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« Previous Page Table of Contents Next Page »iesfados por los historiadores de España. Los más célebres son el Foctezuma, el de Guatemotzin, el de Cafzonzin, el del Zipa de Bogotá, y el de Tupac Ama– rú Por ianto, no hay raz6n para decir, que el sabio autor del espíritu de las leyes inventaba cargos que hater a los Españoles, a más de que, con su acos– tumbrada exaclüud, cüa el lugar de Garcilaso, de donde sacó el hecho, y nosotros podemos ver, que anies de este Inca habían escrüo lo mismo los his– toriadores peninsulares, Gómara, Zárate, Diego Fer– nández, y otros
En el lib. 21. cap. 22. dice el mismo sabio, que la España debiendo sacar más ventajas de las rique– zas de América, que las demás naciones de Europa, sacó menos que todas, por un efecto preciso de la mala política de su gobierno. Este es otro hecho indispiuable, que aunque Montesquieu no lo hubie– se nofado esiaria de manifiesto por todos los siglos, mientras hubiese hombres con ojos en la cara. Véase lo que han mejorado y enriquecido las demás po– fencias, y compárese con los progresos de España. Ahora quieren decir los Españoles, que hubo un tiempo en que su naci6n era más rica, más industrio–
58 y más feliz, y V con estos cuentos de viejas pre– lende combatir a los sabio¡;, pero le cüo a V. ante el tribunal del crmco español Capmany, quíen, con los documentos más auténticos e intachables, decidirá, que su amada patria antes del descubrimiento de A:mérica, y después de él, era un miserable hospicio de pobres y holgazanes Y cuidado, Señor Obser– vador, que el Señor Capmany no es alguno de aquellos extranjeros, que, según V, rabiaban de
invidia por ver a España tan floreciente, sino que fue siempre el Español más firmemente adherido a los intereses de su país, el ntás antigo de su gloria y de su crédüo, y muy poco afecto a los Insurgentes. Después de hallar V esfa confesión en aquel crmco, no podrá acusar a Montesquieu por haber lla~ado
perezosos a los Españoles en el capítulo 9 del libro 19 del espírilu de las leyes.
En el mismo capítulo 22 del libro. 21 cüado arriba, dice el sabio Montesquíeu lo siguiente. Las
Indias Y Espafta son dos potencias balo un mismo
amo, pel'o las IncUas son lo principal, cuando Espa.
ña no es más que lo aeeesorio. En vano quenoá la
poWiea haeel' que lo aecesorio 81'1'BSII'e a lo prinelpal,
V por lanIo, las Indias se afrael'án hacia eUas a la
Espafta. Háganos V el favor, Señor Observador, de decirnos, en donde está el error de eatas verdades fí– sicas, matemáticas, y polilicas. ~No han sido los dominios españoles en América, comparados con la triste Península, 10 mismo que un gran cuerpo de elefante comparado con su cola? ~No fue más de– safino el haber pretendido que la España gobernase a fodo el Nuevo Mundo, que lo seria el pretender, que la cosa del elefante hiciera los oficios de cabe– za? .!.No es cierto, que cualquíer Reino de América. de los Inás chicos, contiene más medios que la Es– paña para ser un país rico y poderoso? ¿Pues como Se atreverá nadie anegar, que todos aquellos Reinos juntos hacían la parte principal del Imperio' Espa– ñol'? Si V. lo duda todavía, eche la vista sobre el
globo, y asómbrese con la extensión prodigiosa de terreno que ocupa la América, que aun llaman Es– pañola sin serlo ya Lea V. algo de la historia, y de los viajes del Nuevo Mundo, y aprenderá a Conocer lo que aquellos países encierran en su seno desco– nocido, lo que los mismos Españoles n~ c:onocen, ni
pueden conocer, porque les faIta el conocimiento, y
los principios para adquirirlo. Vuelva V. a leer al Barón de Humboldt, si es que 10 ha leído antes, y vea en cada una de sus páginas, en cada una de sus líneas, en cada una de sus palabras, el documento incontrastable que eternamente acredilará la estupi– dez, que comunica a fodos sus súbdüos el obscuro frono de Madrid. Todo 10 que V. ve en aquellos li–
bros, todo se ignoraría en Europa si aquel ilustre viajero no hubiese visitado la América. ~Y donde estaban antes de este extranjero, y después de él, los sabios Españoles, que podían escribir mejor que na. die las cosas que les pertenecían? V. dirá que esta. ban en Salan"lanca y Alcalá, dictando feo1ogía, o componiendo novenas al Santo Cristo de Burgos, a Santiago, y a la Virgen del Pilar. Sea enhorabue– na, que continúen en su piadosa farea llieraria, y nosotros volvamos al Señor Morrlesquieu.
V. dice con un grande aire de satisfacción. que ya heInos visto como acedBl'Oft los polWc:os y IlIó– solos, que desde Monlesquleu no han cesado de
anwac:lm' la emancipac:lón de la América. Explí– quese V. más claro, Señor Observador .!,Lo ha dicho V por ironía contra los filósofos y políticos, o por burlarse de V. mismo? Si ha sido lo primero, es la ironía más fuera de propósito que se puede discu– rrir, porque iodos estamos viendo hoy mismo lo que aquellos caballeros no han cesado de anunciar. Si tiene V. a la vista la emancipación de América ~de
que error puede acusarles'? Si ha sido 10 segundo, esto es, por burlarse V. de sí mismo, contradicién– dose, y haciendo alarde de la contradicción, no es Inuy fácil de adivinar el objeto con que lo hace, a menos que supongamos en V. un empeño en acre– ditarse de loco. En verdad, esto que ahora fenemoa en las Provincias Unidas del Río de la Plata, en México, en Chile, en Venezuela, en la Nueva Grana– da, es la mejor prueba de que el Señor Montesquieu;
y los políticos y fil6sofos que le han seguido, fenían narices para oler de lejos, mejores que los ojos que V fiene para ver de cerca. Si, Señor mío muy res– pefado, aquellos polificos y filósofos acedaron com– pletamente en los corolarios que dedujeron de axio– JUas infalibles, y V no ha hecho más, que echarles en cara el que hayan acerlado Ninguno de ellos seña16 el año, el mes, ni el día en que debía suceder aquella emancipaci6n, porque fados eran demasiado cuerdos para no confar con los mil acontecimientos. que podían ser causa de su retardo o aceleración.
En vano V querrá hacerles cargo porque no se ha verificado antes de ahora lo que ellos dijeron, pero esta será, amigo mío. la mayor simpleza en que se podía dar después de verse perdido por todas paries. Por lo dicho verá V. que nunca hubo necesidad de inculcar los deentos de la Pl'ovldenda sobo el
resullado de la lucha enb'e Espafta y los bu1ugeJdes,
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