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« Previous Page Table of Contents Next Page »Los otros le saldrían a V. con la pamplina de que las a:troeidades Y horrores causados por los Americanos,
han sido nada €in comparación de lo que han hecho los Españoles, que Vmds, fueron los que comenza– ron, Y que los insurgentes podían y debian, según el derecho de gentes, usar de represalias, para con– tener en Su deber a sus inhumanos enemigos. Para apoyar este disparale le citarían a V. la doctrina de Vatlel, bien terminante en el § 142. del cap. VIII. del ::=
Ji!, y queman persuadirle, que esie extranjero se ve como el maestro universal del derecho de gentes en Europa. Querrían también defender estas oon– denas represalias con el ejemplo del célebre Lisan– ciro, con el de los Estados Unidos de América en su .-evolución, y con otros como estos, sacados de los libros prohibidos en España. En vano les diría V, que estos son delirios de la polillca, y que aunque los Españoles acabasen con todos los Americanos, no había derecho para matar a uno solo de los ma– tadores, porque aquellos debían ser esclavos de es– tos, desde que así 10 dispuso Dios y el Papa, pero como esta gente no oye hablar a Dios, ni conocen más papas, que las que les ponen en la mesa, se reirían de los más incontestables argumentos. No seria menos inúfilla pensi6n que V. se to– mase en hacer ver a los sensatos, que los Españoles eren incapaces de cometer semejames atrocidades y horrores, que son Invidlas de eJdranjeros, y disculpas de insurgentes. Le contestarían, porque nunca les fe1fa que contestar, que aunque nosotros los rebel– des no chistásemos, ellos siempre creerían, que las escenas acfuales del teatro bélico americano deben ser semejaniísimas a las que se representaron en el teatro de los Países Bajos, que Venegas, Abascal, Pezuela, Morillo, SáInano, Osorio, Marco y los de– más generales, que han ido a poner en juicio a los rebeldes de América, no son de otra mejor alcurriia, que la del gran Duque de Alva, y que tampoco hay :motivo para creer que la humanidad de estos buenos caballeros sea mayor, que la de los héroes de la fa– ma, Cortés, Pizarro, Almagro, Alvarado, Pedrarias, Davila, Velásquez, Valdivia, Mendozas, y Toledos. Habría tal vez alguno de esos, que se tienen por más sabiondos, sin haber leido a la Madre Agueda, el
ramillete de divinas flores, ni aun al Padre Lárraga, qUe dijese, que nosotros los endiablados insurgen– tes tenemos en nuestro favor la presunción, porque somos los que nos defendemos, y que VV. la tienen en contra, porque son los que se toman el trabajo de dejar su casa para llevar la muerle a la nuestra. En cuanfo a la tacha que V. pone a la clase ig– norante y corrompida de los criollos, temo mucho que algún sensato de esos que leen al tonto Mon– tesquieu, le podrá decir a V, Esos vicios, de que acusais a los Americanos, los han heredado de voso– tros, ellos J'!.O han fenido comunicación con eJdranje– ros, ni han podido aprender otra cosa, que 10 que han visto en el ejemplo de sus padres, ni ha podido influir en su culfura otra educaci6n, que la que se les ha dado, ni han tenido otro gobierno que les ha– ga buenas leyes, que les abra el camino de las vir– tudes y de la gloria, que el vuestro. Asi pues, si
ellos son lo qUb vosotros decís, sois demasiado ma– los para encargaros de la educación de ningún pue– blo, y por eso es del interés de la filosofía, y de la polllica, el dejar libres a los Americanos, para que con otro gobierno, y otros ejemplos, sean mejores. Por esto, Señor Observador, cantaba un poeta americano del Sur 10 siguientes versos, que no deja– rán de gustar a V.-
En vano pntendimos OoftClesen
Las ciencias, y las alié s, y -alenlos, Cuando estaban opuestas nueskas leyes,
y la loi'pe dUl'eza del goblemo. Donde hay esclavilud son infnaduosas
Las InOuenmas benignas de los deJos.
¿Que clima mas fUD que el de la Gnda
En elevados y Dolidos genlos~
¿Empero, bajo el yugo de los TUI'cos, Cuales I,oy la cWlUl'a de los Gliegos~
La ignorancia, barbarie, y fanatismo,
y la supersJlic:i6n, lienen su imperio En lodas la regiones que domina Un déspola tan dUl'o como el nuesb'o. Esta la caWla ha sido que vivamos Enlre abundantes Indos lan ambl'lenlos, Entre el oro y la plala cual mendigost Entre nosolros mismas emanjeros. Después de tres centurias de existencia, Aquestos pobres y oprimidos pueblos Se ven lo mismo que el primero dia, En que se puso el mísero dmienlo. Si no quilamos la funesta causa, En vano la ignorancia Doraremos, El yugo sacudamos del Ül'ano,
y Ubres lo demás seremos luego.
Si, Señor mío, nuestro poeia tiene razón, y se la da el marino Ulloa en el capüulo 4 del libro 1 de BU
viaje, números 72, 73 Y 74. Por el testimonio de este viajero español verá V, que si los Americanos no so– mos los ho=bres más sabios del mundo, no es por nuestro defecio, sino por una consecuencia del dia– bólico gobierno de España, que nós quita los medios y el estímulo Pero con fodo esto, ha podido más nuestro genio, que la politica de nues1ros tiranos. Siempre se ha visto salir de entre nosotros hombres grandes, como Olavide, que hizo en España, en po– ejos días, más mejoras que todos los ministros Espa– ñoles en siglos enteros. Si V. los busca por la carre– ra de las armas, hallará entre los Americanos buenos 'milifares, corno el Chileno Marqués de Valparaíso, Generalísimo de los ejércitos españoles, en tiempos de Felipe IV, como el ofro Chileno Marqués de Co– varrubias, Mariscai de Francia, como el Habanero Marqués de la Solana, asesinado por los filantrópicos españoles, como el Limeño Conde de la Uni6n, ase– sinado por los mismos de su ejércifo, como el Cara– queño Miranda, que lució en Francia, en el tiempo en que no lucia nlás que el mérito militar, y como otros mil, que sería largo referir. Si se buscan por la carrera de las lairas, hay tiene V. al Indio Garci-
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