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« Previous Page Table of Contents Next Page »porque basta conocer las leyes de la naturaleza, por las que Se rigen todas las cosas naturales, para ha– ber decidido, que los insurgentes vancenan, del rnis. n10 modo que vencieron los rebeldes de la Suiza, los fraidores de la América del Norte, los rebelados de los Países Bajos, y los alzados de Portugal. Todos esfos bandidos, asesinos, ladrones, y cuanto V quie– ra llamarles, se desprendieron de sus atnabilísiInos, jusfísimos y dignísiInos tiranos, como nosotros nds vamos desprendiendo, por un principio an incon– testable, como aquel que enseña, que nada violenlo
dUi'a. También se lamenfa V. de que la historia
pre5e~i!e aconiec!mientos que no habia podido sos– lIechar la p¡¡ev!sión; pero esto no sucederá en nues– ira caso, porque, C01UO V ha visto, estaba demasiado previsto lo que está sucediendo La verdad es, que la historia da frecuentemente semejantes chascos B.
los que no saben preveer, a los que la leen sin estu– diarla, y a los que usan, como V de las palabras pr:evBsiló¡ll, desintelrés y buena ¡e, sin reparar en su significado Si V, mi amigo, hubiese estudiado los anales del tiempo, con la atención que ellos se mere– cen, habría dicho, que no solo, no iJmaginaba impo– sible la sepmración de la América en el orden nUsmo
~le las COSilS hUlnanas, sino que la debieron esperar fados los días los hombres sensatos, de~de que se hizo posible, porque en el orden de la naturaleza no podía un mundo entero depender de un átomo de otro mundo, y porque en el orden civil la injusticia
y la opresión deban causar el descontento y el odio. Ahora pasemos a ver, cuales son los medios con que V cuenta para que la España, o por mejor decir, el Rey de España, haga la conquista de la América Dice Vmd:
Que los recursos en España se hallan atenua– dos, y que el pueblo sufre, son cosas que no al!nd· tel1l duda.-Después de Ulla guena lan larga y
lan des'nacfol'a, esRCls efedos con c;onseqiienles. ¿Cuál cs la nación en Europa que no gime, más o me· nos, bajo el peso de iguales calamidades; resultado inevifnbRe de las convulsiones y lucha espantosa en que se han visio comprehendidas ¡odas? Uno de los yrtawries males que Plrol!ujo la convulsión genel'al de la Ewropa, es el eldravío de la opinión, o la rabia de las ¡pasiones en los individuos a quienes el nuevo orden de cosas no plrcsenla el iltlerés que bajo el 01'–
«len a~eriol: lisonjeaba a su ambición, y a su 01r9u– 110. Muchos de estos inrlividuos se hallan plroscdp–
lIos, o IJirófugos 'JI' enanies en paises emanjeros._
(Il)QII'OS que exisien en el seno de sus respecfivas nacio– nes, y que paJ'ecen habase Iresignado con el sistenla eslablecido pOIr los gobiernos ac:luales, consel'Van en el corazón sentimientos op~os, y anhelan por mu– danzas. De WlOS y olros se founa la liga que PirO–
CIll'B aun intcI'1'1U11pir o emponzoflar la lranquiUdad pública en Europa. Impotente en su despecho, y f1rené2ica en sus esperanzas, esla genJe se entplea en semblrar la ilusión, Pe aqui viene el plresliglo que alimelda la inquietud y efel'Vezcencia popular en In– glaterra y en Alentanla, que sostiene los paztidos en
l'J:anda; y que esp8lrce lábulas, invec:livas, y pinlu.
ras owosas conlra España. ¿Que cOl1$lgne por esle moelio esa genle? Nada, sino imposibilitar que se empll'endan las relonnas y los eslablecimlentos que parecen desear, p0lrque no es en medio de agitado– llIes, 'JI' enh'e los amagos de Wla rabia ciega, que pue– den 2ener efledo 5entejantes empresas. No solo lIn–
posibilüa por ahora este bien, sino que relarda igual_ meme la época que debe poner lérmino a su misma
slJle~e, l:'eunir los inllereses de lodos, y abrir el seno ql¡a la Pairia a los qu:~ se hallan pdvados de ellafl Vaya, Señor Observador, ya se va V poniendo inás razonable V confiesa, que los recursos de España están atenuados, y que el pueblo sufre, pero le falfó coniar entre las causas de esta aienuación, y de este sufrilUienfo, las batallas perdidas en Antéri– ca, las expediciones malogradas, las compras de bu ques podridos, los saqueos paternales del Rey en los pueblos de la península para ir a buscar el vellocino de oro, la peste de frailes, que, corno zánganos de la colrnena española, le roban todo el fruto de su pobre induslria, la obscuridad que esparce por todas paries
01 santo tribunal de la Inquisición, la tiranía del amado Fernando, la gracia con que este despacha :mujeres a lotro mundo, y la prontitud con que repite las reales bodas, las malas nociones de economía política, que reinan en aquel gobierno, y, sobre to– do, la pereza de los peninsulares, que no les permite hacer otra cosa, que desea rlos pesos acuñados en México, en Guaiemala, en Lima, en Popayán, en Chi– le, y en Potosi. Francia, Holanda, Austria, Italia, Prusia, Inglaterra, Rusia, y el pequeñüo Portugal, han sufrido la guerra del mismo modo que España, y con todo eso, ninguno de los gobiernos de aquellos países se ha visio precisado a saquear a sus pueblos con donativos forzados para cubrir sus gastos , y si V ve a Francia y a Inglaterra, no conocerá que han estado haciéndose la guerra por iantos años, porque aquí los soldados pelean, la marina hace su deber, y los demás hombres, que no so nsoldados ni mari· nos il·abajan. En España no es así, los soldados, los marinos, los Inquisidores, los frailes, las monjas, los grandes. los chicos, los nobles, los plebeyos, y io· dos y todas, gastan, comen, beben, fuman, duermen, pasean y descansan, pero ninguno trabaja.
Todo lo que V dice de los grandes males, que ha causado en la opinión de los Europeos su convul– sión general, se lo doy de banito, porque nada hace a mi negocio Que aquí andan VV. rabiosos, de– sordenridos, emponzoñados, inquietos, Plroscriplos,
e1'l'~es, !uófugos, beJiélicos, y cuanto V quiera, na– da imporia a nuestra cuestión Lo único que me fo– ca decir a nú es, que las que V llama fábulas, in– vectivas, y pinluras odiosas contra EspaAa, san unas cosas tan cierías, qUe nadie, sino V, se atrevería a desmentirlas en Inglaterra, en donde se sabe la ver· dad de lo que pasa en todo el mundo, porque aquí no hay inquisición q~e prohiba el curso libre de no– ticias y papeles Solo en España puede engañars& la gente con fábulas invedivas, y pinltll'as odiosas de otras parles, porque alli solo los frailes hablan Y escriben lo que ies conviene, y de todo el resto de la gente, una pequeñís~a parte lee lo que se pe r -
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