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« Previous Page Table of Contents Next Page »r:s necesario tener cuidado, pues, tratándose de mI– rar un poco en el problema de los beatnilcs, puesto que muchos desechos sociales y humanos se mezclan
bCljo su denominación y significado Su mismo (((rciciel amorfo, e1es(Hovisfo de programa, simplemenhl intuitivo
j! so!Jre tedo individualista, previene sob.", los riesgos que Sé' cOllerí'l C(!SO eJe (lsumir la defensa incondicional de esta iuventud dislocad<l, que no obs~ante, se eJ{plica
a la Ivz de una vercicld sodal que no es posible igno– rar
Comprender el problema equivale mós o menos
Cl
desci~f/1r uno de las condiciones de nuestro tiempo. No es una CO$a fúcil, ciertamente. Una trama por demás compleia tiene que ver con el fenÓmet1o. El mismo giro que hel tomado el asunto, en el sentido ele figurar como
Url~l confrontación decisiva entre viejl1s depositarios de los desHnos humcmos y los generadoml5 jóvenes quo craen que aquellos l10n fracusCldlJ, exige mucho es~udio
y mecli~Clci6n C1 fill de oblanm los conclusiones más fll'O–
vechosas, un ligor malemático para desglosar lo Clcep– tClble de lo repudicb¡e
En todo caso, si estamos frente ti UIIO épOCCl de clesc¡uidmniento aeterminClclo por el peso Cjue la juvell'lud hoce hacia el Iw:lo de la prolesl'c/ sin control, ItI ({;USO
no debclíCl buswrse en impulsos juvel1iles emp!lrel1l!ltlos con el libertinaje La sociec!Cld occiden\'ul es b respon– sable, porque, en función de su incul~,ble lnercaniiJismo, convirli6
CI los jóvenes
011 mercr.tdo independiente, luego de h::tbcr dejado el recuerdo de mucbcls guel ras estúpi– das, moviclas por la misml;! voracitlud
Así, los Be~I'¡les cQns~ituyen una ¡eCliíclocl que no conviene ~')C1sar por alto, ni despreciar. Y es lwcia averi– guaciones traSC(~nclCdlltales que se ha oriantado la inqllie–
~ud ele escritores, etnóiogos y hombres de cultura,
el pi 0–
pósito de ItI pasión que ros jóvenes r.1ollifiesfwl por las canciones ye-ye
tina pasión, por cles9racia, converliclCl en merwtfo millollqrio por hóbiles y oportunos profítadores, a tal extremo <¡ve no so relC/ciona ú.1icornente con la fabricCl– t¡ón y venta ele (liscos, sino COI1 CU!lnta COSCI es posible vírlcu/ar con le! curiosiclad y el hombl e inagotable de
los fans
Hay l}uknes hon dicho que la collción puede ser
(1 la vez un mer;Stlje y un mensaje cerebral. Simult(1– neumente
(1 su calidad ele trcsslllisoi de sentimientos o ideas, la ~Clnciélll serie! como un sel.kmte pmCl los indi– viduos fati~!ados física o moralrmmte Se estima ~tlm'
bién que la canción moc!elna es mucho más modUlO, ori– ginol y compleja que la que conocieron las genelClcio– nes "meI6dicos". Entre la SUClVe lcmguidez que desper– taba, pongamos por CC¡SO, el blue, y los frenéYicf"lS emo– ciones que SUl90L1 de los bailes C1c!uales, es indudable que los jóvenes de nuestros clíClS viven n1l.15 al ritmo dQ las conNngencil;l5 cotidianas, aunque seo (JI margen de todo programa
Se 1m perdido, lo reconocen algul1os, la tJosibilidad de evoc"r o l'ravés ele una melodía dulce, etc¡uellos mo–
menios que enriquecieron Jo vieJa de un hombre con las bellCi5 tonterías c.le la juventud cl1C1n1orcltla Porque, ¿qué se pocirícl recordor medionte un rock, qué huellos puede dejar UJl;:¡ mús;w que dese¡~e el frenesí tIc los muchachos hastf::l hundirlos en el lotal Clgotamiento? Sin embargo, c¡c1oron los nostálgicos, no se puede negar ta0113oco lo fascinante de los ¡itmos or!)iásticos que despiden día y noche las radios y locolas, con sus aulli– dos sexualizauos por unCl insistencia increíble.
