto, declarándo– nos la guerra, porque habíamos interrumpido un co– mercio, que según ella, tenía derecho de hacer como neutral la reciente cesi6n de los Floridas a los Esta– dos Unidos, ha suministrado a estos, nuevos medios po. ro incomodar nuestros colonias de la Indio Occidental, en caso de uno guerra La falta de consideración, que ha manifestado en ambos cosos, con respecto a lo segu– ridad de nuestras colonias, ciertamente nos pone fuera de toda obligación de intelesarnos por ella, y nos deja en plena libertad para seguir lo que nos dicte el interés o lo política

Los habitantes de lo América del Sur, por el con· trario, se han hecho acreedores a nuestra favorable con– sideración Ellos ofrecieron someterse o lo mediación de nuestro Gobierno, que Fernando 7~ (probablemente, no teniendo razón para confiar en la justicia de su cau– sa) rehus6 aceptar Nosotros también estamos compro· metidos con ellos, y con el mundo, o observar una es– tricta neutralidad en lo presente lucha, y esta la que– brantaremos, si alteramos nuestros leyes paro favorecer los intereses de uno ú otro partido. Lo conducta futuro de la América del Sur ácia nosotros, será regulada por lo nuestra ácio ellos en estos momentos. las relaciones comerciales con aquel vasto continente son el objeto que tienen a lo visto, tanto la Europa, como la América. Si los Americanos del Sur se resienten de nosotros, por– que ayudamos o España para que procure sojuzgarlos, no sacaremos ninguna ventaja; pero si obramos con jus– ticia e imparcialidad, entonces conciliaremos su amistad futura, y seremos colocados entre las naciones mas pri– vilegiadas

España no tiene derecho de quebrantar lo paz y dañar la prosperidad de todas las naciones comercian– tes, continuando una guerra infructuosa con la América del Sur Todas las naciones marítimas de Europa, y en particular la Gran Bretaña, sufren mucho por esta guerra. De ella ha nacido una raza de corsarios, o piratas, que roban todos los buques de comercio, sin distinción, y que no se pueden exterminar, hasta que lo paz y el orden se restablezcan. Además, lo España era solamente el canal, por donde pasaban a toda lo Europa los tesoros de la AmériCa del Sur, y MégiCo ~EI

producto de sus minOs, y todos los otras producciones de su suelo, se cambiaban por nuestros manufacturas, y daban vida a nuestro industrio doméstica. Así es, que estamos ligados con la América por una cadena de oro, semejante o aquello, que figuraban los poetas, sos· tenía o lo tierra en la b6veda de los cielos; y lo España no tiene derecho de romper esta cadena, con uno gue– rra de devastación y exterminio, perjudicial o todos sus vecinos, y ton ruinosa a ella, como a sus colonias. Nuestras leyes, en el estado que están, no don ven– tajas o los Independientes, que no estén contrabalan– ceadas por otras ventajas 'concedidas o España. Al paso que' se prohibe a los oficiales y soldados ingleses en· trar al servicio de los Independientes, y mientras a estos no se les concede proveerse de armas y municiones, la España no solo puede adquirir esto, sino que disfruta del comboy de los fragatas de guerra de S. M. B-Yo mismo he asegurado un buque corgado de armas y mu– niciones, despachado de lo isla' de Jamaica para Vera Cruz, y devolví el premio del seguro, por haber sido com– boyado por la fragata Lapique. Como los Gobiernos inde– pendientes de la América espaiíola no estan reconoci·

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