Page 79 - RC_1968_02_N89

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IY co:mo si se hallan, Señor Observadorl Pero dejemos que los topos hu:rnanos se descubran ellos :mism,os por lucir sus anieojos, y pidamos a Dios un

poco de la cordura que concedi6 a la :madre fopa. Con esto, y sin esto, debo ya conclui.r esta carla, que para primera esfá demasiado larga. Le pido a V. mil, perdones, p~r lo molesto que le habré ¡lido, y

otras m.aierias que irafar, porque con eso dejó de es– cribir oiro millar de desafinos, que le seguirla yo nomndo Pero nunca será tarde para que continue– mos, V en 101;; demás n1~~eros de su Observador, y yo en oiras camcas corno la presenie. Siga V. de– senvolviendo sus carlapacios, que yo le ofrezco irlos enrollando del :modo que pudiese¡ y si no ha en– conirado nada, que le haga fuerza en los escritos verbosos de los que abogan por mi causa, yo me en– cargaré en znis escritos desverbados de znanifestar la poca fuerza que le hace a V la razn Todo el mun– do está convencido de que el Observador no tiene oiro objeto. que el de combatir la independencia de América, y así era escusado que V nos anW1ciase la continuación de sus tareas Solo nos ha chocado la facilidad con que se lisonjea V, y algún oiro, de que los Gobiernos de las naciones civil¡zadas entien– dan las cosas, que saben :mejor que V, del m.al modo que V las entiende. ¿Ha pensado V, amigo mio, que hay algún gobierno civilizado, ni por civilizar, que esté esperando el voto de V. para formar sus opi– niones? ¿Y ha creído algún hombre racional, que el m.odo con que V. iraia esta znateria puede hacer honor a la causa, ni a la literaiura de España~ Yo le aseguro a V, que si fuera inisiro español le daria una pensión para que no escribiese sobre estas zna– ferias, y para que solo se eniretuviese en publicar fabulillas como la del lapo, que nos dió en la página 45, Y que por bonita copio aquí.

la pobre España andará siempre de mala daia, y no podrá competir con las naciones industriosas. Don– de el holgazán engor,ja con lo que el pobre suda, Señor Observador, la economia polllica no tendrá mucho que contar, sino piojos, mugre y sobaquina. • En vano los talentos económicos del Señor Don fernando se agotarán expidiendo cédulas, corno la que V. copia en la página 42 del No. 1 9 de su Obser– vador, para hacer sociedades de modislas, que vistan

con nuevos y graciosos Irales al bello sexo español, por los modelos antiguos, griegos y romanos, airo.

sos y acomodados al carácler nacional. V. se asom– bra al ver que no haya ocurrido esta idea a ninguno de los oiros gobiernos más culfos y más industriosos de Europa/ pero no es esto lo que debe asombrar, sino que haya habido un Rey tan mal economista, que creyese, que las sociedades de modistas, con nuevas invenciones de irajes griegos y romanos, clarían a la iniseria pública el alivio, que piden oiras refonnas, que no son el vestido de las mujeres. ¿Cuánto znás acerlado habria sido dejar a las znodis– ias en su oficio, y poner una hazada a cada fraile en la mano, para que no sea preciso ir a comprar el trigo a lCls oros, ni dar lugar a que lo iraigan los Anglo-Americanos? Pero sin agricultura, sin indus– fria, sin riqueza, llena España de soldados, de frai– les, de pretendientes a los empleos de América, de ociosos y de pobres, tratar de proteger a las modis– fas, para que inventen nuevos graciosos gastos, con que las mujeres acaben de arruinar a los maridos y padres, a la griega, y a la romana, y a la hotentote, solo en una cédula del Rey Fernando se podia ver en esios tiempos ¡Pobres Españoles, corno os com– padezcol ¿Y esta es la felicidad con que nos con– vidais? Oozadla por :muchos años, sin competidores ni envidiosos

Vamos, Señor Observador, nos falla el úlii:rno frago del a:margo cáliz que V nos ha presentado. Apuréznosle hasta las heces, quise decir, hasta el fin, porque según helnos visto, todo lo que contenia eran heces, zupia, y ZWTapas. V después de haber dicho cuanio podía y no podía, cuanto debía y no debía, y cuanto sabía y no sabía, concluye su polílico e im–

político discurso del modo siguiente

Dariamos a estas reOexlones mayo red·ansi6n, sino lluviésemos que alender al orden de las male. rias en este Periódico, y a los limUes que nos hemos p:opuesfo en cada uno de sus Números. Acaso Ira– flUemos aun cie esle mismo punto en alguno de los Nos. siguientes, a lin ele desenvolver y presentar bajo !odos sus aspedos, y en toda sus luz, las Ideas que hemos locado; bien que hasla ahora nada hemos enc:ontrado que pueda cUsmlnulr su lu~a, en los C!lcaUos verbosos d-e los que abogan por la Indepen. dencia de la América. 1\1'0 creemos lamJ)oco, que ellos puedan, con la elCt;entrlcldad y soOstería de sus raciocinios, bnponer al género humanol ni que los ,obiernos da las naciones clv1llzadas deJen de cono– cer la Imporlanc:ia de reslablecer el orden y la paz en el nuevo mundo.

Yo creo qu~ es una forluna, Señor Observador, para la causa que V. d.efiende, el que haya fenido

Dice un aulor, Que al lopo cUeron Un par de anteojos No sé en que Ilempo. Ulano el lopo Quiso con ellos Claros de quiera Vell' los objetos. De un lado al olro Los vu-elve a liento; Mas nada puede Ver el bichuelo.

La madre Dega Con paso lento; Le haDa afanado Musllo y perpleJo. ¿Gue lienes hilo?

Le dice riendo.

¿Cual es la caUl. De tu desvelo? En vano anteoJos Me esloy poniendo, Responde 4¡l1 hiJo Muy lrisle y serlo.

En vano, o macke Nacla ver puedo. Acaso Ignol'o Como ponerlos. lA un lopo anteojos! Con espavento

La macke exclamal Déialos necio. Solo ser úIi1

Puede, le advledo¡ A hombres, no a lopo. Ese lnsInunento. Guien le lo dio SI llene Intento De hacer que veas, Pierde su tiempo. La luz no vlede Del alto cielo Para nosolros Sus rayos beUos_

Entre los hombres Se hallan por cierlo Topos Iguale.

Al de este cuento,

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