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Se ha dicho también que el mundo de la canciÓn es "necio y degenerado" Y ello porque no está en la
loíz popular, sino en el de la pequeña burguesía. De
la influencia que la vu/geuidad musical ha logrado ejer. cer enriO los jóven<Js, se culpa en primar término a la mdio y lo televisíón
Poro se tmtel de UI1Cl influencia CI\JO al mismo tiem– po es Iel oxp¡asión tle unel épocCl Representa la eva_
sién de uno ópoca Repl escnta ICI eVClsión de gremdes masas tocleiVía no rescataclas del tedio, la miseria y la
ig'l0Io:H'cio. Y no so podría, por ello, deslil1dar fácilmen–
~e a los esquizofrénicos de la canción y los que se ha denominado "devoradores de micrófonos", de la devo. ción ululan~e de los multitudes jóvenes Los aullCldores
de ~odGS los países elel globo han asumido una dirección d01armínulilo
CI1 el I'~oceso ele la expansión juvenil, ex–
íltmS1Ó¡1 ''1ue oculta \'esabios peliglosos
\)¡! todos modos, destaCCl la siniestlCt sapiencia de los (lior'1ofoIGS cornercictles, en es!o de popularizar y
exultal c.:mtantes y estilos como los asociados mundial–
m¡;II!'e " los Beal'les "Es más simple preftJbricar un
CCilll~HI"¡(! que una bella condón", se ha dicho. Pues mucho més fúcil es prefabl icor un me,1 cantante y una
pós]m¡;1 c,-¡ndóll, va que con aullar desClparece todo el
ve¡l". da tel música y el mensaje de la letr.¡:¡
"En Fll:mcia -dice Jean-Paul Sartre-, utilizando
el fenómono yc-y<!, se ho hecho de kJ juventud Ull mer–
wdo tlo consumidores. Il.provechcmdo el hecho de que ks m:.J¡;h~lchos obtienen dinero ele sus padres, se fabri–
t~m pum ellos cier"as cosC/s" Sc;¡tre considera además bs ilusiones folsCls creaelas para consumo de los ado– kscenlcs, en un orclen más impor~(mie Al permitirles,
dil.e, que rOmpL!I1 algullas sillas y vociferen en las salas de 105 tcatros, se les hace creer que están realizando una
ve~cll:1deYCl revolución, cuando no son sino víctimas de un engaño
CABALLEROS OEL IMPERIO
El día 11 de junio de 1965, lo reina Isabel honró
el lo~ [Je<1tles COI! el nombramiento de Miembros de la O¡¡:len del Imperio Bli~émiico. Por plimero vez en la histeria, ojecutcmtes e intérpteh~s de una música popular tcm d¡seutiÚfA, entrabcm a codearse con los cabelleros infileses adscrilas
(1 1(1 última de las cinco categorías. Pelo la decis¡6n de la ¡eina disgustó a muchas personas
y muchos ele tos «(lbolleros del impel io, nombrados en lo mislilCi formo, se apresuraron CI devolver sus títulos, por estimarse muy superiores a los eswrabajos de Li–
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Al 1110.gen, en fin, ele k15 explicaciones, los discu– siolles, Icls duelas, etc., tal vez lo mejol sería tomar \)mtido de una memolC! más sencilla. ¿Le gustan a us– red los DeelCles? fi1gCl si o no. Bueno, nosotros ellten– demos el tlsunto Sir John Lennon, Sir Paul McCartney, Sir 000rge Harrison y Sil Ringo Starr, valen más -eso
sí- que tantos nnbles abúlicos y legítimos que mas ti– ccm el inglés mcmchestericmo al mismo tiempo que muer– den b relorddCl pipa
lo ¡uventud se ha vuelto un poco loca, es verd(ld (lero no ~Clnto colno los reposados políticos que and(ln consh oyendo la Grcm SocieclCld entre las víctimas del VictllCHn
tItilo que los negodcmtes profilclll de la propen– sión dcljralt~e de los j6venes al contoneo musical Imó– genes ele los Beatles se han estampado en las medias
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