This is a SEO version of RC_1968_02_N89. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »C~lesCO l'I la breva, sabiendo que no lo tiene, le diré, que el cuesco esfá en el iítulo 24 del Libro 1· de aquel código, que V nos ponder6 corno la obra maes– tra de la legislación. Si Señor allí verá V. de ma– nifiesto la guena más declarada y sangrienta contra iodo libro, que pudiera pasar a América, aun contra aquellos que lUenosean todos los días los frailes es– pañoles, cuya naturaleza debe V. conocer también, conLO el poco peligro que con ellos se puede causar en el TIlundo Por esto los Americanos podemos decir, que somos los educados por la naturaleza, habiendo tenido que luchar contra la tiranía para que siquiera nos dejase discurrir en la obscuridad. Por esto fambién dijo el sabio Barón de Humbolcli
10 que hallamos en el capítulo VII del libro n, en donde después de haber dado cuenta del mérito re– levante de los tres sabios meldcanos Alzate, Velá&– quez y Geuna, continúa del modo siguiente.
Si he enh'ado en estos ponnenore5 sobre el mé·
~¡to LiRel'ario de lres sabios meldcanos, ha sido pal'a
P¡'O~l3l' con su ejelmplo, que la Ignorancia, de que el
orr5u1l0 eUl'opeo se ca-mplace en acllSiU' a los moDos,
~o es c~ec:Jto del CIU1l1B, o de llalla de ene&'gia moral,
smo :!lolamenAe del aislamienlo y los deleclos propios
Illlc las instituciones sociales de las colonias.
Esto basfaria para convencer a un Observador, que respciase a los sabios de cualquier país que fue– sen, pero corno V solo tiene a España por la mansi6n de la sabiduría, será preciso buscarle un escritor es–
pañol, y tan español corno Fernando séptimo. Va_ mos a ver lo que nos dice el Señor D. Antonio de Ulloe, que para V debe ser un oráculo. Empezamos por donde su Señoría empezó su viaje. esto es, por Carfagena, que nunca se ha tenido por lo más oulto del nuevo mundo.
En el capítulo 4 del libro 1 9 nos dice el Señor Don Antonio, que en Carlagena los Inldalos y demás
ca:>las, que componen la plebe, son los que 5010 ka·
haja'" en lodo género ele oficios meeánicos, porque los Chapelol1es, o Españoles, no qulel'en emplearse en los eüell'c!clos que aprenelieron y usaron en sus
pt'lio;;es, lelllilclllll0 en grande afl'enla el busca!' su vida
<Il!1l esllcs ejercicios, por lo que que se ven muchos llC:nüdos. Los criollos blancos no es emaño que con este ejemplo se hagan tan holgazanes como los Españoles, nunque como naturales del pals, siempre deben hallarse lUenos perdidos que los otros. Aho– ra, pues, Señor Observador, puede V. obSSl'VaI', que no es la clase de los oriollos, o corno después ha di– cho, la plebe de América, la más corrompida e igno– renla, sino la clase de los europeos, que llevan allá todos los vicios Diga V. todavía, que los que escri– ben mal de los Españoles, y bien de los Americanos, Son exJ:rl1njeros iDvicliosos de las riquezas y poder de Carlos V, Felipe Ir, y Tubalcain I Con fodo esfo. V. me permitirá seguir manifestando lo que se halla en el mismo capítulo del Señor Don Antonio de Ulloa, que como hombre de España no puede mentir sin licencia del Papa.
N61ase por lo I'egula¡r, dioe, hablando de los criollos de Carlagena, en ambos sexos ser de enIeft.
diJmienios eluos, y comprehenslvos, y conslguleal.
mente poseel' hábUes y elespledos ingenios; y que fienen btduslria para b'abalar muy pedeclamenle en Has aries mecánicas. Eslo reluce más en los que se inclinan a las Ieh'as, pOl'que en la pequeiía edad de
aqueDa juveni1ld se experimenla un pariic:ulBlr lucl. miento de la apUcac:i6n, aelelanlando la sutileza, y c!addad ele sus enlendimieldos en lénnino n\uy bre– ve, lo que en olros climas no consiguen sino a luel"
ZB de mucho Il'abajo, y alguna más madurez. ¿Que fal, Señor Observador'? Parece que el Señor Don Antonio lUerece una reprimenda de V, como la "que ha llevado el tonto Montesquieu y el atolondrado Humboldt, y este Español con mayor razón, pues siendo de los suyos, no apoya la ignorancia y co– rrupción Americana Pero no es esfo lo peor, sino que mefiéndose luego esfe malhadado viajero a in– quirir la causa de que a los 25, o :SO años de edad, hayan perdido aquellos criollos su primera aplica– ci6n, dice. La callSa principal, que se conoce para que COlll lanla brevedad desfallezca la apUcacl6n, y cesen los pr091'esos en los enfencUmienJos de aqu.
1105 nalwlales, es sin duela la falla de objelos, en que ellllpleolfse, y en que lener el esliculo de lopar el adelanllamienlo conespondienle a el afán ele sus la.
reas, y el premio ele sus esludios, por carec:ene aIIi
de la ocupación en ejél'dlos y aunadas, y ser en COI"
lo n'Úme..o los empleos literarios.
He aquí, Señor Observador, elel influjo del cUma y de las causas morales, lo qu.e oiros observadores
mejores que V. han observaelo por sus propios ojos, atribuyendo todo lo malo, que hay entre nosoiros, a nuestra situación políHca, es decir, a la dependencia de España Pero V dirá, que Ulloe. se dejó engañar de los criollos con euenJos labulosos, y que si no ~ue
ra así, no le habrían dicho a V. muchas personas lo contrario, COIIIIO -producto de sus observaciones en
diJleren2es punlos ele aquel hemisferio. Tememos, sin embargo de todo esto, que esas muchas perso~
nas, podrán ser del número de aquellas, que dice el Señor Don Antonio, que andan perdidas en América por no querer emplearse en los ejercicios que apren– dieron y usaron en sus países. Si V. nos las hubiera dado a conocer, como hago yo cuando cito lo que no es parlo mío, tal vez no diría esto, pero el miste– rio, y el fono de oráculo, con que V. nos predica, deja a cada ~mo la liberlad de pensar lo que quiera, co–
lTIO sucede en aquello de que. Los mismos nalurales de la 2bnérica que ha nascrilo con más Wosofia, con· vienen en lo que acaba V. de declr. ¿Quienes son esos mismos naturales para que Dios nos libre de sus filosofías'? Sin darnos V los nombres siquíera, ni podernos saber si V. los finge, o si les da de gra– cia el iítulo de filósofos.
Ya dije a V, que el Señor D. Antonio de Ulloa, hablaba de Carlagena, cuando hacía aquellos elo– gios de la clase que V. ha llamado más ignorante y corrompida de América, y dije tEUnhién, que no era aquel clima uno de los más acreditados del nuevo mundo por su benigno influjo sobre la parle moral e intelectual del hombre. Seguiremos, pues, con el viajero español por donde le llevan sus aventuras literarias, y veeunos lo que nos dice de los Quüeños.
21
This is a SEO version of RC_1968_02_N89. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »