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« Previous Page Table of Contents Next Page »laso. El los criollos Oviedo. Molina. Iturri, Punes, Ovalle, y otros muchos, como historiadores, a Uná– nue, a Villalobos, a Moziño, a Caldas, a Flores, a Esparragosa, y otros, como físicos, a Tolsa, ,Alzate, Aldazna, Cora, Pozo, Gazns, Velásquez, Oteyza, y
otros mil, como matemáticos y artistas Me parece, pues, amigo Observador, que estos ejemplares nU~
merosos, prueban bien, que no ha habido otra razón para que los Americanos no háyamos hecho muchí– ahnos progresos, sino la que se halla en el capitulo citado de Ulloa, y advierto a V, que este escritor no es de aquellos que tenían invidia a los Españoles, porque debía ser del número de los invidiados, ni
era cualquiera cosa, sino un miembro de la Acade~
mia Francesa, y de la Real Socíe<iad de Londres. Esto es lo que debí decir, Señor Observador, desde que V em.pezó a tratar de los interoses que la filosofía y la politica podían tener en nuestra liber– tad, pero canto V me asustó con las hOll'das de aque– llo!> condenados I'libusftcl'os, se me cayó la plwna de la mano. También pude decírle, que aquellos Señores r¡oUbusfel'os, que andaban ciertamente des· hOfs'dados, Se llamaron piratas, porque andaban ro– bando con la autoridad privada de cada uno de ellos, y que los corsarios americanos tienen patentes de un03 gobiernos, que, aunque no sean ,del agrado de V, existen de hecho, y por esto son respetados de las nacíones neutrales Si estas naciones no entien– den de derecho de gentes, ellas se tienen la culpa. y nosotros el provecho Que envíen los demás Euro– peos El sus ministros a estudiar El Salamanca, y verá V que pronto se remedia el Inal, y como se van a fados los diablos los FIRbusferos de nuevo cuño Pe– ro para quedar al cabo de todas las razones que V. tiene para probar, que la filosofía y la política no Henen interés en nuestra causa, veamos lo que le falta que exponer. V continúa diciendo.
Malll iD que lin hablar lanto de lUosoría, y oslen· lar ew henileS frases ianJo zelo por el bien de la hu· manidad?--¿Es la España la única Potencia que tiene colonúas? o hay olra alguna que haya tralado y hale a las suyas mejor que eUa? Si hemos de M6nder a las voces de los díscolos, o a las declama. ciones de los entusiaslas, 1'110 hay gobierno en la tie· l'I'a que no sea 6.ránico, y que no sacrifique la digo nidad V los derechos del pueblo a su ambienfe V a su. orgullo. El código de Indias que España elio a sus COlonias, no respira sino desvelos generosos por el bien de sus habitanles, y excede en previsión y
duJzW'a a 'odo lo meJol!' q~e hasla entonces habian didado los 0"'05 gobiernos en lavor de las suyas. El curso del liempo, el orden de los acontecimientos, las apevas relaciones que ellos han producido, y el
progreso de las luces, el(i~n sin duda olras conside. raciones; V Espa,fía no solo ha ofrecido una amnistía general a los ins.urgentes, sino la admisión de los Americanos a todos los em.pleos y honores del Esta– do en com.ún c;on los Españoles Europeos, y el co– Inercia de to.das SUB provinoias con las naciones e,dranjeras, bajo reglamentos fundados en principios de libertad, y conformes a la actual situación política de aquello!! paí¡¡es, y a la de Europa EspaAa añadió
a e:;¡ga oleria la de condescendCJ' con lodas las otras
pll'eRensiones o soJic:itudcs de los Americanos qUe
aoesen jQS2as y compatibles; asegurando el ClUnpll. mfenRo de una y otra o§el1a con la garaniÚl de la le
pública, y la de las g!'andes Potencias aBada$.
~lregwtlamos ahora ¿qué nación o gobierno seria capaz do proceder con más nobleza y más Uberall. dad en iguales c:irclUIslancias? y ¿a que mayores veniajas pueden aspÍl'u los pueblos de la América ll:spaíBola bajo el yugo de SllS dicladores, enfa'e las oscilaciones conllinuas de la discotdia, v!cfimas a un
llicntpo de !a ambición, I'apacldad, y frenes! de sus opresoi\'CS domésticos, V del orgullo y codicia de los eldlr.mjeltos? El amor de la hun.anidad, siempte unido al del buen orden, V al de la I"ecfifud, pide que ::le clnp!ecn lodos los medios poslhlas pilla poner Un
a ~as tudn~enclas de la lUttéricII, y para remedial" en
eMe los manes prcsen!es, y evilall' los luJuros.
No es la España, Señor mío, la única potencia que tiene colonias, pero sí es la única que las ha ±ratado de un Inodo insoportable. JCOnto tiene V atrevimiento para preguntar, si ha habido alguna Metrópoli, que nate ntejor a las suyas? ¿Quiere V. comparar el trato que dio la Inglaterra a aquellas colonias, que hoy componen los Estados Unidos? Los Anglo-Americanos siempre fueron hOInbres li–
bres, y más libres que los Ingleses en ntuchos res– pecios, y nUnca tuvieron otro ntotivo más poderoso de queja, que el de haberles impuesto, sin su con– sentimiento, ciertos derechos, cantO iodos aquellos que sientpre se nos impusieron en nuestros países. Las colonias Inglesas siempre fueron, y ahora son, poco menos que Estados independientes, sobre los cuales apenas tiene la Me±rópoli una sombra de au– toridad Ellas tuvieron, y tienen, sus legislaturas, son dueñas de su libertad, la representan digna– mente, promueven sus adelantamientos por sí mis– mas, y nada se les opone para conseguirlos. En una palabra, la última de las colonias inglesas estoy bien seguro. que no cantbiarla su suerte por la de la Metrópoli española Si ve V las posesiones france– sas, holandesas y suecas, se convencerá, de que solo Jos Españoles tienen la gracia de poseer tesoros pa–
la vivir en la miseria. y para contunicarla con la opresión, y la estupidez a los desgraciados países qUe llegan a sujetar. Com.pare V, buen hombre, a Jamaica con la Habana, compare a México con los Estados Unidos, compare 10 que era Sama Domingo en ntanos de los Franceses con lo que fue en ntanos de los Españoles, compare, en fin, los gobiernos in–
glés y francés con el español, y ahorrará las demás comparaciones. Si V, quisiese tomarse este trabajo desagradable, encontrarla mucho adelantado en aquel documento legíiimo, que he citado antes, de la Ciudad de Veracruz, en el que hallará un parale– lo muy bonito El la mitad de la página 49.
Está bien que no atienda V. a las voces de los díscolos, ni a las declamaciones de entusiastas, pero atienda a la razón, y no disparate con tan poca ver– güenza, porque así empeora la condición de la cau– sa que tan malamente se ha puesto en sus manos. V solo aprendió a decir desvergÜenzas, y sin máS
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