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sus vicios, y holgazanaria habitual, eUos han afíadi· do siemlPrc la preswu:16n más exfremada y I'ldic:ula,

y una veleidad inconcevible. De esla clase, pues, han salido los a\doll'es y jeles de la insunecd6n, los que la. dirigen y sostienen1 y los que, en oplni6n de

sus panegiris2ns, van a I'eproduck, enfre los indios CS!ílpidos ele su país, las glorias de la antigua Albe. l!las, Espada, y Roma. Como el caáctu de aquellos

~aceiosos es bien conocido, y como no se Ignol'a la

serie de ab'ocldades y honores con que han mueRdo los diferades periodos de la lnsunecci6n, ni la bu·

pl'udencia con que, bajo nombl'es pomposos, han eiercido y ejen:en la llI'anía en los punlos que doml.

mm, delantos a las pel'sonas impaciales y sensalas qua gormen y pronuncien su conceplo sobre los be· ne!icios que ha l'CCibido o puede ncibir la América

elle manos de aquellas gelllftes1 y sobre el valor de los elogios y relaciones que pubncan de cuando en

Cl.lm1C!O SlAS agE!lWls, o los avenlurel'os que se hallan a folll servido. Juzgqe también por las circunstan· cias físncas y morales que presenJa el estado de la América; por el de la educación, coslumbns, y ha–

bltqdes elominantes1 por el número de Indios o indio genas que ~orman la grande masa de la población,

y exisl~ aun, la mayor pale indómUos o salvages,

y oll:ros edlÍlpiclos, abandonados a vicios groseros, y

a la Indolencia, y opqeslos a la civllizaci4n; por la variedad Illle las castas, y las animosIdades y preoeu. lPaciones que reinan entre ellas1 luzguen por lodo eslo, si es posible !regenera a los pu-eblos de las pro· vinc:las Españoles de aquel hemisferio, darles un

gobiell'Jlo libre, y consolidar su independencIa, para que gocen de las ventalas 1Is0nleras que puede pro– porcional' la fl1osofia a un pueblo Uumado, enérgico

y virtuoso.

Convengo con V, Señor Observador, en que no es interés de la filosofia proteger a esa hordas de l'i6buslel'os, que infestan los mares, aunque en ver– dad no sé lo que hon hordas, pero por lo feo del nombre me figm-o que debe ser una cosa muy mala. En vano he buscado esta palabra en el dic– cionario de la lengua castellano. En francés hay una cosa muy parecida, que se llama horde, y signi– fica lo que en español aduar o rancheria do salvajes, pero como no ha llegado a mi noficia, que los pira– tas anden infestando las mares en rancherias flo– tantes, me he quedado en ayunas con sus bordas. Tal vez habrá V cometido una figura, que llamare– mos hordasls desde hoy en adelante, por la cual se puede dar el nombre de rancheria a un barco arma– do, así como por ofra figura semejante ha 1llUTUldo V a los corsarios FlIibwderos. También convengo con V en que no es del interés de la filosofía pro. porcionar auxilios, ni prodigar elogios a los frené– ticos, ni a. los sublevados confra la autoridad legíti– ma, ni a los opresores de los pueblo,S No, Señor, los filósofos han sido, según cuentan, bastante pobres para auxiliar a ofros, y si prodigasen sus elogios, no valdrían nada. Por eso creo, que el interés de la filosofía es vender bien caros sus elogios, y dar de valde sus insultos. ¿Y, acá enfre los dos, como en– fre amigos, es V. fil6sofo? Mucho =e teInO q1.1e si,

por lo poco que elogia, y por 10 =ucho que baldona a los pobres ladrones de A=érica.

Por lo que me toca, como un individuo de la clase m;(l.s ignoranfe y más corrompida, la de los criollos, doy a V. las gracias po rel civil cwnplitnien_ io de su filosofía, y espero que se la den también el Duque de San Carlos, el Conde de Puño en Rostro, el Conde de Guaqui, el Conde de Vista F1orida, el Marqués de San Felipe, y otros, que aunque de mi

ruin clase sirven al amo que yo no quiero servir De esfa clase, pues, de que se sirve el Señor Don Fer– nando Vil para sus zninisterios, para sus embajadas, para sus consejos, para mandar sus ejércüos, de esla

dase ignorante y corrompida, han salido 105 aulores

y jefes de la insunección, los que la dirigen y SOIr–

!iCn<:lR, y 105 que en opinión de todo el mundo sen_ safo es!án ll'Elpiliendo las gloriosas acciones de loa melores días ,.e Alenas, Esparta, y Roma.

Pero si he convenido en el cuento de las hordas, y en el de los intereses de la filosofía, no puedo con– venh en lo que dice V sobre el caróc:ael' conoddo de ¡os lI'aec:iosos, ni en que haya dejado a las pel'SODBlI

~mparciales y sensaJaa, que IOmall!D y pl'onuncien su cOlllcep20 sobl'e los bene!icios, que puede reclbil' la Amédca da manos de aqueUas genles, y Iiobl'e el va–

1011' de los elogios que 5& les hacen: aNo se acuerda

V ya de la sixnpleza en que ha dado la gente sensa–

fa, que sabe raciocinar? aYa se olvidó V. fan pron– to de 10 que dijo al principio de la oraciónV Yo Se lo recuerdo, amigo, para que no vuelvan esos maldi– tos sensatos a darle ofro chasco. Reforme V. su propósito, y no les deje que fonnen concepto nin– guno, ni que pronuncien bien o mal lo que concep– ruaren Lo mejor será siempre, que V. forme y

pronuncie los conceptos que aquellas genies deben formar y pronunciar, porque, como el que hace un

cesío hace ciento, así mismo el que yerra una vez, errará cien más, sino se le hace más sensato. ¿Y como quiere V. que luzguen por las circunslanc:las fá.osicas y morales que pr0Senfta el estado de la Amé–

rica; pOli' el de la educacJ6n, costumbres y habUudu dominantes, y por todo 10 demás, cuando V. no les enseña cuales son, y cuando solo ha dicho, que el Bar6n de Humboldt, y los ofros viajeros han sido en· gañadosV Según esto, V. quiere que las gentes sen· satas juzguen por adivinanzas, y que enmienden sus errores sin darles las luces convenientes.

Las aJroeidades y horrons, con que se han mar– cado los vados períodos de la insllftCcclóD, y la ti–

I'anía qqe se ejerce bajo nombl'Cs pomposos en los puntos que dominan los Insurgentes, son cosas, se– gún V dice, demasiado viejas y sabidas para que la gente sensata las ignore, y con iodo eso, V. mismo dijo también al principio, que se asombraba de ver, que semejante gente apr<)bara la insurrección y tu–

viera por héroes a los insurgentes. Yo creo, amigo mío, que no se puede sacar padido de esta clase de hombres, como tampoco de los filósofos, de los polí– ticos, de lt;)s viajeros, ni de los sabios, y seria más acedado, que se cíñese V. a escribir para los insen– satos y para los necios. Estos al cabo son más dóci– les, menos caprichosos, y más fáciles de persuadirse.

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